23 de septiembre.

SAN PIO DE PIETRELCINA,
FRANCISCANO CAPUCHINO.
1887-1968

Modelo de sacerdote. Ofreció su vida a Dios como víctima por la conversión de los pecadores. Atrajo a multitudes para Cristo. 

“Solo quiero ser un fraile que reza…”

“Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración… La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón…” -Padre Pío

 

CRONOLOGÍA DEL P. PÍO

1887 – 25 mayo:        Nace en Pietrelcina, Italia
1903 – 6 enero:          Edad 15 años. Entra al noviciado franciscano OFM cap en Morcone.
1904 – 22 enero:        Profesa como franciscano
1910 – 10 agosto:      Ordenación sacerdotal en Benevento
1918 – 20 septiembre:Recibe las estigmas, (llagas de Jesucristo)
1923 – 1933               Le fue prohibido celebrar misa en público y comunicación con
sus hijos espirituales; víctima de calumnias.

1947                        Comienzan los grupos de oración del Padre Pío.
1956 – 5 mayo:          Inauguración de la Casa Sollievo della Sofferenza (alivio del sufrimiento)
1968 – 23 septiembre:Fallece en San Giovanni Rotondo
1998 – 21 de diciembre: Reconocimiento de milagro
1999 – 2 de mayo:      Beatificación
2001 – 20 de diciembre: Reconocimiento de 2º milagro
2002 – 16 junio:          Canonización en el Vaticano


Biografía breve
El Padre Pío es uno de los más grandes místicos de nuestro tiempo. Nos enseñó el amor radical al corazón de Jesús y a su Iglesia. Su vida era oración, sacrificio, pobreza.

Sacerdote capuchino. Celebró su primera misa el 10 de Agosto de 1910. Ocho años más tarde, el 20 de Septiembre de 1918, aparecieron visiblemente las llagas de Nuestro Señor en sus manos, pies y costado izquierdo del pecho, haciendo del P. Pío el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia  (San Francisco Asís no era sacerdote).

Fue heróico en su apostolado sacerdotal, que duró 58 años. Grandes multitudes, de todas las nacionalidades, pasaron por su confesionario. Las conversiones fueron innumerables. Diariamente recibía centenares de cartas de fieles, que pedían su consejo iluminado y su dirección espiritual, la cual ha siempre significado un retorno a la serenidad, a la paz espiritual y al coloquio con Dios.

Famoso confesor. El Padre Pío pasaba hasta 16 horas diarias en el confesionario.  Algunos debían esperar dos semanas para lograr confesarse con él, porque el Señor les hacía ver por medio de este sencillo sacerdote la verdad del evangelio. Su vida se centraba en torno a la Eucaristía.Sus misas conmovían a los fieles por su profunda devoción.
Amante de la Santísima Virgen

Toda su vida no ha sido otra cosa que una contínua oración y penitencia, lo cual no impedía que sembrase a su alrededor felicidad y gran alegría entre aquellos que escuchaban sus palabras, que eran llenas de sabiduría o de un extraordinario sentido del humor. A través de sus cartasal Confesor se le descubren insospechables y  tremendos sufrimientos espirituales y físicos, seguidos de una dicha inefable derivada de su íntima y contínua unión con Dios 

Llegaban a verle multitud de peregrinos de todo el mundo y además recibía numerosas cartas pidiendo oración y consejo.

El Papa Juan Pablo II, en 1947, cuando era un sacerdote recién ordenado fue a visitar al Padre Pío y quedó profundamente impresionado por su santidad. Ya siendo Papa visitó su tumba.

Dones extraordinarios:

Discernimiento extraordinario: la capacidad de leer los corazones y las conciencias.
Profecía: Pudo anunciar eventos del futuro.
Curación: curas milagrosas por el poder de la oración.
Bilocación: estar en dos lugares al mismo tiempo.
Perfume: la sangre de sus estigmas tenían fragancia de flores.
Estigmas: Recibió los estigmas el 20 de septiembre, 1918 y los llevó hasta su muerte 50 años después (23 de septiembre, 1968). Los médicos que observaron los estigmas del Padre Pío no pudieron hacer cicatrizar sus llagas ni dar explicación de ellas. Calcularon que perdía una copa de sangre diaria, pero sus llagas nunca se infectaron.  El Padre Pío decía que eran un regalo de Dios y una oportunidad para luchar por ser más y más como Jesucristo Crucificado.

