26 de julio.

yo12

Homilía para el XVII domingo durante el año B

En la carta a los Efesios, san Pablo nos invita, o más bien nos suplica, seguir fielmente la llamada que hemos recibido. Esto significa para él vivir en la humildad, con dulzura y paciencia, soportándonos los unos a los otros con amor. Y significa también tener un corazón que conserve la unidad en el Espíritu, mediante el vínculo de la paz.

Pero tal unidad no es posible, como nos enseñan la primera y tercera lectura, a menos que seamos prontos a compartir los unos con los otros, y a menos que los pobres sean nutridos y admitidos, a nivel de la humanidad entera, al banquete de las naciones.

La multiplicación de los panes es el único milagro hecho por Jesús que nos viene contado en los cuatro Evangelios. Esto demuestra la importancia que se le atribuía en la primitiva comunidad. Hoy este relato lo proclamamos en la versión de san Juan. Juan nos cuenta este suceso después de haberlo recordado entre 65 o 70 años. Pero no es el milagro, en cuanto tal, lo que interesa (es un hecho histórico, pero el mensaje no queda ahí). Todo el relato está centrado en la persona de Jesús. Eso nos muestra como Jesús compartía simplemente, muy simplemente, sin cálculos, sin preocupación por las dimensiones de la muchedumbre. Y después, está página de san Juan, está lleno de alusiones a textos del Antiguo Testamento, en particular a la multiplicación de los panes hecha por Elias y por Eliseo.

En el Libro de los Reyes encontramos dos ciclos de milagros: el ciclo de Elías y el de Eliseo (estos dos ciclos son tomados por san Gregorio Magno en la sección de sus Diálogos que trata de san Benito, al cual se le atribuye los milagros del uno y del otro). En el ciclo de Eliseo, de la cual está tomada nuestra primera lectura de hoy, el acento está puesto en el aspecto milagroso. Pero en el ciclo de Elías, más antiguo, el acento está puesto, como en el Evangelio de hoy, sobre los pobres, los hambrientos y su necesidad de pan.

Por cierto encontramos diversas alusiones a los pobres en el relato de Juan. Por ejemplo, los panes distribuidos por Jesús no son panes hechos de trigo, sino de cebada, que era la comida de los pobres.

Dos aspectos de este relato llaman nuestra atención de modo particular. El primero es que Jesús no se conforma con estar lleno de compasión por los pobres y por las muchedumbres hambrientas –como nosotros lo hacemos fácilmente- si no que les da de comer, comida material, concretamente. Jesús ha dicho y repetido que su reino no es de este mundo, pero ha dicho también que este reino se realiza y es vivido en este mundo. Él es el pan de vida, pero la vida humana normal, aquí en la tierra, es un elemento de aquella vida eterna que Él ha venido a traer a la humanidad. Los hombres y las mujeres tienen necesidad de nutrición espiritual; pero tienen también necesidad – y en primer lugar, en orden de tiempo- de nutrición material. Y esto es parte integrante del mensaje de Jesús.

El segundo aspecto es el del compartir. Cuando Jesús induce a la muchedumbre a compartir la poca comida que alguno ha puesto a disposición, con su poder hay suficiente, y de más, para todos. El problema del hambre en el mundo, hoy como entonces, es siempre un problema de justicia social, más que de falta de recursos. El Papa Francisco habla de esto siempre, y nosotros si usamos la razón nos damos cuenta que la corrupción y el despilfarro hacen que los recursos no se repartan ecuánimemente, claro que además de la inclusión se debe potenciar la cultura del trabajo y la responsabilidad, así como de una lucha verdadera contra todo tipo de corrupción.

En el inicio del relato Evangélico que hemos leído, hay una de aquellas frases misteriosas, características de san Juan. Dice: “estaba cerca la Pascua de los judíos…” Esto quiere decir que la multiplicación de los panes de la que nos habla Juan, este compartir con el poder de Dios, los bienes personales, por escasos que sean, era una dimensión esencial del misterio pascual, y entonces lo es también de la celebración Eucarística. Las doce cestas de sobras corresponden a las doce tribus de Israel y a los doce apóstoles. Es entonces también una dimensión esencial de la Iglesia.

En el curso de esta celebración eucarística pidámosle para nosotros mismos, y también para los jefes de las naciones, las luces y el coraje necesarios para poner en práctica en nuestras vidas este mensaje de Jesús, a fin de que los pueblos sean finalmente admitidos al banquete de las naciones. Que María, nuestra Madre, nos anime para que pongamos a disposición del poder de Dios todo lo nuestro, tal vez no tengamos un pan o un pescado, pero ¿quién no tiene una miga o una escama para compartir? Lo contrario sería egoísmo y tacañería.


12:46
Secciones:

Publicar un comentario

[facebook][blogger]

SacerdotesCatolicos

{facebook#https://www.facebook.com/pg/sacerdotes.catolicos.evangelizando} {twitter#https://twitter.com/ofsmexico} {google-plus#https://plus.google.com/+SacerdotesCatolicos} {pinterest#} {youtube#https://www.youtube.com/channel/UCfnrkUkpqrCpGFluxeM6-LA} {instagram#}

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets