Luz Ivonne Ream en Aleteia:
"En una auténtica intimidad conyugal sentimos la seguridad de mostrarnos tal y como somos porque sabemos que entre nosotros existe amor incondicional"
Sabemos que sexualidad y genitalidad no son lo mismo. Supondría reducir a esta a un plano animal y solo utilizar los genitales para tener sensaciones. La sexualidad va mucho más allá de la sensaciones pues, para que la vivamos en plenitud y nos conduzca a la felicidad, debemos involucrar el amor, la inteligencia, la voluntad y los afectos.
Para que la unión sexual sea plena debe cumplir con su doble finalidad: unitiva y procreativa. Este acto, donde nos hacemos uno en cuerpo y nuestros espíritus se fusionan, nos debe servir para unirnos más en el amor, para crecer en él como esposos, amantes, amigos, compañeros de vida y también para disfrutar del fruto (que no el fin último) de esa entrega: el placer.
Si no estamos alcanzando este fin unitivo, si al tener relaciones íntimas eso no me une más ti, quiere decir que hay algo que deba atender. Quizá conviene reflexionar sobre nuestro concepto de la sexualidad. Puedes leer “¿Cuál es tu visión de la sexualidad?”
Para aclararlos un poco. No se trata solo de “vamos a ponernos y acaba pronto”, como dicen muchas mujeres, o de no participar en esa entrega, sino de que ambos disfrutemos como un regalo de amor que somos el uno para el otro.
Nuestro cuerpo es vehículo de expresión del alma y de lo que esta está llena. Es decir, con todo nuestro cuerpo le manifestamos nuestros sentimientos a una persona, lo que significa para nosotros, lo que la amamos.
Nuestro cuerpo habla. Si nos encontramos con alguien a quien queremos mucho no nos quedamos parados y solo le verbalizaremos un “te amo”. Por el contrario, corremos a abrazarla, a tocarla, a hacerle sentir con palabras y caricias lo que sentimos por ella, lo que significa para nosotros.
Al papá, nos colgamos de su cuello, le besamos la mano, la frente… A la mamá, la llenamos de besos y no le soltamos la mano. Al hijo, le arrancamos los cachetes y no queremos despegar nuestras manos de su cara. A la amiga, la besamos en la mejilla. Al amigo triste le cubrimos con nuestros brazos para hacerle sentir nuestra empatía, apoyo y le palmeamos la espalda para consolarlo.
Pero, por muchas caricias respetuosas que nos intercambiemos, al único ser de esta vida que le daremos absolutamente todo nuestro cuerpo por amor como la expresión de la entrega de todo nuestro ser es al amor de nuestra vida.
Es decir, nuestros cuerpos son un regalo compartido. Con nuestro ser -mente, cuerpo y espíritu- manifestamos cuánto nos amamos y sin necesidad de palabras renovamos nuestros votos matrimoniales. Hacemos nuevas las intenciones de entregarnos y aceptarnos con la libertad, la totalidad y la fidelidad con la que nos prometimos el primer día.
En esa entrega maravillosa nos perdemos los dos para hacernos uno. Este es uno de los milagros de la sexualidad, unirnos de tal forma hasta volvernos uno solo, espiritualmente hablando.
El pudor de dos también se vuelve uno, tanto que no nos da vergüenza mostrarnos desnudos uno frente al otro porque entre nosotros no hay morbo ni lujuria, sino amor. Eso no quiere decir que no haya pudor, sino que sentimos seguridad de mostrarnos tal y como somos porque sabemos que entre nosotros existe amor incondicional.
De toda la creación somos los únicos seres diseñados para comunicar amor con nuestros cuerpos, los animales no tienen esa capacidad. De hecho, las relaciones sexuales entre animales es una relación fugaz, rápida y normalmente se da en los períodos fértiles de la hembra. A ellos les conecta una espalada con un frente. En cambio, las personas estamos diseñadas para que esa relación pueda llevar un tiempo y nos conectamos de la manera natural fisiológica, cara a cara.
Podemos tener relaciones íntimas tanto en período fértil como estéril -la mujer-. Eso quiere decir que la sexualidad humana no solo está trazada para estar abiertos a la vida y a la procreación, sino para que sirva como alimento del amor de los esposos. Para mejorar nuestra vida íntima hay que educarnos en el respecto y hacer los cambios pertinentes con el fin de vivir una sexualidad plena.
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