Muerte. El Señor lo llamó a recibir el premio celestial el 23 de Septiembre de 1968. Tenía 81 años. Durante 4 días su cuerpo fue expuesto ante millares de personas que formaban una enorme columna que no conoció interrupción hasta el momento del funeral, al cual asistieron mas de cien mil personas.

Millones visitan su tumba en la Cripta del Santuario de Ntra. Sra. de las Gracias en San Giovani Rotondo. El número de peregrinos continúa aumentando.

Los preliminares de su Causa se iniciaron en Noviembre de 1969.
Fue declarado venerable el 18 de Diciembre de 1997.
Beatificado el 2 de mayo de 1999.  Tan grande fue la multitud en la misa de beatificación que desbordaron la Plaza de San Pedro y toda la Avenida de la Conciliación hasta el río Tiber sin ser estos lugares suficiente.  Millones además lo contemplaron por la televisión en el mundo entero.
Canonizado el 16 de junio de 2002.

Su beatificación y su canonización fueron las de mayor asistencia en la historia. La plaza de San Pedro y sus alrededores no pudieron contener las multitudes.

El Padre Pío es un poderoso intercesor.  Los milagros se siguen multiplicando. 

El santuario del Padre Pío en San Giovanni Rotondo recibe mas peregrinos cada año que el de Lourdes. Es el segundo santuario mas visitado, después del Tepeyac (Virgen de Guadalupe).

Segunda persecución
Por Enrique Calicó

–Un escándalo sonado. –Milagro viviente.

En los años 60 se produce la segunda persecución. Ya no se le puede acusar de falsario, pues son demasiados los testimonios y los informes médicos. Este segundo acoso vendrá después de poner en marcha sus dos grandes obras y se buscarán otros motivos tales como «el bien de la Orden capuchina» o «el buen sentido de la Iglesia» para disimular los intereses humanos y sus pasiones. Sin embargo, durante las persecuciones no cesarán las curaciones y demás acciones sobrenaturales, cuya abundancia inducirá a algunas autoridades eclesiásticas a una mayor «prudencia y severidad». La nueva serie de vejaciones y de condenas hará exclamar al cardenal Lercaro:

–El Padre Pío una vez más encuentra su configuración con Cristo humillado, perseguido y condenado.

Ya el 3 de mayo de 1952, inesperadamente y sin justificación, el padre Clemente Da Milwaukee, superior de la Orden, había dirigido una carta a todas las casas capuchinas de Italia pidiendo:

«Absténganse de favorecer las peregrinaciones a San Giovanni Rotondo, de difundir escritos y estampas del Padre Pío».

¿Qué lo movía? ¿Prudencia o intereses ocultos?

Al poco, monseñor Girolamo Bortignon, obispo de Padua y también capuchino, prohibió los Grupos de Oración en su diócesis.

Todo aquello era el prólogo de una segunda persecución, la de los años 60.

Un escándalo sonado

Todo empieza por un problema de finanzas llamado «escándalo Giuffrè». El tal Giuffrè prometía unos intereses del 100% a sus inversores, casi todos clérigos provinciales de las órdenes religiosas, que jugaban con créditos baratos obtenidos de sus fieles, y con la diferencia de intereses aspiraban a cubrir los costes de las reconstrucciones y obras nuevas, después del desastre de la guerra.

Al quebrar, pilla de por medio a todos sus acreedores, entre ellos al obispo capuchino de Padua, quien tenía previsto construir un seminario y un hogar para dos mil incurables. En su diócesis había una gran devoción al Padre Pío y era evidente que los fieles si eran generosos con la Casa di Sollievo no lo podían ser también con su obispo y sus proyectos. De esta manera, desaconsejando toda relación con el Padre Pío, con muy buenas palabras en pro de la Iglesia, monseñor Bortignon buscaba conseguir que el dinero de sus fieles fuera para sus proyectos.

La provincia capuchina de Foggia había sido también una de las más afectadas por la quiebra de Giuffrè. Tenía grandes proyectos que realizar, igual que las demás provincias capuchinas. Al encontrarse en una situación desesperada, caen en la tentación de restablecer su situación financiera valiéndose de las arcas del Padre Pío.

Lamentable historia que habla poco en favor de la Orden capuchina, pero no hay que generalizar, pues fue obra de unas personas determinadas que querían cubrir su responsabilidad y se vieron envueltas cada vez más, buscando solucionar su problema, en una situación más y más turbia, pues al no conseguir la desviación de caudales del Padre Pío destinados al hospital, quisieron obligarlo por la fuerza.

