La liturgia diaria meditada - Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos (Mt 19, 30-20, 16) 24/09


Domingo 24 de Septiembre de 2017
Domingo 25° durante el año
Verde.
Semana I para el Salterio.

(Domingo Bíblico Nacional. Nuestra Señora de la Merced).

A comienzos del siglo XIII, numerosos cristianos cayeron prisioneros de los sarracenos con peligro de perder su fe. La santísima Virgen María, apareciéndose a san Pedro Nolasco, a san Raimundo de Peñafort y al rey Jacobo de Aragón, les dijo que sería de sumo agrado suyo y de su Hijo la institución de una Orden religiosa en su honor con el fin de liberar a los caídos en poder de los infieles. Así, fundaron la Orden de los cautivos, los miembros de la cual se obligaron con voto a permanecer en poder de los infieles, si ello fuese necesario para la liberación de los cristianos.

Monición    

Guía 1: Toda la evangelización está fundada sobre la Palabra, escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Por eso hoy, denominado “Domingo Bíblico”, como comunidad reunida, elevamos con alegría nuestra acción de gracias por todas las actividades de difusión de la Palabra de Dios por todo el mundo.

Guía 2: La invitación del Papa a celebrar la Palabra un domingo del año litúrgico, es un gran desafío para renovar nuestro compromiso cristiano en favor del conocimiento, la profundización y difusión de la Sagrada Escritura. Este Día del Señor, dedicado enteramente a la Palabra de Dios, es un don que nos llama a abrir el corazón, para comprender la inagotable riqueza que proviene de ese diálogo constante entre Dios y su pueblo.

Oración colecta    
Dios nuestro, que estableciste el fundamento de la ley divina en el amor a ti y al prójimo, concédenos que, cumpliendo lo que mandas, merezcamos alcanzar la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración de los fieles       
Elevemos nuestras intenciones como respuesta a la Palabra de Dios que hemos compartido. Digamos con fe:

Señor, haz que siempre escuchemos tu voz.

1. Por la Iglesia, depositaria de la Palabra de Dios, para que siempre la anuncie con alegría a todos los pueblos del mundo. Oremos.

2. Por todos los pastores, sacerdotes, catequistas y agentes pastorales que trabajan en la Viña del Señor, para que sigan enseñando la Palabra, especialmente con el ejemplo de sus vidas. Oremos.

3. Por nuestras familias, para que podamos compartir con ellas el anuncio que recibimos de Dios, y sus relaciones se afiancen entre sí y con el Señor. Oremos.

4. Por los que no te conocen, para que nosotros podamos transmitirles tu Palabra y contagiar la experiencia de tu amor. Oremos.

5. Por los que padecen necesidades, por los que añoran su patria o viven lejos de sus hogares, para que experimenten el consuelo y la fortaleza de Dios.  Oremos.

Presentación de las ofrendas    
Nos ofrecemos al Padre junto a Jesús, como hostias vivas y agradables, también presentamos los frutos de nuestro trabajo. Para que en los signos de pan y vino nuevamente Jesús, como en la tarde de Emaús se quede junto a nosotros, y él nos fortalezca con su alimento divino para que podamos acercarnos al hermano pobre y desprotegido.

Oración sobre las ofrendas       
Acepta con bondad, Señor, las ofrendas de tu pueblo, y, por medio de este sacramento celestial, haz que se haga vida en nosotros cuanto proclamamos por la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Procesión de comunión   
Este es Jesucristo, el Señor, que se da a sí mismo gratuitamente tanto al fuerte como al débil. Dichosos nosotros que trabajamos en su Viña, porque él es nuestra vida y alegría.

Antífona de comunión      Sal 118, 4-5
Tú promulgaste tus mandamientos para que se cumplieran íntegramente. Ojalá yo me mantenga firme en la observancia de tus preceptos.

Oración después de la comunión
Te pedimos, Padre, que acompañes siempre con tu auxilio a los que alimentas con tus sacramentos, para que en estos misterios recibamos los frutos de la redención y la conversión de nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Saludo de despedida         
Queridos hermanos, con la gozo de haber escuchado la Palabra y de habernos alimentado con el Pan Eucarístico, nos vamos con el compromiso de seguir leyendo la Sagrada Biblia y de ponerla en práctica en nuestra vida cotidiana. ¡Nos despedimos cantando con alegría!

