OFICIO DE LECTURA - MARTES DE LA SEMANA XXIX - TIEMPO ORDINARIO
De la Feria.
SEGUNDA LECTURA
De la Feria.
SEGUNDA LECTURA
De las Instrucciones de san Columbano, abad (Instrucción 12, Sobre la compunción, 2-3: Opera, Dublín 1957, pp. 112-114)
LUZ PERENNE EN EL TEMPLO DEL PONTÍFICE ETERNO
¡Cuán dichosos son aquellos siervos, a quienes el amo a su llegada encuentra velando! Feliz aquella vigilia en la cual se espera al mismo Dios y Creador del universo, que todo lo llena y todo lo supera.
¡Ojalá se dignara el Señor despertarme del sueño de mi desidia, a mí, que, aun siendo vil, soy su siervo! ¡Ojalá me inflamara en el deseo de su amor inconmensurable y me encendiera con el fuego de su divina caridad!; resplandeciente con ella, brillaría más que los astros y todo mi interior ardería continuamente con este divino fuego.
¡Ojalá mis méritos fueran tan abundantes que mi lámpara ardiera sin cesar, durante la noche, en el templo de mi Señor e iluminara a cuantos penetran en la casa de mi Dios! Concédeme, Señor, te lo suplico en nombre de Jesucristo, tu Hijo y mi Dios, un amor que nunca mengüe, para que con él brille siempre mi lámpara y no se apague nunca y sus llamas sean para mí fuego ardiente y para los demás luz brillante.
Señor Jesucristo, dulcísimo Salvador nuestro, dígnate encender tú mismo nuestras lámparas para que brillen sin cesar en tu templo y de ti, que eres la luz perenne, reciban ellas la luz indeficiente con la cual se ilumine nuestra oscuridad y se alejen de nosotros las tinieblas del mundo. Te ruego, Jesús mío, que enciendas tan intensamente mi lámpara con tu resplandor que, a la luz de una claridad tan intensa, pueda contemplar el santo de los santos que está en el interior de aquel gran templo, en el cual tú, Pontífice eterno de los bienes eternos, has penetrado; que allí, Señor, te contemple continuamente y pueda así desearte, amarte y quererte solamente a ti, para que mi lámpara, en tu presencia, esté siempre luciente y ardiente.
Te pido, Salvador amantísimo, que te manifiestes a nosotros, que llamamos a tu puerta, para que, conociéndote, te amemos sólo a ti y únicamente a ti; que seas tú nuestro único deseo, que día y noche meditemos sólo en ti y en ti únicamente pensemos. Alumbra en nosotros un amor inmenso hacia ti, cual corresponde a la caridad con la que Dios debe ser amado y querido; que esta nuestra dilección hacia ti invada todo nuestro interior y nos penetre totalmente, y hasta tal punto inunde todos nuestros sentimientos que nada podamos ya amar fuera de ti, el único eterno. Así, por muchas que sean las aguas de la tierra y del firmamento nunca llegarán a extinguir en nosotros la caridad, según aquello que dice la Escritura: Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor.
Que esto llegue a realizarse, al menos parcialmente, por don tuyo, Señor Jesucristo, a quien pertenece la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO Is 60, 19-20
R. Ya no será el sol tu luz en el día, ni te alumbrará en la noche la claridad de la luna; * porque el Señor será tu luz perenne, y tu Dios será tu esplendor.
V. Tu sol ya no se pondrá, ni menguará tu luna.
R. Porque el Señor será tu luz perenne, y tu Dios será tu esplendor.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, haz que nuestra voluntad sea siempre dócil a la tuya y que te sirvamos con un corazón sincero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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