El superior general había ido un día a San Giovanni Rotondo para pedir al guardián del convento, el entonces padre Carmelo de Sessano, que animara al Padre Pío para que confiara a Giuffrè los donativos que recibía. Molesto por esa petición, el padre Carmelo le explicó al Padre Pío el sistema Giuffrè y le pidió consejo. El Padre le respondió:

–No veo claro este asunto, no es lícito ni moral.

Razón tenía, pues era usura y además prevaricación al utilizar el dinero de los fieles para otros fines que los recibidos.

S.S. Pío XII opinaba igual y había advertido a obispos y responsables de congregaciones y órdenes religiosas que no mantuvieran relaciones con Giuffrè, pero bien pocos fueron los que obedecieron.

El 17 de agosto de 1958 estalló el «escándalo Giuffrè» a raíz de las denuncias de los prestamistas que ni siquiera habían cobrado los intereses prometidos. Las órdenes, congregaciones u obispados se vieron obligados a devolver a los fieles el dinero prestado y a terminar las construcciones empezadas. Para la mayoría era una situación crítica; para la provincia capuchina de Foggia, un verdadero desastre: debía devolver mil seiscientos millones de liras y sólo disponía de un millón. La única solución, el Padre Pío y su generosidad.

A los pocos meses, el 9 de octubre, S.S. Pío XII entregaba su alma a Dios. Al padre Agostino le debemos esta confidencia del Padre Pío:

–He sentido, padre, todo el dolor de mi alma por la muerte de Su Santidad, pero después el Señor me lo ha mostrado en su gloria.

Milagro viviente

Pero aquí en la tierra se quedaba sin su más eficaz protector. Por otro lado, su salud física continuaba tan débil como siempre, continuamente perdiendo sangre, siguiendo escrupulosamente la regla de su orden y manteniendo la actividad ya descrita a pesar de sus setenta y dos años. Era un «milagro viviente». Salía de una enfermedad para caer en otra. El 25 de abril de 1959 se le diagnosticó bronconeumonía complicada con pleuresía, que le obligó a un reposo absoluto. Nos dice el padre Agostino en su diario:

«El Padre sufre, sufre porque no puede seguir su vida de cada día con su ministerio espiritual para el bien de las almas. Por un micrófono desde su celda sigue las ceremonias que se celebran en la iglesia y después dirige al pueblo unas palabras y da la bendición».

La situación es angustiosa y no mejora a pesar de los esfuerzos médicos y del tiempo de primavera y verano que se disfruta. El mismo día en que el Padre Pío se puso enfermo, el 24 de abril de 1959, llegaba a Italia la imagen de Nuestra Señora de Fátima que era llevada de país en país y de ciudad en ciudad. En su recorrido iba dejando memoria de su mensaje y sus promesas hechas en 1917 a los niños pastores.

El 5 de agosto por la tarde llegó la venerada imagen a San Giovanni Rotondo. El Padre Pío había exhortado a los fieles:

–Abramos nuestros corazones a la confianza y a la esperanza. Viene con las manos llenas de gracias y bendiciones (…) Debemos amar a nuestra Madre celestial con perseverancia y constancia. Hemos de prometérselo y esa Madre no nos abandonará en la pena cuando se vaya de aquí…

El arzobispo y todo el clero de Manfredonia junto con un gran gentío llegado de toda la provincia recibieron a la imagen y la depositaron en la iglesia del convento, donde pasó la noche entre multitud de fieles. Al día siguiente el Padre Pío, muy débil, fue llevado ante la imagen en una silla y pudo, con lágrimas en los ojos, besar los pies de la Señora y colocar un rosario entre sus manos. Por la tarde la imagen fue trasladada a la Casa di Sollievo para finalmente subirla a la terraza del hospital donde esperaba el helicóptero para llevarla a Sicilia. El Padre quiso y pudo verla por última vez desde una ventana, ver cómo se elevaba el helicóptero y daba tres vueltas sobre la muchedumbre y el convento… Entonces el Padre Pío no se pudo contener:

–Madonna, Mamma mía, desde que has entrado en Italia estoy enfermo, ¿ahora te vas y me dejas enfermo?

En el acto sintió un «escalofrío en los huesos» (sic) y dijo a sus hermanos presentes:

–¡Estoy curado!

El 10 de agosto volvía a celebrar de nuevo la misa en la iglesia del convento. Cuando alguien le preguntaba:

–Padre, ¿cómo se encuentra ahora?

–Estoy sano y fuerte como nunca en mi vida –respondía.

Era una gracia concedida por el cielo antes de la tempestad.

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