Oficio de Lectura - Soy cristiano y soy obispo - san Agustín, obispo de Hipona (+430 dC)



OFICIO DE LECTURA - DOMINGO DE LA SEMANA XXIV - TIEMPO ORDINARIO

De la Feria. Salterio IV

SEGUNDA LECTURA



Comienza el Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores
(Sermón 46, 1-2: CCL 41, 529-530)

SOY CRISTIANO Y OBISPO

No es la primera vez que me oís hablar de aquella esperanza, fundada en Cristo, en la que tenemos nuestra única gloria verdadera y saludable, pues vosotros formáis parte del rebaño que tiene por pastor a aquel que cuida y apacienta a Israel. Sin embargo, como no faltan pastores a quienes les gusta el nombre de pastor, pero no cumplen, en cambio, con las obligaciones del pastor, no estará mal que recordemos lo que dice el Señor por boca del profeta sobre esos tales. Escuchadlo con atención, atendamos todos con temor.

El Señor me dirigió la palabra en estos términos: «Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, diciéndoles.» Acabamos de escuchar la lectura que se nos ha proclamado, y por ello debo decir algo para comentarla. Dios me ayudará para que diga cosas verdaderas, si yo, por mi parte, no pretendo exponer mis propias ideas. Porque si os propusiera mis ideas, también yo sería de aquellos pastores que, en lugar de apacentar las ovejas, se apacientan a sí mismos. Si, en cambio, hablo no de mis pensamientos, sino exponiendo la palabra del Señor, es el Señor quien os apacienta por mediación mía. Esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?; es como si se dijera: «Los pastores no deben apacentarse a sí mismos, sino a las ovejas.» Ésta es la primera causa por la que el profeta reprende a tales pastores, porque se apacientan a sí mismos y no a las ovejas. ¿Y quiénes son, pues, aquellos pastores que se apacientan a sí mismos? Sin duda alguna son aquellos de los que el Apóstol afirma: Todos buscan sus intereses personales, no los de Cristo Jesús.

El Señor, no según mis merecimientos, sino según su infinita misericordia, ha querido que yo ocupara este lugar y me dedicara al ministerio pastoral; por ello debo tener presente dos cosas, distinguiéndolas bien, a saber: que por una parte soy cristiano y por otra soy obispo. El ser cristiano se me ha dado como don propio; el ser obispo, en cambio, lo he recibido para vuestro bien. Consiguientemente, por mi condición de cristiano debo pensar en mi salvación, en cambio, por mi condición de obispo debo ocuparme de la vuestra.

En la Iglesia hay muchos que, siendo cristianos pero sin ser prelados, llegan a Dios; ellos andan, sin duda, por un camino tanto más fácil y con un proceder tanto menos peligroso cuanto su carga es más ligera. Yo, en cambio, además de ser cristiano, soy obispo; por ser cristiano deberé dar cuenta a Dios de mi propia vida, por ser obispo deberé dar cuenta de mi ministerio.

RESPONSORIO    Sal 22, 1-2. 3

R. El Señor es mi pastor, nada me falta: * en verdes praderas me hace recostar.
V. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.

R. En verdes praderas me hace recostar.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado. 

ORACIÓN.
OREMOS,
Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos de bondad y haz que te sirvamos con todo el corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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09:19

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