Resulta paradójico, hace años decidí viajar desde mi casa. Nada me interesaba más que mis viajes literarios, el mundo que me proporcionaba el cine: el mundo pasado, presente y futuro, el mundo interior y social, viajes a mundos reales no existentes y a mundos imaginarios, mundos que pudieron ser, la China del último emperador y la selva paraguaya de los jesuitas del siglo XVII.
Decidí viajar desde el sillón de mi casa: eso me llevó a publicar libros. Y los libros me hicieron viajar: para presentar mis libros, conferencias sueltas, convenciones de varios días... Mis libros me han llevado hasta Hawai en dirección oeste, y hasta Australia en dirección este. Y allá adonde he ido he vuelto a ver que hay árboles, piedras, nubes y más seres humanos. Lo mismo que tenía al salir de casa a pocos metros de mi puerta.
Aun así, los viajes están entre los momentos más felices de mi vida. Por eso me llama la atención que sea yo tan reticente a abandonar mi ciudad. Pero para mí la rutina es la cosa más deseable de la vida.
Aun así, los viajes están entre los momentos más felices de mi vida. Por eso me llama la atención que sea yo tan reticente a abandonar mi ciudad. Pero para mí la rutina es la cosa más deseable de la vida.
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