Bocadillos espirituales para vivir la Cuaresma: Sábado después del Miércoles de Ceniza – Ciclo A

“Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos , y la dijo: “Sígueme”. El dejándolo todo, se levantó y lo siguió… ¿Porqué comen y beben ustedes con publicanos y pecadores?” Jesús les replicó: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan”. (Lc 5,27-32)


De una cosa estoy cierto.

¡Que nosotros no valemos para ser Dios!

Y no valemos porque, nosotros somos muy selectivos.

Nosotros no invitaríamos a formar parte de nuestro grupo a gente sospechosa y de mala fama.

Primero exigimos certificado de penales.

Luego exigimos certificado de buena conducta.

Exigimos gente de buena reputación.


Estoy seguro de que nosotros no hubiésemos invitado a un publicano.

Nosotros no hubiésemos invitado a alguien de mala fama.


Y sin embargo, Jesús pasa delante del “mostrador de un recaudador de impuestos, y le dice: “Sígueme”.

No le importa el oficio que desempeña, él se encargará de darle otro empleo más digno.

No le importa que la gente lo tenga por pecador, él se encargará de cambiarle el corazón.

No le importa lo que haya sido hasta ahora.

Le interesa saber que aquel corazón puede cambiar.

No mira a su pasado, sino a su futuro.


Jesús es de los que cree en la gente.

Jesús es de los que cree que la gente puede cambiar.

Jesús es de los que cree que los malos pueden ser buenos y los buenos mejores.

Jesús no nos pide que cambiemos a la gente.

Sólo nos pide tener fe en ella.

Sólo nos pide creer en ella y valorarla.


No es de extrañar que Leví se llevase ese día la sorpresa de su vida.

Acostumbrado al desprecio de los demás.

Acostumbrado a la marginación de los demás.

Por fin, encuentra alguien que cree en él.

Alguien que se fía de él.

Alguien que, en vez de criticarlo, le sonríe, le dirige la palabra y le invita a levantarse y “seguirle”.


Y eso, él lo celebra con una gran cena.

Con una cena a la que tampoco él invita a los buenos, porque se escandalizarían.

También él invita a los de su condición.

A los publicanos como él.

A los pecadores como él.

Y claro está, invita a quien le invitó.

Invita a quien lo sacó de su oficio y condición de pecador.

Invita a quien le invita a seguirle y ser de los suyos.


¿Por qué no cambian más los malos?

Porque nadie quiere contagiarse con ellos.

Porque nadie quiere creer ellos.

Porque nadie quiere invitarles.

Porque nadie les hace descubrir que, en su vida hoy nuevos horizontes.

Porque nadie les hace descubrir nuevas posibilidades en su vida.

Porque todos prescindimos de ellos, y nadie les dice que los necesitamos.

Porque nadie les ayuda a creer en ellos mismos.


¡Con qué facilidad nos olvidamos, que una simple palabra puede cambiar toda una vida!

¡Con qué facilidad nos olvidamos, que un simple gesto de bondad puede transformar una vida!

Para incendiar un bosque es suficiente un fósforo. Para cambiar una vida es suficiente una invitación: “sígueme”.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo A, Cuaresma Tagged: levi, llamada, mateo, vocacion
03:56

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