La liturgia diaria meditada - ¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna? (Lc 10,25-37) 09/10



Lunes 09 de Octubre de 2017
Misa a elección:

Feria. Verde.
San Dionisio, obispo y compañeros mártires. (ML). Rojo.
San Héctor Valdivielso Sáenz, mártir. (ML). Rojo.
San Juan Leonardi, presbítero. (ML). Blanco.

(Día Mundial del Correo).

Dionisio fue enviado a evangelizar las Galias en el tiempo de la persecución del Imperio romano. Se estableció en París, donde formó una comunidad cristiana. Y cerca del año 250 murió mártir, al ser arrojado en el río Sena. Actualmente, es venerado como patrono de Francia.

Héctor Valdivielso Sáez es uno de los ocho católicos que alcanzó la corona del martirio durante la llamada Revolución de Asturias, poco antes de la guerra civil española. Nació en el barrio porteño de Boedo, el 31 de octubre de 1910. El 26 de mayo de 1913 fue bautizado en la antigua iglesia de San Nicolás de Bari, y en 1914 viajó junto a su familia a España, donde se estableció en Briviesca. La ceremonia de canonización del beato argentino se realizó en el Vaticano el 21 de noviembre de 1999.

Juan Leonardi fue ordenado sacerdote en 1572, y su primera labor apostólica fue la catequesis de niños y jóvenes. Su acción se desarrolló durante la época de la Contrarreforma, en la cual la Iglesia intentaba volver a vivir el espíritu evangélico. Fundó el seminario “Propaganda Fide”, para formar a los sacerdotes que se dirigieran a tierras de indígenas. Murió en Roma en 1609, mientras asistía a los enfermos de peste..

Antífona de entrada          cf. Est 4, 17
Señor, todo está bajo tu poder y nada puede resistir a tu voluntad. Tú hiciste el cielo y la tierra, y todo lo que está bajo el firmamento; tú eres el Señor del universo.

Oración colecta    
Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso sobrepasas los méritos y los deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia perdonando lo que inquieta nuestra conciencia y concediéndonos aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:         de san Dionisio
Dios todopoderoso, que enviaste al obispo san Dionisio y sus compañeros a predicar tu gloria a los paganos y les diste la virtud de la constancia en el martirio, concédenos, a ejemplo suyo, no apegarnos a los bienes transitorios ni temer en las adversidades. Por nuestro Señor Jesucristo…

O bien:         de san Héctor
Dios todopoderoso y eterno, que hiciste a san Héctor, mártir, testigo de la fe en la educación de niños y jóvenes hasta dar la vida por Cristo, concédenos, por su intercesión y sus méritos, que, fortalecidos por el Espíritu Santo, nos dediquemos con fervor al anuncio del Evangelio. Por nuestro Señor Jesucristo...

O bien:         de san Juan Leonardi

Dios, fuente de todo bien, que elegiste al presbítero san Juan Leonardi para anunciar el Evangelio, concede, por su intercesión, que siempre y en todas partes crezca la verdadera fe. Por nuestro Señor Jesucristo…


Oración sobre las ofrendas      
Recibe, Señor, la oblación instituida por ti y, por estos sagrados misterios que celebramos, danos la gracia de tu redención. Por Jesucristo nuestro Señor.

Antífona de comunión        Lam 3, 25
El Señor es bondadoso con los que esperan en él, con aquellos que lo buscan.

O bien:         cf. 1Cor 10, 17
Hay un solo pan, y nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque participamos de ese único pan y del único cáliz.

Oración después de la comunión
Dios todopoderoso, sácianos con el sacramento del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo para que nos transformemos en aquello que hemos recibido. Por Jesucristo nuestro Señor.

