Las personas de ideas conservadoras representan el 36% de la población de EE.UU., pero son apenas el 10% del personal docente en las facultades de ciencias sociales y humanidades de las universidades norteamericanas. Sobre ello reflexiona Arthur C. Brooks, presidente del American Enterprise Institute (AEI), en un artículo publicado en el New York Times.
Lo hace, dice, “en estos días en que las noticias están llenas de historias sensacionalistas sobre tumultos violentos en los campus para acallar a conferenciantes conservadores, y sobre asustadas autoridades universitarias que tratan a los alborotadores con guantes de seda”.
“Tales historias –añade– ofrecen un excelente argumento a los críticos ansiosos por condenar la cultura universitaria. Pero creo que estos se distraen de un problema intelectual más fundamental y sutil en los campus modernos: la profunda alienación de los profesores que no comulgan con los criterios políticos en boga y que, como consecuencia, son tratados como outsiders”.
Según explica, por lo general estos docentes tienen escasa esperanza de progresar hacia puestos directivos en la universidad. Y señala que algunas personas lo consideran normal, como lo es, por ejemplo, que una Iglesia cristiana solo admita a su clero a quienes se adhieren a la fe y la doctrina que profesa. “Pero esta discriminación es legítima solo cuando afecta la misión central de una organización” –en este caso, la universidad–. “¿Debe incidir la filosofía política de los profesores en cómo son de bienvenidos o en sus posibilidades de dirigir departamentos e instituciones? Solamente si la finalidad principal de la universidad es más política que académica”.
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