Parece ya más que asumido por todos los analistas, el hecho de que el rey ha decidido abdicar ahora por una serie de razones muy objetivas. En las encuestas la valoración del rey iba bajando de año en año. Y todos estaban de acuerdo en que ésta era una tendencia no reversible. A esto se añade el proceso de avance de la izquierda radical que sólo ha hecho que empezar. Y eso junto al hundimiento lento del actual bipartidismo.
Era, por tanto, preferible realizar el relevo ahora con la actual mayoría en el congreso del PP y el PSOE, que no hacerla en otro momento en que otro partido pudiera obstruir el proceso. Recuérdese que hay que aprobar una ley orgánica para regular el proceso de abdicación. Además, estaba el peligro si se hacía más adelante, de que la abdicación se transformase en un referéndum acerca de la monarquía.
Aun ganando el referéndum, la monarquía ya no volvería ser vista del mismo modo. Quedaría ante todos como una institución débil, no querida y transitoria, hasta un futuro referéndum.
¿Por qué he dicho lo anterior? Por una razón moral, una razón que es una enseñanza moral, válida para futuros gobernantes. Cuando un gobernante con un inmenso poder efectivo, como lo fue don Juan Carlos, al recibir el trono, se dedica sólo a contentar a las izquierdas. Cuando ese rey no opone ni el más mínimo pero a ningún quebrantamiento de la ley moral. Cuando ese rey se esfuerza con ganas en hacerse amigo de toda la progresía, y da la espalda a la Santa Iglesia Católica. Entonces, ¡entonces!, ocurre lo que está ocurriendo ahora.
Mimaste a los que siguieron un camino ajeno a la Ley de Dios. Te alejaste de los que seguían los rectos caminos. Y ahora te has quedado sin el amor de los unos y sin el amor de los otros. Tú mismo, no otro, tú mismo alimentaste las fuerzas que ahora mismo te van a devorar.
Podías haber sido un guía de tu pueblo. Podías haberte hecho respetar. Y no me refiero sólo al tema del aborto. Fueron innumerables las ocasiones en las que pudiste haber hecho cosas. Cuando la democracia era joven y se reían de los curas y los obispos continuamente, en la única televisión de la nación, hubiera bastado una palabra tuya para que hubieran retrocedido los otros. Como esto, tantas cosas.
Tú dejaste que se rieran de nosotros. Ahora, sin alegrarme, te digo que se cumple contigo una cierta justicia. Ahora tu trono está a un par de legislaturas de ser sometido a referéndum. Y sabes que la marea ha cambiado de dirección.
¡Qué gran lección moral! Hay que contentar a Dios. Si uno se esfuerza en contentar a los hombres, al final uno es abandonado incluso de los hombres.
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