Liturgia de la Palabra
La generosidad de Dios sobrepasa nuestro razonamiento humano. Da a todos una oportunidad para entrar en su reino; nos permite participar en su vida, no porque lo merezcamos, sino porque él es bueno. Recibamos el sublime tesoro de la Palabra revelada.

1ª Lectura    Is 55, 6-9
Lectura del libro de Isaías.
¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva al Señor, y él le tendrá compasión; a nuestro Dios, que es generoso en perdonar. Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
Palabra de Dios.

Comentario
El encuentro con Dios depende de nuestra actitud y disponibilidad. No hay un solo momento en el que Dios no se deje encontrar, porque en verdad no se oculta. Quizás somos nosotros los que postergamos un encuentro profundo y sanador con él.

Sal 144, 2-3. 8-9. 17-18
R. El Señor está cerca de aquellos que lo invocan.

Día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable! R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. R.

El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad. R.

2ª Lectura    Flp 1, 20b-26
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos.
Hermanos: Estoy completamente seguro de que ahora, como siempre, sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo. Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir. Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo. Tengo la plena convicción de que me quedaré y permaneceré junto a todos ustedes, para que progresen y se alegren en la fe. De este modo, mi regreso y mi presencia entre ustedes les proporcionarán un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.

Comentario
¿Cómo la muerte puede ser una ganancia? ¿Qué tiene de beneficioso morir? Para Pablo, la muerte de Cristo nos ha liberado del pecado y de todas sus consecuencias. Es una libertad que nos da una vida nueva, es decir, un nuevo modo de vivir, de relacionarnos entre nosotros y de buscar nuestra plenitud. La muerte de Cristo es, en verdad, lo que nos ha dado vida.

Aleluya        Cf. Hech 16, 14b
Aleluya. Señor, toca nuestro corazón, para que aceptemos las palabras de tu Hijo. Aleluya.

Evangelio     Mt 19, 30 - 20, 16
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: “Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros. 

Porque el reino de los cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?’. Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros’. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. 

Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’. El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’. 

Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.
Palabra del Señor.

Comentario
Dios es desconcertante. Nosotros medimos las cosas de la vida con lógica humana: sumamos los puntos para merecer la salvación. Pero, por el contrario, él decide darla como puro derroche. Él tiene una bondad que no deja a nadie afuera. Su reino es comunión de amor, donde no hay “más” o “menos” según los cálculos humanos, sino que para todos hay plenitud.

Oración introductoria
Señor Jesús, Tú sabes que es lo que más me conviene. Cuenta conmigo, llámame, a la hora que quieras, para trabajar en tu viña. Tú eres fiel a tu Palabra y estás más interesado que yo en mi bien espiritual, por eso confío plenamente en Ti. Quiero escuchar tu voz. Habla, Señor, estoy a la escucha.

Petición
Señor, quiero trabajar por Ti, quiero desgastarme por Ti, quiero poner todo lo que soy a tu servicio. Ilumíname para saber cómo y dónde servirte. 

Meditación 

Nos cuesta entender que los caminos del Señor son distintos a los nuestros. Dios se presenta como un amo generoso que no funciona por rentabilidad, sino por amor gratuito e inmerecido. Esta es la buena noticia del evangelio. Pero nosotros insistimos en atribuirle el metro siempre injusto de nuestra humana justicia. En vez de parecernos a él intentamos que él se parezca a nosotros con salarios, tarifas, comisiones intereses y porcentajes. Queremos comerciar con él y que nos pague puntualmente el tiempo que le dedicamos y que prácticamente se reduce al empleado en unos ritos sin compromiso y unas oraciones sin corazón. Con una mentalidad utilitarista, muy propia de nuestro tiempo, preguntamos: ¿Para qué sirve ir a misa, si Dios nos va a querer igual? Así evidenciamos que no hemos tenido la experiencia de que Dios nos quiere y no reaccionamos en consecuencia amándole también más por encima de leyes y medidas. Dios es gratuito. Vemos absurdo y hasta injusto ser queridos todos por igual. ¡A cada uno lo suyo!, decimos como quien da un argumento incontestable con tono de protesta sindical ante Dios. Olvidamos que la gracia ha sustituido a la ley, que la misericordia y el amor es lo único importante para Dios. Imitemos su ejemplo también nosotros.
  
