“Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico”. (Lc 16,19-31)
La riqueza no lo es todo en la vida.
Los vestidos de púrpura y lino no aseguran la felicidad de la vida.
Los grandes banquetes diarios no aseguran el sentido de la vida.
La riqueza puede ser un gran estorbo en el corazón.
La púrpura y el lino puede ser un escándalo en un mundo de pobreza.
Los grandes banquetes puedes ser una provocación en un mundo donde abunda el hambre.
La riqueza puede ser un gran portón:
Que impide ver lo que hay al otro lado.
La púrpura y el lino pueden ser un estorbo para ver a los desnudos de la calle.
Los banquetes pueden ser una gran dificultad:
Para ver a los que tienen el estómago vacío.
Para ver a los que están tirados al otro lado del portón.
Para sensibilizarse con los que se darían por satisfechos con las migajas que caen de la mesa.
No basta saber que existen los pobres.
No bastan las estadísticas de los periódicos sobre la pobreza en el mundo.
“Ojos que no ven, corazón que no siente”.
Al enfermo hay que ponerle rostro.
Al desnudo hay que ponerle rostro.
Al hambriento hay que ponerle rostro.
El dolor sin rostro no nos dice nada.
La desnudez sin rostro no nos afecta.
El hambre sin rostro no nos duele en absoluto.
El mundo de hoy:
abunda de desnudos, no solo en las playas, sino, lo que es más triste, en las calles.
abunda de hombres llagados.
abunda de hambrientos que no saben lo que es un estomago satisfecho.
Pero el bienestar:
Abunda de portones que impiden ver.
Deja caer demasiadas sobras.
Nos hace insensibles a las necesidades de los demás.
Nos hace buscar demasiadas justificaciones para no hacer nada.
Nos hace buscar demasiadas razones para tranquilizar nuestras conciencias.
Jesús no pide que el rico se haga pobre.
Sino que los pobres sean considerados en su dignidad.
Jesús no pide que vistamos mal.
Sino que no provoquemos al que no tiene que vestir.
Jesús no pide que podamos banquetear.
Sino que la mesa de los pobres hay suficiente para matar el hambre.
Jesús no nos pide demos lo que necesitamos.
Sino que no desperdiciemos lo que nos sobra.
Nuestro ayuno y abstinencia cuaresmal:
No son para que pasemos hambre.
Sino para que demos de comer al hambriento.
No son para que tengamos el estómago vacío durante dos días.
Sino para que satisfagamos a quienes lo tienen vacío todo el año.
Nos piden abramos los portones del corazón.
Y dejemos que nuestro corazón se conmueva y sensibilice.
Hagamos la experiencia de quienes la hacen todos los días.
Clemente Sobrado C. P.
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