Crisis de fe y respuesta creyente


Ante la crisis generalizada de fe, con múltiples causas que influyen, no una sola, la respuesta sólo puede ser, en primer lugar, una fe más firme, más ardiente, más valiente, más clara, más decidida. La respuesta ha de ser creyente, la de católicos con una fe fuerte, vital. Y, en segundo lugar, una fe que lejos de arrinconarse, sale a la plaza pública, proclama, llama, anuncia, testimonia: es la evangelización, el apostolado.


Una crisis de fe azota a las sociedades modernas desde hace ya varios decenios, la indiferencia cunde.



"Somos conscientes de la inquietud que agita en relación con la fe ciertos ambientes modernos, los cuales no se sustraen a la influencia de un mundo en profunda mutación en el que tantas cosas ciertas se impugnan o discuten. Nos vemos que aún algunos católicos se dejan llevar de una especie de pasión por el cambio y la novedad. La Iglesia, ciertamente, tiene siempre el deber de continuar su esfuerzo para profundizar y presentar, de una manera cada vez más adaptada a las generaciones que se suceden, los insondables misterios de Dios, ricos para todos de frutos de salvación. Pero es preciso al mismo tiempo tener el mayor cuidado, al cumplir el deber indispensable de búsqueda, de no atentar a las enseñanzas de la doctrina cristiana. Porque esto sería entonces originar, como se ve desgraciadamente hoy en día, turbación y perplejidad en muchas almas fieles.


Conviene a este propósito recordar que, por encima de lo observable, científicamente comprobado, la inteligencia que Dios nos ha dado alcanza "lo que es", y no solamente la expresión subjetiva de las estructuras y de la evolución de la conciencia; y por otra parte, que la incumbencia de la interpretación -de la hermenéutica- es tratar de comprender y desentrañar, con respecto a la palabra pronunciada, el sentido propio de un texto, y en ningún modo crear este sentido de nuevo a merced de hipótesis arbitrarias.


Pero, por encima de todo, Nos ponemos nuestra inquebrantable confianza en el Espíritu Santo, alma de la Iglesia, y en la fe teologal, sobre la que descansa la vida del Cuerpo Místico. Sabemos que las almas esperan la palabra del Vicario de Cristo y Nos respondemos a esta expectativa con las instrucciones que normalmente damos"


(Pablo VI, Disc. en la clausura del Año de la Fe, 30-junio-1968).



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