Y Jesús nos quiere enseñar que nuestra relación con Dios no se funda en un contrato laboral sino en un lazo filial, que no somos asalariados, sino hijos y por tanto hermanos. Hijos únicos que ocupamos en el corazón de Dios un hueco que nadie llenar ni reemplazar. Pero no sólo yo. Sino cada uno de mis hermanos. Lo mismo el que trabajó siempre fielmente en la viña del Padre, como el que llega a última hora a trabajar. Lo mismo san Juan, el predilecto del Señor, que San Dimas el buen ladrón. Dios no será nunca injusto con nadie, pero además será infinitamente misericordioso con todos.

Extraña en cuanto que, su bondad, es ilimitada, va contracorriente. Rara en cuanto que su forma de proceder deja, nos deja, desconcertados a todos aquellos que solemos ofrecer o repartir en la medida que nos dan.

¿Cuál es la diferencia entre la ternura de Dios y la humana? La diferencia es  que El es la bondad personificada mientras que, nosotros, miramos primero a las personas y luego cuantificamos y dosificamos el bien que podemos realizar. Aquello de “haz el bien sin mirar a quien” sólo lo lleva hasta su extremo más radical el Señor. Nosotros, al seguir a Jesús, es cuando nos damos cuenta que el criterio que seguimos es muy distinto al utilizado por el Dios que se trasluce en la parábola de este domingo.

Tenemos que dar gracias a Dios por muchísimas razones:

-  Primero: se ha fijado en nosotros. Podría haber pasado perfectamente de largo. Pero, desde el día de nuestro Bautismo, fuimos injertados en El y, desde entonces, intentamos amarle, seguirle y servirle con todas nuestras fuerzas.

-  Segundo: nos ha llamado para algo. Nadie de los que estamos en esta Eucaristía puede decir aquello de “yo no valgo para nada”. Todos podemos hacer algo por ese Alguien que es Jesús. Todos tenemos un puesto, un carisma. 

-  Tercero: nos envía a cuidar lo más sagrado. En tiempos de sequía es cuando, el agua, más se valora. Hay una viña que todos hemos de cuidar con pasión y con interés: la fe. La oración, la escucha de la Palabra de Dios, la caridad… hacen que nuestra viña, la fe, sea rica y fuerte.

Demos gracias a Dios de todo corazón. Porque, a pesar de ser tan especial –a la hora de entender la justicia–, el reparto de su bondad….sabemos que somos unos privilegiados por haber sido tocados, llamados y enviados por El.

Demos gracias a Dios porque llevar una vida según Cristo es difícil, a veces imposible pero merece la pena intentarlo. ¿Cómo? Reduciendo la distancia que existe entre nuestro “yo” y ese lugar en el cual el Señor nos necesita. Nuestra paga, nuestra gratificación  será la satisfacción del deber cumplido y del habernos sentidos elegidos para ser colaboradores e instrumentos del Señor. Lo contrario, el mirar qué hacen o lo dan a los otros, produce pérdida de coraje en nuestro trabajo.

Oración introductoria
Señor Jesús, Tú sabes que es lo que más me conviene. Cuenta conmigo, llámame, a la hora que quieras, para trabajar en tu viña. Tú eres fiel a tu Palabra y estás más interesado que yo en mi bien espiritual, por eso confío plenamente en Ti. Quiero escuchar tu voz. Habla, Señor, estoy a la escucha.

Propósito
Renunciar a los sentimientos de descontento y saber agradecer diariamente a Dios, los talentos que me ha dado. 

Diálogo con Cristo 
Señor, que diferente es tu justicia a la del mundo. Mezquinamente busco la recompensa de lo que hago por el bien de los demás, olvidando que eso que creo que es extraordinario, es simplemente mi obligación. Tú eres infinitamente misericordioso y me colmas con la gratuidad de tus dones. Dame lo único que necesito, la gracia de salir de esta oración decidido a darlo todo por tu causa; a vencer el miedo, la rutina y los cálculos egoístas. 

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11:02

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