La liturgia diaria meditada - Curación de la suegra de Pedro (Lc 4,38-44) 06/09



Miércoles 06 de Septiembre de 2017
De la feria
Verde

Martirologio Romano: En el monasterio de Füssen, en Baviera (Alemania), san Magno, abad (s. VIII). Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa..

Antífona de entrada          Sal. 85, 3. 5
Ten piedad de mí, Señor, porque te invoco todo el día. Tú, Señor, eres bueno e indulgente, rico en misericordia con aquellos que te invocan.

Oración colecta     
Dios todopoderoso, de quien procede todo don perfecto, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes en nosotros lo que es bueno lo conserves constantemente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Te pedimos, Dios nuestro, que esta ofrenda sagrada nos alcance tu bendición salvadora y se cumpla en nosotros lo que celebramos en esta liturgia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sal 30, 20
Qué grande es tu bondad, Señor. Tú la reservas para tus fieles.

O bien:         Mt 5, 9-10
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los cielos.

Oración después de la comunión
Saciados con el pan de la mesa celestial, te suplicamos, Padre, que este alimento de nuestra caridad nos fortalezca y nos impulse a servirte en los hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Col 1, 1-8
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas.
Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo saludan a los santos de Colosas, sus fieles hermanos en Cristo. Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre. Damos gracias a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando sin cesar por ustedes, desde que nos hemos enterado de la fe que tienen en Cristo Jesús y del amor que demuestran a todos los santos, a causa de la esperanza que les está reservada en el cielo. Ustedes oyeron anunciar esta esperanza por medio de la palabra de la verdad, de la buena noticia que han recibido y que se extiende y fructifica en el mundo entero. Eso mismo sucede entre ustedes, desde que oyeron y comprendieron la gracia de Dios en toda su verdad, al ser instruidos por Epafras, nuestro querido compañero en el servicio de Dios. Él es para ustedes un fiel ministro de Cristo, y por él conocimos el amor que el Espíritu les inspira.
Palabra de Dios.

Comentario
Siempre hay motivo para dar gracias en la vida de las comunidades. La fe, la caridad y la esperanza en que viven los integrantes de la Iglesia, es causa de alegría para el apóstol. Estas palabras nos exhortan para que también nosotros veamos y reconozcamos todos los buenos frutos que hay en nuestra comunidad.

Salmo 51, 10-11
R. ¡Confiamos en tu misericordia, Señor!

Yo, como un olivo frondoso en la casa de Dios, he puesto para siempre mi confianza en la misericordia del Señor. R.

Te daré gracias eternamente por lo que has hecho, y proclamaré la bondad de tu nombre delante de tus fieles. R.

Aleluya        Lc 4, 18
Aleluya. El Señor me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos. Aleluya.

Evangelio     Lc 4, 38-44
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. 

Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.
Palabra del Señor.

Comentario
Jesús, el Ungido de Dios, se consagra a toda obra buena. Y hace esta tarea entrando en contacto personal, físico y cercano con las personas. Se inclina sobre la suegra de Pedro e impone las manos sobre los enfermos. Su delicadeza y su ternura en el trato con todos nos reflejan la bondad y el amor de su corazón, y nos dan confianza para acercarnos hasta él con todas nuestras cargas.

Oración introductoria
Señor, yo también estoy buscándote en mi interior. Ayúdame a ver qué es lo que necesito cambiar para que aprecie y valore más tu presencia en mi vida. Yo también estoy enfermo, te pido que en esta oración te dignes hacer algo por mí. Creo en Ti, confío en Ti y te amo.

Petición
Jesús, dame la humildad para saber reconocer tu presencia en mi vida. 

Meditación

Hoy nos encontramos ante un claro contraste: la gente que busca a Jesús y Él que cura toda “enfermedad” (comenzando por la suegra de Simón Pedro); a la vez, «salían también demonios de muchos, gritando» (Lc 4,41). Es decir: bien y paz, por un lado; mal y desesperación, por otro.

No es la primera ocasión que aparece el diablo “saliendo”, es decir, huyendo de la presencia de Dios entre gritos y exclamaciones. Recordemos también el endemoniado de Gerasa (cf. Lc 8,26-39). Sorprende que el propio diablo “reconozca” a Jesús y que, como en el caso del de Gerasa, es él mismo quien sale al encuentro de Jesús (eso sí, muy rabioso y molesto porque la presencia de Dios perturbaba su vergonzosa tranquilidad).

¡Tantas veces también nosotros pensamos que encontrarnos con Jesús es un estorbo! Nos estorba tener que ir a Misa el domingo; nos inquieta pensar que hace mucho que no dedicamos un tiempo a la oración; nos avergonzamos de nuestros errores, en lugar de ir al Médico de nuestra alma a pedirle sencillamente perdón... ¡Pensemos si no es el Señor quien tiene que venir a encontrarnos, pues nosotros nos hacemos rogar para dejar nuestra pequeña “cueva” y salir al encuentro de quien es el Pastor de nuestras vidas! A esto se le llama, sencillamente, tibieza.

Hay un diagnóstico para esto: atonía, falta de tensión en el alma, angustia, curiosidad desordenada, hiperactividad, pereza espiritual con las cosas de la fe, pusilanimidad, ganas de estar solo con uno mismo... Y hay también un antídoto: dejar de mirarse a uno mismo y ponerse manos a la obra. Hacer el pequeño compromiso de dedicar un rato cada día a mirar y a escuchar a Jesús (lo que se entiende por oración): Jesús lo hacía, ya que «al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario» (Lc 4,42). Hacer el pequeño compromiso de vencer el egoísmo en una pequeña cosa cada día por el bien de los otros (a eso se le llama amar). Hacer el pequeño-gran compromiso de vivir cada día en coherencia con nuestra vida cristiana.

¡Qué grande es el Corazón de Cristo! Qué paciente, las veinticuatro horas del día, sin pedir nada a cambio. La Palabra ablanda cualquier corazón, aunque sea más duro que las piedras.. Le apasionaba su misión. Sabía que tenía que aprovechar los tres años de vida pública y no se permitió ni un momento de reposo.

Esto nos enseña a tomarnos en serio nuestra vida. El tiempo que Dios nos ha concedido no puede tirarse a la basura con entretenimientos estériles. Hay mucho que hacer, y algún día nos pedirán cuentas de lo que hayamos hecho. Seguro que tienes varias tareas pendientes que están esperando su momento. ¿Y cuando llegará? Quién sabe.

Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. 

Éste es Jesús. Éste es su corazón atento a todos nosotros, que ve nuestras debilidades, nuestros pecados. El amor de Jesús es grande. Y, así, entra en Jerusalén con este amor, y nos mira a todos nosotros. 

También nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida. 

Propósito
Consolar a una persona enferma, más que con palabras, con mi cercanía serena y sincera. 

Diálogo con Cristo
Señor, gracias por venir a mi casa en esta oración. Estoy agradecido por la atención personal que me das, especialmente cuando estoy enfermo y necesitado de tu gracia. Quiero corresponder rápidamente, como lo hizo la suegra de Pedro, sirviendo con alegría y prontitud a todos mis hermanos. El mundo está enfermo, muchos tienen una gran necesidad de Ti. Te ofrezco ser generoso y compartir la fuerza de tu presencia en mi vida.

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19:53

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