Es el gran argumento de todo tránsfuga. Cada vez que un político cambia de chaqueta lo hace por fidelidad a sí mismo. Salvo rarísimas excepciones, suele pasar de concejal sin cartera a teniente de alcalde, concejal de urbanismo, de gobierno o de hacienda. Rarísimo que por fidelidad a sus principios un concejal deje una concejalía sustanciosa para ir a la oposición y ser la nada. Fiel a sí mismo. A sus principios. Es decir, a los suyos, y como son suyos, como Groucho Marx, los cambia cuando quiere.
Yo tengo mis reticencias a la gente fiel a sí misma. Pongo algún ejemplo. Si un hombre decide casarse con una mujer, le pido que sea fiel a su mujer, a su proyecto de vida, a su compromiso. No a sí mismo. A ella evidentemente le pediría lo mismo. Otro ejemplo. Si me llega a la parroquia alguien y se me ofrece como catequista y se presenta como alguien fiel a sí mismo, directamente le digo no. En la parroquia no quiero catequistas fieles a sí mismos sobre todo si no me lo explican muy bien. Quiero catequistas fieles a Cristo, a la iglesia, y al compromiso adquirido con la formación de los niños. Y un servidor, que en la ordenación sacerdotal prometió servir fielmente a la gente y además obedecer a su obispo, lo que tiene que hacer es ser fiel a sus promesas. Yo no sé distinguir entre fidelidad a mí mismo, a Cristo y a la iglesia. Es más, yo soy fiel a mí mismo cuando estoy a disposición de mi obispo y cuido de mi parroquia tal y como me pide la iglesia.
¿Y eso no es renunciar a la libertad, a la conciencia, a los principios? En absoluto. Libremente prometí obedecer. Libremente acepté ser sacerdote como me pide la iglesia. Libremente asumí compromisos. Y para siempre. Y eso para mí no es revocable. Y cuanto más obedezco, más estoy siendo fiel a mi libertad. Es como un trabalenguas, pero real.
Cuesta el compromiso y más definitivo. Los políticos se cambian de chaqueta. Los principios se mudan sin problema. Y al final el peligro es el de convertirse cada uno en su propia medida. Y ser uno juez y parte está muy feo. Y peligroso. La grandeza del ser humano está en comprometerse libremente con las cosas que merecen la pena. Y saber mantener ese compromiso por encima de todo.
Para mí fiel a sí mismo es el que mantiene la fidelidad a sus compromisos libremente adquiridos. El que cambia de opiniones, el que evoluciona hacia la concejalía que más calienta, el que sabe estar siempre junto al sol que más calienta, el que cambia el discurso según las circunstancias, no es fiel a sí mismo… es un chaquetero, alguien de quien no fiarse. Y no es lo mismo. Aunque lo disfrace aprovechando que estamos en un carnaval permanente.
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