Fue en el primer domingo del pasado adviento cuando comenzamos a celebrar la primera misa dominical de la parroquia “ad orientem”. Es decir, que han pasado nueve meses. Algunos lectores me preguntan que si seguimos celebrando esa misa “ad orientem”, la de las 9:30 de domingos y festivos, o si aquello acabó, como tantas cosas, en simples buenas intenciones.
Seguimos. Domingo a domingo. Más aún, en verano, cuando es habitual en las parroquias suprimir misas, precisamente esta es una de las que hemos dejado por dos motivos: porque la misa a esa hora es cómoda y práctica para muchos fieles, especialmente en tiempo de verano, y por no privar a los habituales de la misa “ad orientem” de esa posibilidad.
He de decir, ante todo, que en la parroquia la misa de 9:30 celebrada “ad orientem” se vive con total normalidad. Tiene sus partidarios, cómo no, tendrá sus detractores, hasta ahora nadie me ha manifestado nada en contra, simplemente algunos que me dicen que prefieren la forma “coram populo”. Perfecto, pero esos mismos no tienen inconveniente a asistir a la misa “coram Deo” si surge cualquier cosa.
El número de asistentes es relativo. Puedo decir que en la misa mayor, a de las 13 h., prácticamente está lleno el templo (300 personas), en la de las 11:30 algo menos, y dos tercios en la misa de la tarde. La misa de sábado, víspera, en torno a ochenta personas, y la de la primera hora de la mañana del domingo se mantiene en unas sesenta – ochenta personas. En verano, los peores días del ferragosto madrileño, como pudo ser el puente de la Asunción, no bajó nunca de los treinta asistentes.
Dicho todo esto, la misa “ad orientem” que celebramos cada domingo a las 9:30 h. se ha convertido en una misa parroquial más que no da ni ha dado el menor problema. La gente lo entiende incluso como una muestra de la más pura libertad: cada cual va a la misa que mejor le viene por horario, modo o circunstancia. Acuden fieles de toda edad, incluso niños que, curiosamente, niños y a esa hora, no dan un ruido.
Celebramos misa rezada, que yo no sé por qué hemos decidido que si no se canta lo que sea y como sea es un bodrio de misa. Más aún, les aseguro que hay gente que si acude a esa misa es, entre otras cosas, porque no se canta. Dicen que se distraen menos.
La celebramos indistintamente mi compañero y un servidor. Costumbre nuestra es que uno celebra y el otro confiesa y ayuda con la comunión.
La experiencia es enriquecedora en muchos aspectos, empezando por la normalidad. Personalmente la vivo mejor, quizá porque soy de los poco cantarines en misa, porque me van las cosas muy escuetas y porque me distraigo mucho menos. Si quieren acabar conmigo, canten, canten y moniciones, muchas moniciones. Una misa sobria, siguiendo serenamente el misal romano, donde intentamos cuidar cada gesto, cada signo, cada detalle. A la vez, misa parroquial como todas. Siempre hay lectores, o se buscan al inicio, siempre un feligrés con la campanilla en la consagración, siempre reclinatorios para facilitar la comunión a quien desee recibirla de rodillas. Siempre un sacerdote confesando. Nos falta un monaguillo. Todo se andará.
¿Y nadie te ha dicho nada? Porque me auguraban algún toque desde la superioridad. En absoluto. Todo lo contrario. Se sabe y perfecto.
RESUMEN: una gran idea lo de la misa “ad orientem” y estamos encantados.
Publicar un comentario