“Se sentaron; solo los hombres eran cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie”. (Jn 6,1-15)
Un primer dato que aparece como fondo del relato de la multiplicación de los panes: “Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos”. Más adelante da la cifra, creo que un poco a ojo de buen cubero, de unos “cinco mil hombres”.
Jesús no es los que hace propaganda.
Tampoco de los que amenaza con la condenación.
Tampoco de los que empujan y fuerzan.
Es su propia persona que invita y atrae.
Es su actitud y compromiso frente al sufrimiento que se hace invitación.
Es la gente que se vuelca tras Él.
¿Atraemos, o más bien, nos imponemos con la obligación?
¿Atraemos, o más bien, exigimos?
¿Atraemos, o más bien, amenazamos con la condenación?
¿Atraemos, o más bien, nuestras vidas pasan indiferentes?
¿Atraemos, o más bien, nuestras vidas no invitan ni animan a nadie?
Alguien tiene que ver.
Alguien tiene que tomar conciencia de las necesidades de los otros.
Alguien tiene que tener sensibilidad para ver los problemas de los demás.
Aunque no es suficiente ver ni saber.
Todos conocemos demasiado las cifras y estadísticas del hambre en el mundo.
Es preciso ver con el corazón y sentir el hambre de los hombres.
Es preciso sentir el hambre de los demás en nuestros propios estómagos.
El que tiene hambre no la sacia por mucho que conozcamos de estadísticas del hambre.
Solo cuando le ponemos rostro humano al hambre, comenzamos a movernos.
Hay soluciones incompletas o inútiles.
Las soluciones que nos ofrece el sistema: “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?”
Nosotros no disponemos de tanto dinero.
Y los pobres tampoco tienen con qué comprar.
Si hay donde comprar, quiere decir que “hay pan”.
Pero es el “pan que hay que comprarlo”, y el pobre no tiene dinero.
Nadie come contemplando el pan en las panaderías sino cuando lo tiene en la mano.
Hay que cambiar de sistema: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces”.
No se trata de mirar cuánto pan hay en la panadería.
No se trata de ver cuánto pan se endurece porque ha sobrado.
Se trata de ver cuánto pan tenemos nosotros.
Y no buscar fáciles pretextos de que, lo que tenemos es poco y no llega.
La verdadera solución es “tomar en las manos lo que tenemos”.
Saber agradecer a Dios los bienes que nos ha dado.
Reconocer que el pan es un regalo de Dios a través de la tierra.
Reconocer que el pan no tiene propietario, porque es para todos.
Reconocer que el pan no es para guardar, porque se endurece y se pierde.
Reconocer que el pan es para darlo y compartirlo.
Dios no nos regala el pan para enriquecernos con el hambre de los demás.
Dios no nos regala el pan para aprovecharnos del hambre de los demás.
Dios nos regala el pan, para que todos coman.
Dios nos regala el pan, para que no haya hambre.
Dios no nos regala el pan para que, unos pocos jueguen con los precios internacionales del trigo.
En una sociedad humana y humanizada:
No todo lo podemos ver como dinero.
No todo lo podemos ver como ganancia.
No todo lo podemos ver como mercado.
Porque, detrás del pan están los hombres, las mujeres, los niños y ancianos.
Porque, detrás del pan está la solidaridad y la generosidad.
“La vida no se nos ha dado para hacer dinero sino para hacernos hermanos.
La vida consiste en aprender a convivir y a colaborar en la larga marcha de los hombres hacia la fraternidad”. (Pagola)
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario Tagged: milagro, multiplicacion, panes, peces
Publicar un comentario