Lectura        Jon 1, 1—2, 1. 11
Lectura de la profecía de Jonás.
La palabra del Señor se dirigió a Jonás, hijo de Amitai, en estos términos: “Parte ahora mismo para Nínive, la gran ciudad, y clama contra ella, porque su maldad ha llegado hasta mí”. Pero Jonás partió para huir a Tarsis, lejos de la presencia del Señor. Bajó a Jope y encontró allí un barco que zarpaba hacia Tarsis; pagó su pasaje y se embarcó para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia del Señor. Pero el Señor envió un fuerte viento sobre el mar, y se desencadenó una tempestad tan grande que el barco estaba a punto de partirse. Los marineros, aterrados, invocaron cada uno a su dios, y arrojaron el cargamento al mar para aligerar la nave. Mientras tanto, Jonás había descendido al fondo del barco, se había acostado y dormía profundamente. El jefe de la tripulación se acercó a él y le preguntó: “¿Qué haces aquí dormido? Levántate e invoca a tu dios. Tal vez ese dios se acuerde de nosotros, para que no perezcamos”. Luego se dijeron unos a otros: “Echemos suertes para saber por culpa de quién nos viene esta desgracia”. Así lo hicieron, y la suerte recayó sobre Jonás. Entonces le dijeron: “Explícanos por qué nos sobrevino esta desgracia. ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿A qué pueblo perteneces?”. Él les respondió: “Yo soy hebreo y venero al Señor, el Dios del cielo, el que hizo el mar y la tierra”. Aquellos hombres sintieron un gran temor, y le dijeron: “¡Qué has hecho!”, ya que comprendieron, por lo que él les había contado, que huía de la presencia del Señor. Y como el mar se agitaba cada vez más, le preguntaron: “¿Qué haremos contigo para que el mar se nos calme?”. Jonás les respondió: “Levántenme y arrójenme al mar, y el mar se les calmará. Yo sé muy bien que por mi culpa les ha sobrevenido esta gran tempestad”. Los hombres se pusieron a remar con fuerza, para alcanzar tierra firme; pero no lo consiguieron, porque el mar se agitaba cada vez más contra ellos. Entonces invocaron al Señor, diciendo: “¡Señor, que no perezcamos a causa de la vida de este hombre! No nos hagas responsables de una sangre inocente, ya que tú, Señor, has obrado conforme a tu voluntad”. Luego, levantaron a Jonás, lo arrojaron al mar, y en seguida se aplacó la furia del mar. Los hombres, llenos de un gran temor al Señor, le ofrecieron un sacrificio e hicieron votos. El Señor hizo que un gran pez se tragara a Jonás, y éste permaneció en el vientre del pez tres días y tres noches. Entonces el Señor dio una orden al pez, y éste arrojó a Jonás sobre la tierra firme.
Palabra de Dios.

Comentario
De acuerdo con los criterios religiosos de la época en que se escribió el libro de Jonás (aprox. siglo V a.C.), sólo podía ser beneficiado por los dones de Dios aquel pueblo que participaba de la Alianza. Como Nínive era una ciudad pagana, de acuerdo con este criterio, le correspondía el abandono de Dios e incluso el castigo por sus pecados. Quizá, de otro modo, nuestros pensamientos hacia “los que no se portan como nosotros” sean similares a estos. Sin embargo, a través de este texto, Dios nos enseña que su misericordia y amor llegan a todos los hombres, a todos los pueblos, porque Dios es Padre de todos.

[Sal] Jon 2, 3-5. 8
R. ¡Me hiciste salir vivo de la fosa, Señor!

Desde mi angustia invoqué al Señor, y él me respondió; desde el seno del Abismo, pedí auxilio, y tú escuchaste mi voz. R.

Tú me arrojaste a lo más profundo, al medio del mar: la corriente me envolvía, ¡todos tus torrentes y tus olas pasaron sobre mí! R.

Entonces dije: He sido arrojado lejos de tus ojos, pero yo seguiré mirando hacia tu santo Templo. R.

Cuando mi alma desfallecía, me acordé del Señor, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo Templo. R.

Aleluya        Jn 13, 34
Aleluya. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros, como yo los he amado. Aleluya.

Evangelio     Lc 10, 25-37
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”. Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. “Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida”. Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?”. Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: ‘Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver’. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?”. “El que tuvo compasión de él”, le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: “Ve, y procede tú de la misma manera”.
Palabra del Señor.

Comentario
La violencia siempre nos acecha, a nosotros y cada uno de nuestros hermanos, sean conocidos o no. El Evangelio de hoy nos invita a no desoír el dolor de las víctimas, de los que han sido abandonados por prejuicios sociales o raciales. Todos somos hijos de Dios, todos somos hermanos, y el samaritano nos ha enseñado eso.

Oración introductoria
Señor, dame la sabiduría y el amor para descubrir y actuar, buscando el bien de los demás, en las diversas situaciones de mi vida cotidiana. No permitas que el ajetreo de mis pendientes me haga pasar de largo y no ver a esa persona que necesita que me detenga a platicar con ella para darle consuelo o simplemente una sonrisa.

