Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado”.
Hermoso pasaje evangélico, que en medio del verano, nos recuerda algo que olvidamos: Que necesitamos de Dios; que sin Él el mundo se desquicia; y que con Él se hace más seguro y habitable.
Dios tiene recursos para saciar el hambre material, pero cuenta con nosotros para saciar esa hambre y, de ordinario, deja en nuestras manos esa tarea. Pero existe otra hambre, de verdad, de bondad, de justicia, de eternidad. Dios, como escucharemos los domingos siguientes en el sermón del Pan de Vida, quiere saciar esa hambre con el regalo increíble de la Eucaristía.
Cada domingo se nos invita a la mesa de Dios, para alimentarnos. Necesitamos estar fuertes para que no nos venzan los males que nos amenazan. No dejemos de buscar y valorar el alimento divino de la Eucaristía y saldremos vencedores ¡Feliz verano!
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