En la Iglesia Católica estamos pasando, a ojos vistas, del “mero cristianismo", como titula C. S. Lewis una de sus magníficas obras -con gran acierto, como no puede ser menos en él-, a un “mero paganismo” o a un "paganismo” sin más connotaciones. De modo que se están haciendo visibles, como ha denunciado el cardenal Burke, dos “iglesias": una para los que quieren seguir siendo fieles a Cristo, en la Tradición y en la Doctrina de siempre, y otra para los “modernos", “más conciliadora” y, por tanto, "menos exigente". O sea: falseada. Falsa. Porque no puede haber “dos"; como no puede haber dos dioses verdaderos y actuantes. O dos “cristos".
Y no lo digo a “humo de pajas", sino a lo que me suena cada una de las “declaradas” -en tiempos bien recientes, todo hay que decirlo, y es necesario decirlo- por parte de gentes de Iglesia, a cada cual más infumable por más en contra del tesoro de Doctrina acumulado en más de 2000 años de Vida Eclesial -gobernada por cierto por el Espíritu Santo-, y que no es que se apartan sino que están absolutamente en contra de “lo que se ha creído siempre, en todo lugar y por todos sus hijos".
Criterio, por cierto, que ha sido hasta no hace mucho el único válido en la Iglesia Católica: lo acuñaron los Santos Padres para discernir y separar el trigo de la cizaña y de la paja, y había cumplido perfecta y fielmente su propósito. De este modo, todos sabían a qué atenerse: también los que metían la pata en temas de Fe y Costumbres.
Porque estamos contemplando un espectáculo inimaginable hace 40 años. Ahora, parece que todo el mundo -todo el que quiere- tiene derecho a decirla más gorda; y con la absoluta seguridad de que nadie que debiera hablar -al menos por oficio, o por mantener su conciencia a salvo o, al menos, por vergüenza torera- se va a dar por aludido y va a decir algo en contra.
Porque esta es otra: la multiplicación de las “declaraciones", “notas oficiales", “escritos conjuntos” o por separado, en los que sus autores se ponen exquisita e intencionadamente de lado, o se sitúan perfectamente equidistantes entre dos posturas, pero sin señalar -¡ni se les ocurre, oiga!- qué está bien y qué está mal, qué es lo católico y qué no; pero a la vez lo hacen en nombre de la Iglesia, porque los escriben y publican los jerarcas correspondientes -en España hay excepciones, pero son tan pocas…; en Francia, por ejemplo y de cara a las últimas elecciones, casi 40 obispos se han “mojado” públicamente” respecto al tema: ¡qué envidia!-, es absolutamente lamentable.
Para más inri, aún desdibujan más y más lo que deberían haber dejado claro: qué es lo católico, lo justo, lo moral y lo bueno. Y si son temas “opinables” desde todos los puntos de vista, ¿qué pintan unos obispos reunidos en comandita, y que lo único que sacan es una nota “opinando", es decir, “poniéndose de parte” o dando esa impresión, y sin ser especialmente mal pensados? Y dejando, por lo mismo, de ser los obispos de gran parte de sus ovejas, que opinan exactamente lo contrario, como dicen las mismas encuestas “oficiales". “Ponerse de parte” quien no debiera por su oficio eclesial, lo llamo “mero paganismo".
Que un señor cura -jesuíta para más señas: pero esto ya no escandaliza a nadie, sino todo lo contrario: es tan normal como que en verano haga más calor que en invierno-, salga a decir públicamente y con publicidad que en el cielo hay santos gays, o que estarían en favor de los gays, y que, por tanto, la Iglesia tiene que ir cambiando ya -¡rapidito, oiga!- sus trasnochadas normas morales…, esto es “mero paganismo". ¡Si su propio jefe de filas ha dicho que en tiempos de Jesús no había grabadoras…, qué no va a decir él, pobrecillo!
Que salga todo un señor cardenal de la curia vaticana -el mismo que, precisamente, está al frente del tema- diciendo públicamente y con publicidad que ¿qué es eso de decir que las “ordenaciones” de los anglicanos son “inválidas"? Que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, no vaya a ser que ya no sea así. ¡Y es el que tiene que cuidar del temario! O sea: "la zorra cuidando a las gallinas". A esto lo llamo “mero paganismo".
El espectáculo de “misas” que, por sus puestas en escena, son más “Le Cirque du Soleil” que Sagrada Liturgia, a esto lo llamo “mero paganismo". Solo les falta que cobren la entrada.
El espectáculo de universidades “católicas” dando cancha al aborto -teórico y práctico-, a “la idología de género", a los movimientos LGTB, a las teologías de liberación, etc., como opciones perfecta y moralmente válidas -"católicas” cien por cien; aunque quizá ya ni se molesten en decirlo: dicen y dejan decir lo que sea, y ya-, a esto lo llamo “mero paganismo".
Unas “iglesias” en las que en el mismo espacio tan pronto se dice Misa, como se monta un taller, o se hacen meriendas y se ve la TV…, a esto lo llamo “mero paganismo".
Unas administraciones de Sacramentos en los que, intencionadamente, no se quiere discernir ya sobre la validez y la licitud para su administración y su recepción, porque ya no se quiere uno “mojar", que a esto hemos llegado…, a esto lo llamo “mero paganismo".
Pretender desdibujar el Derecho, la Doctrina, los Mandamientos, los Sacramentos, la misión de la misma Iglesia, el sentido de la vida humana en la tierra, la trascedencia de la vida humana que va más allá de las coordenadas terrenas, etc., todo esto engendra, porque lo “es", mero paganismo o paganismo a secas.
Aunque ya digo que lo más escandaloso es el silencio de los pastores. Del “Buen Pastor", ¿quién se acuerda o sabe ahora lo que significa? ¡Pobre Jesús!
No nos han llegado vídeos de Jesús. ¡Qué pena, con la falta que nos harían!
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