La liturgia diaria meditada - Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos (Lc 11,1-4) 11/10


Miércoles 11 de Octubre de 2017
Misa a elección:

Feria. Verde.
San Juan XXIII, papa. (ML). Blanco.
Soledad (Manuela) Torres Acosta, virgen (ML). Blanco.

Martirologio Romano: En Madrid, España, Soledad (Manuela) Torres Acosta, virgen, que desde su juventud demostró gran solicitud hacia los enfermos pobres, a los que atendió con total abnegación, especialmente al fundar la Congregación de Siervas de María Ministras de los Enfermos († 1887).

El estilo afable y cordial de Juan XXIII le valió el título de “el Papa bueno”. Su gran obra fue la convocatoria al Concilio Vaticano II, que comenzó a sesionar en octubre de 1962. Con este concilio quiso que toda la Iglesia repensara su función en la realidad concreta del siglo XX. De su enseñanza cabe destacar las encíclicas “Mater et Magistra” (1961) y “Pacem in Terris” (1963).

Antífona de entrada         Cf. Est 4,17
Señor, todo está bajo tu poder y nada puede resistir a tu voluntad. Tú hiciste el cielo y la tierra, y todo lo que está bajo el firmamento; tú eres el Señor del universo.

Oración colecta    
Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso sobrepasas los méritos y los deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia perdonando lo que inquieta nuestra conciencia y concediéndonos aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:         de san Juan XXIII
Dios todopoderoso y eterno, que en el papa san Juan XXIII, hiciste brillar ante el mundo el ejemplo del buen pastor, te rogamos que, por su intercesión, nos concedas poder difundir con alegría la plenitud de la caridad cristiana. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Oración sobre las ofrendas       
Recibe, Señor, la oblación instituida por ti y, por estos sagrados misterios que celebramos, danos la gracia de tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión      Lam 3, 25
El Señor es bondadoso con los que esperan en él, con aquellos que lo buscan.

Oración después de la comunión
Dios todopoderoso, sácianos con el sacramento del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, para que nos transformemos en aquello que hemos recibido. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Jon 3, 10; 4, 1-11
Lectura de la profecía de Jonás.
Cuando Dios vio todo lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió. Jonás se disgustó mucho y quedó muy enojado. Entonces oró al Señor, diciendo: “¡Ah, Señor! ¿No ocurrió acaso lo que yo decía cuando aún estaba en mi país? Por eso traté de huir a Tarsis lo antes posible. Yo sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para enojarte y de gran misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida, porque prefiero morir antes que seguir viviendo”. El Señor le respondió: “¿Te parece que tienes razón para enojarte?”. Jonás salió de Nínive y se sentó al este de la ciudad: allí levantó una choza y se sentó a la sombra de ella, para ver qué iba a suceder en la ciudad. Entonces el Señor hizo crecer allí una planta de ricino, que se levantó por encima de Jonás para darle sombra y librarlo de su disgusto. Jonás se puso muy contento al ver esa planta. Pero al amanecer del día siguiente, Dios hizo que un gusano picara el ricino y este se secó. Cuando salió el sol, Dios hizo soplar un sofocante viento del este. El sol golpeó la cabeza de Jonás, y este se sintió desvanecer. Entonces se deseó la muerte, diciendo: “Prefiero morir antes que seguir viviendo”. Dios le dijo a Jonás: “¿Te parece que tienes razón de enojarte por ese ricino?”. Y él respondió: “Sí, tengo razón para estar enojado hasta la muerte”. El Señor le replicó: “Tú te conmueves por ese ricino que no te ha costado ningún trabajo y que tú no has hecho crecer, que ha brotado en una noche y en una noche se secó, y yo, ¿no me voy a conmover por Nínive, la gran ciudad, donde habitan más de ciento veinte mil seres humanos que no saben distinguir el bien del mal, y donde hay además una gran cantidad de animales?”.
Palabra de Dios.

Comentario
La preocupación de Jonás es demasiado pequeña comparada con la situación de todo un país que está sumergido en las tinieblas, y que no puede discernir entre lo que está bien y lo que está mal. Jonás tiene que abrir su corazón, su mente y su alma, para salir de sí mismo y ver más allá de sus necesidades y aún de sus dolores.

Sal 85, 3-6. 9-10
R. ¡Tú eres rico en misericordia, Señor!

Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor, porque te invoco todo el día; reconforta el ánimo de tu servidor, porque a ti, Señor, elevo mi alma. R.

Tú, Señor, eres bueno e indulgente, rico en misericordia con aquellos que te invocan: ¡atiende, Señor, a mi plegaria, escucha la voz de mi súplica! R.