Petición
Señor, quiero amarte en los demás, con todo el corazón, con toda el alma y con todas mis fuerzas. Por eso pido a la santísima Virgen del Rosario, que celebramos hoy, que interceda por mí para que esta oración me ilumine y me ayude a nunca ser indiferente a las necesidades de los demás. 

Meditación 

Hoy, el mensaje evangélico señala el camino de la vida: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, (…) y a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10,27). Y porque Dios nos ha amado primero, nos lleva a la unión con Él. 

Un maestro de la Ley plantea a Jesús una pregunta que quizás nos hemos formulado más de una vez: «¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Lc 10,25). Era una pregunta que iba con segundas, pues quería poner a prueba a Jesús. El maestro responde sabiamente lo que dice la Ley, es decir, amar a Dios y al prójimo como a uno mismo (cf. Lc 10,27). La clave es amar. Si buscamos la vida eterna, sabemos que «la fe y la esperanza pasarán, mientras que el amor no pasará nunca» (cf. 1Cor 13,13). Cualquier proyecto de vida y cualquier espiritualidad cuyo centro no sea el amor nos aleja del sentido de la existencia. Un punto de referencia importante es el amor a uno mismo, a menudo olvidado. Solamente podemos amar a Dios y al prójimo desde nuestra propia identidad.

El maestro de la Ley va más lejos todavía y pregunta a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). La respuesta llega a través de un cuento, de una parábola, de una historia corta, sin formulaciones teóricas complicadas, pero con un gran contenido. El modelo de prójimo es un samaritano, es decir, un marginado, un excluido del pueblo de Dios. Un sacerdote y un levita pasan de largo al ver al hombre apaleado y malherido. Los que parecen estar más cerca de Dios (el sacerdote y el levita) son los que están más lejos del prójimo. El maestro de la Ley evita pronunciar la palabra "samaritano" para indicar a quien se comportó como prójimo del hombre malherido y dice: «El que practicó la misericordia con él» (Lc 10,37).

La propuesta de Jesús es clara: «Vete y haz tú lo mismo». No es la conclusión teórica del debate, sino la invitación a vivir la realidad del amor, el cual es mucho más que un sentimiento etéreo, pues se trata de un comportamiento que vence las discriminaciones sociales y que brota del corazón de la persona. San Juan de la Cruz nos recuerda que «al atardecer de la vida te examinarán del amor».

Muchas lecciones les ha dado Nuestro Señor a los fariseos, pero ninguna tan bella como ésta. Es de esas ocasiones en las que Cristo da a conocer su doctrina y su mandamiento a todos los hombres, y lo hace de manera muy velada. 

Amar al prójimo no es muy fácil, porque requiere donarse a los demás, y ese donarse cuesta, porque no a todos los tratamos o queremos de la misma manera. Por ello tenemos que lograr amar a todos por igual, sin ninguna distinción. Quererlos a todos, sin preferir a nadie. Es difícil mas no imposible.

María ha pasado muchos momentos no fáciles en su vida, desde el nacimiento de Jesús, cuando "no había sitio para ellos en la posada", hasta el Calvario. Como una buena madre está a nuestro lado, para que no perdamos jamás el arrojo frente a las adversidades de la vida, frente a nuestra debilidad, frente a nuestros pecados: nos fortalece, nos señala el camino de su Hijo. Jesús, desde la cruz, dice a María indicando a Juan: "Mujer, ahí tienes a tu Hijo", y a Juan: "Ahí tienes a tu madre". En aquel discípulo estamos representados todos nosotros: el Señor nos encomienda en las manos llenas de amor y de ternura de la Madre, de modo que podamos contar con su ayuda para afrontar y vencer las dificultades de nuestro camino humano y cristiano; no temer las dificultades, afrontarlas con la ayuda de nuestra Madre celestial. 

Propósito
Imitemos a Cristo en su vida de donación a los demás, y vivamos con confianza y constancia su mandamiento: "vete y haz tú lo mismo".

Diálogo con Cristo 


Señor, Tú lo sabes todo: mi debilidad al amar a los demás, especialmente aquellos que están más cerca de mí, porque si hay impaciencia, si hay juicios temerarios, si hay indiferencia, no hay verdadero amor. Ayúdame a crecer en la convicción de que Tú me has creado para amar y servirte en esta vida y que sólo superando mi egoísmo mediante la vivencia del amor, podré gozar de Ti y alabarte eternamente en el cielo.

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