Sobre la Independencia del Paraguay

(Por la Hna Claudia Ortiz, de Paraguay)

El mes de mayo es un mes de celebraciones en Paraguay, es llamado «el mes de la Patria», porque en él se gestó la independencia nacional. Pero, ¿cuáles fueron los motivos que impulsaron a nuestros antepasados a buscar la independencia?

En los corrientes libros de historia leemos que fueron varias las causas; entre ellas se citan circunstancias económicas, sociales y políticas y casi siempre se afirma que fueron influenciados por las ideas liberales de la Revolución Francesa.  Pero ¿realmente podríamos ver las ideas liberales en nuestros próceres? Es muy común pensar que la independencia fue gestada por hombres que se sentían oprimidos por el yugo español representados por la cruz y la espada. Pero eso, quizá sea un error.

Como dice el Dr. Antonio Caponnetto, un prolífico autor argentino:

«Una cosa es la “independencia” de los ideólogos masones y liberales; otra (muy distinta es) la autonomía gubernativa conservando las formas monárquicas, las grandes unidades geopolíticas americanas y la prosapia cultural de tres siglos gloriosos de evangelización española. Una cosa es la emancipación –concepto netamente kantiano, iluminista y rousseauniano- y otra cosa es la autodeterminación, fruto del legítimo del ejercicio del ius resistendi a la tiranía.»

Paraguay no se independizó por un odio contra España. Es más, ya tenían en común trescientos años de historia.

«Los conquistadores españoles radicados desde 1537 a orillas del río Paraguay, en unión con los guaraníes originaron, a través de los años, un pueblo numeroso, homogéneo, trabajador y valiente, que sabía lo que el Paraguay, fundador de ciudades, significó en la civilización del Río de la Plata, se enorgullecía de su ascendencia hispánica y poseía una robusta conciencia nacional»[1].

 Aun así, muchos historiadores contemporáneos llegan a rechazar el mestizaje, hablando de explotación sexual de las indias, servidumbre, sometimiento, injusticias, odios… en fin, una historia ¡de terror!

Sin embargo, la unión del guaraní con el español produjo el paraguayo; o al decir de Domínguez, «el noble fuerte mezcló su sangre con la del guaraní, que era sufrido, y nació el mestizo»[2].

La «mezcla» de estas dos culturas tan distintas entre sí dio origen a lo que se conoce como la cultura hispano-guaraní. Es lo que define el carácter paraguayo, que demostró su magnanimidad en las horas más funestas de la patria. Al describir el heroísmo del paraguayo, Juan E. O’Leary, una de las plumas más brillantes de nuestra estirpe, no ahorra palabras para elogiar al soldado paraguayo en la gran epopeya que fue la Guerra contra la Triple Alianza.

«El godo y el guaraní produjeron el héroe paraguayo, que llevaba en sus venas todo el valor caballeresco del primero y toda la muda, la fría resignación del segundo. Y aquellos “nobles vástagos de aquella unión extraña de la nación indígena con la viril España” escribieron en sangre esa nueva epopeya en que Troya vio apagarse la luz del sol de su gloria guerrera y Aquiles y Áyax vieron por millares alzarse los que renovaban en cada minuto sus hazañas, con más heroísmo, con mayor serenidad, con más grandeza!»

Nuestra independencia no fue lograda por la influencia de las ideas liberales, las cuales nunca hicieron mella en el paraguayo, tan arraigado a su tierra, a sus costumbres y a su religión.

Si bien es cierto que en los últimos tiempos de la colonia, España ya no tenía la misma fuerza que en los tiempos de la conquista, no suscitaba un rechazo de la población. Ello se puede visualizar cuando Manuel Cavañas, uno de los jefes del ejército nacional, el 20 de febrero de 1811 escribe al general Manuel Belgrano cuando éste al mando de una expedición militar buscaba la anexión de la Provincia del Paraguay a la causa de Buenos Aires:

«V. S. es católico. Nosotros también lo somos y según su Proclama a los Naturales de estos Pueblos vemos que aclaman el nombre de nuestro amado rey Fernando: ahora bien, ¿por qué razón ha traído armas, y se ha hecho nuestro agresor, talando los derechos de esta provincia, sin haber pecado siquiera venialmente contra el Rey, la Religión, ni nuestra reconocida hermandad, hasta llegar a experimentar el rigor de nuestras armas»[3].

Justamente en el encuentro de Belgrano con las tropas paraguayas, el gobernador español de la Provincia del Paraguay, Bernardo de Velazco, cayó en desmoralización, pues abandonó el mando de las tropas paraguayas y huyó a Asunción ante una falsa noticia de derrota en Paraguarí. Además, fue descubierto en su plan de una posible alianza con Portugal, lo cual era totalmente rechazado por el “trauma” causado por los bandeirantes que siempre mantenían a las poblaciones fronterizas en alerta.

Los próceres notaban que era el momento propicio para la independencia, puesto que ya no veían en el gobernador un protector y la conciencia de identidad ya estaba formada.  Comprendían que el  porvenir de la patria ya lo podían construir sus propios hijos, pues ya llevaba trescientos años y se sentían con la suficiente autonomía para gobernarse a sí mismos.

La Nación Paraguaya no nació el 14 y 15 de mayo, sino antes, cuando el 15 de agosto de 1537 Juan de Salazar y Espinoza plantaba la cruz en la que sería su capital: Nuestra Señora de la Asunción. Desde allí y por más de tres siglos se formaría una nueva cultura, una nueva identidad, una nueva nación. Y esa conciencia de nación que fue madurando al paso de los años es la que llevó a sus hijos a proclamar su autonomía.

Hoy que recordamos un año más del aniversario de nuestra independencia agradecemos a Dios por habernos hecho nacer en un país tan católico y tradicional. Que la propaganda progresista no nos haga olvidar nuestras raíces, pues nacimos como nación bajo el amparo de Nuestra Señora de la Asunción y de la mirada maternal de España. 

Salve Sol de Mayo, cuyos alegres y purpurinos celajes han presenciado nuestros albores en la historia de los pueblos.

 

Llegó al fin tras prolongada espera

La magna hora del grandioso día

Y un pueblo más en la terrestre esfera

Surgió del seno de una selva umbría

 

Y en la última estrofa el poeta reconoce que

somos hijos de España.

Huyó entonces la leona castellana

En busca de refugio a otra cabaña

Dejando en esta selva americana

Un león fruto de su fecunda entraña[4].

 

Hna Claudia Ortiz, Paraguay 

claudiaortiz@cmjesu.org



[1] Efraím Cardozo, Paraguay independiente, Asunción, 1988, p. 1.

[2] Manuel Domínguez, El alma de la raza, Asunción, 2009, p. 27.

[3] Efraím Cardozo, op. cit., p. 8.

[4] Arnaldo Valdovinos, Revista del Centro Estudiantil, 1928.

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