Miles de peregrinos han estado a las 12 del mediodía en la Plaza de San Pedro para asistir al rezo del Ángelus del Papa Francisco en este último domingo de julio, festividad de San Joaquín y Santa Ana, abuelos del Niño Jesús y padres de la Virgen.
Francisco reflexionó sobre el Pasaje de San Juan de este día, en el que Cristo sacia a la multitud, multiplicando los panes y los peces. Al final recordó la JMJ de 2016 en Cracovia y oró por los secuestrados en Siria.
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
El Evangelio de este domingo (Jn 6, 1-15) presenta el gran signo de la multiplicación de los panes, en la narración del evangelista Juan. Jesús se encuentra en la orilla del lago de Galilea, y está rodeado por “una gran multitud”, atraída por los “signos que hacía curando a los enfermos” (v. 2).
En Él actúa el poder misericordioso de Dios, que cura todo mal del cuerpo y del espíritu. Pero Jesús no es un sanador, es también maestro: en efecto sube al monte y se si sienta, en la típica actitud del maestro cuando enseña: sube sobre aquella “cátedra” natural creada por su Padre celestial. Llegado a este punto Jesús, que sabe bien lo que está por hacer, pone a la prueba a sus discípulos.
¿Qué hacer para dar de comer a toda aquella gente? Felipe, uno de los Doce, hace un rápido cálculo: organizando una colecta, se podrán recoger, al máximo, doscientos denarios para comprar el pan que, sin embargo, no alcanzaría para dar de comer a cinco mil personas.
Los discípulos razonan en términos de “mercado”, pero Jesús, a la lógica del comprar, sustituye aquella otra lógica, la lógica del dar. Las dos lógicas, ¿no? La del comprar y la del dar. Y he aquí que Andrés, otro de los Apóstoles, hermano de Simón Pedro, presenta a un muchacho que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos pescados; pero ciertamente – dice Andrés – son nada para aquella gente (Cfr. v. 9).
Pero Jesús esperaba precisamente esto. Ordena a los discípulos que hagan sentar a la gente, después tomó aquellos panes y aquellos pescados, dio gracias al Padre y los distribuyó (Cfr. v. 11). Estos gestos anticipan aquellos de la Última Cena, que dan al pan de Jesús su significado más verdadero.
El pan de Dios es Jesús mismo. Tomando la Comunión con Él, recibimos su vida en nosotros y llegamos a ser hijos del Padre celestial y hermanos entre nosotros. Tomando la Comunión nos encontramos con Jesús, realmente vivo y resucitado. Participar en la Eucaristía significa entrar en la lógica de Jesús, la lógica de la gratuidad, de la participación. Y por más pobres que seamos, todos podemos dar algo. “Tomar la Comunión” también significa tomar de Cristo la gracia que nos hace capaces de compartir con los demás lo que somos y lo que tenemos.
La multitud está sorprendida por el prodigio de la multiplicación de los panes; pero el don que Jesús ofrece es plenitud de vida para el hombre hambriento. Jesús sacia no sólo el hambre material, sino aquella más profunda, el hambre de sentido de la vida, el hambre de Dios.
Frente al sufrimiento, a la soledad, a la pobreza y a las dificultades de tanta gente, ¿qué podemos hacer nosotros? Lamentarse no resuelve nada, pero podemos ofrecer lo poco que tenemos. Como aquel muchacho. Ciertamente tenemos alguna hora de tiempo, algún talento, alguna competencia... ¿Quién de nosotros no tiene sus “cinco panes y dos pescados”? Todos tenemos.
Si estamos dispuestos a ponerlos en las manos del Señor, bastarán para que en el mundo haya un poco más de amor, de paz, de justicia y, sobre todo, de alegría. ¡Cuán necesaria es la alegría en el mundo! Dios es capaz de multiplicar nuestros pequeños gestos. Gestos de solidaridad y hacernos partícipes de su don.
Que nuestra oración sostenga el empeño común para que jamás falte a nadie el Pan del cielo que da la vida eterna y lo necesario para una vida diga, y para que se afirme la lógica del compartir y del amor. Que la Virgen María nos acompañe con su intercesión maternal.
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy se abren las inscripciones para la trigésimo primera Jornada Mundial de la Juventud, que se desarrollará el próximo año en Polonia. Quise abrir yo mismo las inscripciones y por esto hice venir junto a mí a un muchacho y una muchacha, para que estén conmigo en el momento de abrir las inscripciones, aquí, delante de ustedes. He aquí, me inscribí en la Jornada como peregrino mediante este dispositivo electrónico. Celebrada durante el Año de la Misericordia, esta Jornada será, en cierto sentido, un jubileo de la juventud, llamada a reflexionar sobre el tema: “Beatos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia” (Mt 5,7). Invito a los jóvenes de todo el mundo a vivir esta peregrinación ya sea dirigiéndose a Cracovia que participando en este momento de gracia en las propias comunidades.
Dentro de algunos días se celebra el segundo aniversario desde cuando, en Siria, fue secuestrado el padre Paolo Dall’Oglio. Dirijo un sentido y apremiante llamado por la liberación de este estimado religioso. No puedo olvidar también a los Obispos Ortodoxos secuestrados en Siria y a todas las otras personas que, en las zonas de conflicto, han sido secuestradas. Espero en el renovado empeño de las competentes Autoridades locales e internacionales, para que a estos hermanos nuestros les sea restituida la libertad. Con afecto y participación a sus sufrimientos, queremos recordarlos en la oración y recemos todos juntos a la Virgen: Ave María…
Los saludo a todos ustedes, peregrinos provenientes de Italia y de otros países, saludo a la peregrinación internacional de las Hermanas de San Félix, a los fieles de Salamanca, a los jóvenes de Brescia que están desarrollando un servicio en el comedor de los pobres de la Caritas de Roma, y a los jóvenes de Ponte San Giovanni (Perugia).
Hoy 26 de julio la Iglesia recuerda a los Santos Joaquín y Ana, padres de la Beata Virgen María y abuelos de Jesús. En esta ocasión, quisiera saludar a todas las abuelas y a todos los abuelos, agradeciéndoles por su preciosa presencia en las familias y por las nuevas generaciones. Para todos los abuelos vivos, pero también por aquellos que nos miran desde el cielo, ¡demos un saludo y un hermoso aplauso!
¡A todos les deseo un feliz domingo! Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Feliz almuerzo y hasta pronto!
cope.es
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