Lunes 30 de Octubre de 2017
De la feria
De la feria
Verde
Martirologio Romano: En Palma, Mallorca, España, san Alonso Rodríguez, que al perder a su esposa e hijos entró como religioso en la Orden de la Compañía de Jesús y estuvo como portero del colegio de aquella ciudad durante largos años, mostrando una gran humildad, obediencia y constancia en una vida penitente. († 1617). Fecha de canonización: 15 de enero de 1888, por el Papa León XIII.
Martirologio Romano: En Palma, Mallorca, España, san Alonso Rodríguez, que al perder a su esposa e hijos entró como religioso en la Orden de la Compañía de Jesús y estuvo como portero del colegio de aquella ciudad durante largos años, mostrando una gran humildad, obediencia y constancia en una vida penitente. († 1617). Fecha de canonización: 15 de enero de 1888, por el Papa León XIII.
Antífona de entrada cf. Sal 104, 3-4
Que la alegría llene el corazón de los que buscan al Señor. Busquen al Señor y serán fuertes, busquen siempre su rostro.
Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, y para conseguir lo que nos prometes, ayúdanos a amar lo que nos mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Mira, Padre, las ofrendas que te presentamos, y que la celebración de estos misterios sean para tu gloria y alabanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión cf. Sal 19, 6
Aclamemos tu victoria y alcemos los estandartes en nombre de nuestro Dios.
O bien: Ef 5, 2
Cristo nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.
Oración después de la comunión
Señor y Dios nuestro, te pedimos que lleves a su plenitud en nosotros lo que significa estos sacramentos, para que poseamos plenamente lo que ahora celebramos en esta liturgia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Rom 8, 12-17
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal. Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán. Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios “¡Abba!”, es decir, “¡Padre!”. El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
Palabra de Dios.
Comentario
Por la fe, podemos afirmarnos y tener solidez en este convencimiento: somos hijos e hijas de Dios. Nuestra identidad no se basa en una especulación intelectual, sino en una relación: la relación íntima, cotidiana y confiada con un papá bueno que quiere lo mejor para nuestra vida.
Salmo 67, 2. 4. 6-7b. 20-21
R. ¡Bendito sea el Dios que nos salva!
¡Se alza el Señor! Sus enemigos se dispersan y sus adversarios huyen delante de él. Los justos se regocijan, gritan de gozo delante del Señor y se llenan de alegría. R.
El Señor, en su santa Morada, es padre de los huérfanos y defensor de las viudas: Él instala en un hogar a los solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos. R.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación! Él carga con nosotros día tras día; él es el Dios que nos salva y nos hace escapar de la muerte. R.
Aleluya cf. Jn 17, 17
Aleluya. Tu palabra, Señor, es verdad; conságranos en la verdad. Aleluya.
Evangelio Lc 13, 10-17
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: “Mujer, estás sanada de tu enfermedad”, y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había sanado en sábado, dijo a la multitud: “Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse sanar, y no el sábado”. El Señor le respondió: “¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber? Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser liberada de sus cadenas el día sábado?”. Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaban de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.
Palabra del Señor.
Comentario
Jesús quiere sanación y liberación, que cada hombre y cada mujer, como integrantes de una familia, participe plenamente del pueblo que alaba a Dios. Este pasaje nos interpela para que nuestras asambleas y reuniones sean espacios donde todas las personas puedan estar con la frente alta y dando gloria a Dios.
Oración introductoria
Padre, ayúdame a que estos momentos de oración me ayuden con tu gracia a valorar los sacramentos y a no solo preocuparme por la salud del cuerpo sino por la de mi alma.
Petición
Jesús, te pido que nos dejémonos curar por Tí, que quieres darnos la luz de Dios. Que confesemos nuestra ceguera, nuestra miopía y, sobre todo, el orgullo.
Meditación
Hoy, vemos a Jesús realizar una acción que proclama su mesianismo. Y ante ella el jefe de la sinagoga se indigna e increpa a la gente para que no vengan a curarse en sábado: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado» (Lc 13,14).
Me gustaría que nos centráramos en la actitud de este personaje. Siempre me ha sorprendido cómo, ante un milagro evidente, alguien sea capaz de cerrarse de tal modo que lo que ha visto no le afecta lo más mínimo. Es como si no hubiera visto lo que acaba de ocurrir y lo que ello significa. La razón está en la vivencia equivocada de las mediaciones que tenían muchos judíos en aquel tiempo. Por distintos motivos —antropológicos, culturales, designio divino— es inevitable que entre Dios y el hombre haya unas mediaciones. El problema es que algunos judíos hacen de la mediación un absoluto. De manera que la mediación no les pone en comunicación con Dios, sino que se quedan en la propia mediación. Olvidan el sentido último y se quedan en el medio. De este modo, Dios no puede comunicarles sus gracias, sus dones, su amor y, por lo tanto su experiencia religiosa no enriquecerá su vida.
Todo ello les conduce a una vivencia rigorista de la religión, a encerrar su dios en unos medios. Se hacen un dios a medida y no le dejan entrar en sus vidas. En su religiosidad creen que todo está solucionado si cumplen con unas normas. Se comprende así la reacción de Jesús: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar?» (Lc 13,15). Jesús descubre el sinsentido de esa equivocada vivencia del sabath.
Todos nos maravillamos de los milagros que realizaba Jesús. ¡Y cuántas veces le hemos pedido la curación de alguna enfermedad, nuestra o de alguna persona a la que queremos!
Parece como si Dios hubiera dejado en manos de los médicos el cuidado del cuerpo para poder dedicar a los sacerdotes, sus más íntimos colaboradores, a la tarea más importante: el cuidado espiritual. Es increíble recuperar la vida de gracia y de intimidad con Dios. Es maravilloso ver nacer a Cristo cada día en la Eucaristía.
Porque la vida espiritual, aunque esté oculta a los ojos, tiene una dimensión infinitamente superior a las acciones puramente materiales. Por ejemplo, un acto de caridad hecho por amor a Dios embellece al alma de tal manera que nos quedaríamos extasiados si pudiéramos contemplarla. Es impresionante lo que realizan en nosotros los sacramentos. Porque recibimos gracias especiales de Dios. Sin embargo, tenemos que reconocer que estamos sujetos a las realidades de la tierra y que no podemos percibir nuestra transformación en el mundo espiritual. Pero si tenemos fe, y perseveramos hasta el final, un día podremos ver con claridad, sin misterios, la grandeza de cada alma humana.
Esta palabra de Dios nos debería ayudar a examinar nuestra vivencia religiosa y descubrir si realmente las mediaciones que utilizamos nos ponen en comunicación con Dios y con la vida. Sólo desde la correcta vivencia de las mediaciones podemos entender la frase de san Agustín: «Ama y haz lo que quieras».
Petición
Vivir los sacramentos, la Confesión y la Eucaristía, sabiendo que son los medios para curar nuestras enfermedades espirituales.
Publicar un comentario