Treinta indigentes. Treinta sin hogar que malviven de manera habitual en las calles de Barcelona y ante los cuales la iglesia en Barcelona se siente urgida a dar una respuesta. Por lo que vemos en la noticia, en esa respuesta están implicados el arzobispado de Barcelona, la iglesia de Santa Anna, la monja teresiana Vicky Molins, la Fundació Arrels y la congregación de las Germanetes de l’Anyell, con el apoyo del padre Ángel y Mensajeros de la Paz. Es decir, el arzobispado mismo, dos fundaciones, dos congregaciones religiosas. Y entre todos ellos lo único que han sido capaces de aportar para estos treinta indigentes son treinta camastros en una sala capitular y una mesa corrida en una antigua capilla para que haga las veces de comedor. Ignoro cómo tienen resuelto el problema de baños y duchas, prefiero no entrar.
Debe ser que el concepto de dignidad humana que manejan estas instirtuciones consiste en colocar treinta catres en una sala, dotar a cada uno de una silla para dejar las pertenencias de cada cual, y llamar a la prensa para que todo el mundo pueda observar qué buenos somos y cómo cuidamos de los pobres.
Me pregunto si entre el arzobispado de Barcelona, las teresianas, las fundaciones, las órdenes y congregaciones religiosas, lo más que han podido aportar a unas noches de frío ha sido esto, porque si es así, es como para hacérselo mirar. No me creo que no disponga la Iglesia en Barcelona, entre edificios propios del arzobispado y los de propiedad de religiosos y religiosas, un dormitorios, unas duchas, un lugar tan cómodo como discreto donde una persona pueda pasar unos días al menos como un ser humano y conservando su intimidad.
Más aún. Nos cuenta la prensa que el ayuntamiento de Barcelona posee más de 40.000 metros cuadrados de propiedades vacías. Añadimos a esto los metros cuadrados sin utilizar del arzobispado y de las congregaciones religiosas mansculinas y femeninas. Y lo único que tienen, entre todos, para poner a dsposición de los pobres en una noche de invierno, es una sala con treinta catres. Y encima lo sacan en la prensa para que veamos lo buenos que somos, con fotos abundantes en las que ni siquiera se ha respetado el derecho a la intimidad de los que fueron a Santa Anna a pasar la noche.
Los bien pensantes me van a decir que mejor eso que nada y que por qué no lo hago yo. Es como si alguien da una lata de comida de perro a un hombre y me dice que mejor eso que nada. Y yo no lo hago entre otras cosas porque en la parroquia no tenemos infraestructura para eso. Hacemos otras cosas para las que sí estamos capacitados.
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