Todas las naciones que has creado vendrán a postrarse delante de ti, y glorificarán tu Nombre, Señor, porque tú eres grande, Dios mío, y eres el único que hace maravillas. R.

Aleluya        Rom 8, 15
Aleluya. Han recibido el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abbá!, ¡Padre! Aleluya.

Evangelio     Lc 11, 1-4
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos”. Él les dijo entonces: “Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación”.
Palabra del Señor.

Comentario
El Padrenuestro está introducido por una plegaria previa: “Enséñanos a orar”. Es la oración antes de la oración, es la preparación de un espíritu humilde antes de dirigirse al Padre, es la disposición de quien se sabe necesitado de aprender a orar.

Oración introductoria 
Señor, creo y confío plenamente en tu misericordia ante mis debilidades. Permite que este momento de intimidad contigo sea el medio por el cual aprenda a orar, como Tú quieres que lo haga. Dame el don de tu Espíritu Santo, e inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir y cómo debo actuar para que Tú reines en mi corazón. 

Petición 
Padre nuestro, que estás en el cielo, te pido que vengas a mi corazón. 

Meditación 

En el Evangelio del día, los discípulos le piden a Jesús: Señor, enséñanos a orar.... La oración es la gran disciplina del cristiano. Y lo diría el mismo Jesús en el huerto de Getsemaní: Vigilad y orad para que no caigáis en tentación. Él es nuestro mejor entrenador. Hoy, nos ofrece la oración más perfecta, la más antigua y la mejor: el Padre Nuestro. 

En ella, encontramos los elementos que deben caracterizar toda oración de una auténtico cristiano. Se trata de una oración dirigida a una persona: Padre; en ella, alabamos a Dios y anhelamos la llegada de su Reino; pedimos por nuestras necesidades espirituales y temporales; pedimos perdón por nuestros pecados y ofrecemos el nuestro a quienes nos han ofendido; y, finalmente, pedimos las gracias necesarias para permanecer fieles a su voluntad. Todo ello, rezado con humildad y con un profundo espíritu de gratitud. Solo podemos ser verdaderamente hermanos cuando tenemos un mismo Padre en común, y esa es la novedad del cristianismo: somos realmente hijos de Dios porque somos hermanos en Cristo.  Si no reconocemos a Jesucristo como el Verbo encarnado, Hijo del Dios eterno no podemos atribuirnos falsamente la hermandad universal. Somos hijos por el, con el y en el. 

Dios nos trata como hijos, nos comprende, nos perdona, nos abraza y nos ama aun cuando nos equivocamos. Esta relación de hijos con el Señor debe crecer, ser alimentada cada día con la escucha de su Palabra, la oración, la participación en los sacramentos y la práctica de la caridad. Comportémonos como hijos de Dios, sin desanimarnos por nuestras caídas, sintiéndonos amados por Él, sabiendo que Él es nuestra fuerza. Porque Él siempre es fiel. 

Rezar como cristianos supone ponernos en una situación donde vemos a Dios como padre y le hablamos como sus hijos: «Me has escrito: ‘Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?’. —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse!’».

Cuando los hijos hablan con sus padres se fijan en una cosa: transmitir en palabras y lenguaje corporal lo que sienten en el corazón. Llegamos a ser mejores mujeres y hombres de oración cuando nuestro trato con Dios se hace más íntimo, como el de un padre con su hijo. De eso nos dejó ejemplo Jesús mismo. Él es el camino.

Ser cristianos no se reduce sólo a cumplir los mandamientos, es ser de Cristo, pensar, actuar, amar como Él, dejando que tome posesión de nuestra existencia para que la cambie, la trasforme, la libere de las tinieblas del mal y del pecado. A quien nos pida razón de nuestra esperanza, mostrémosle a Cristo Resucitado y hagámoslo con el anuncio de la Palabra, pero sobre todo con nuestra vida de resucitados. Porque nosotros también por el bautismo hemos resucitado, como Cristo. 

Y, si acudes a la Virgen, maestra de oración, ¡qué fácil te será! De hecho, «la contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial (...). Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo»

Ojalá que sea, el Padre Nuestro, la oración de todas nuestras familias pero, sobre todo, el reflejo de nuestras vidas como cristianos y discípulos de Jesucristo. 

Propósito 
Ofrecer a Dios cumplir su voluntad con el rezo meditado del Padre nuestro. 

Diálogo con Cristo
Señor, te pido que me ayudes a vivir siempre unido a Ti en mi oración, sabiendo que no es lo que diga sino cómo lo diga, lo que importa. Que mi relación contigo no se limite al tiempo que dedico a mi meditación o la celebración de la Eucaristía. Te necesito permanentemente cerca de mí, para no caer en la tentación, para poder vivir auténticamente el amor, para ser un incansable y eficaz discípulo y misionero. 

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