Me gusta mucho esta foto. El padre Pío era detestado por gente de lejos, gente de lejos pero importante: ambicioso, ególatra, presuntuoso, amante del dinero. Y, sin embargo, era querido con todo el corazón por los hermanos con los que convivía. Salvo por el superior, enviado directamente desde Roma.
Curiosa paradoja: detestado por los de lejos, amado por los de cerca. Cuanto más se le castigó, más amado fue por sus hermanos. La foto que muestro lo dice todo. Las caras hablan mejor que largos discursos.
El padre Pío no hubiera podido ser más venerado en vida de lo que ya fue. La gente sencilla de los alrededores y sus hermanos capuchinos no precisaron de ningún proceso de canonización para llegar a esa convicción.
El proceso de canonización era vivir con él día a día. Frente a eso, ningún documento con sellos y firmas podía nada. En verdad que sobre el padre Pío estaba el sello de Dios y la firma de su propia Mano.
Publicar un comentario