Les comparto algo de mi experiencia. Más vale tarde que nunca. Es que regresé el viernes a la noche. El sábado fue de actividades parroquiales… y al domingo le debemos sumar un bingo… Y hoy la secretaria está con parte de enferma… así que estuve en el despacho toda la mañana. En estos momentos estoy disfrutando de la llegada del Papa Francisco a Brasil y tecleando para ustedes.
La previa de esta Convivencia fue con gripe. Así que no pude tener la preparación inmediata. Es más, el primer día estaba todavía bajo los efectos de ese cansancio corporal que deja esta enfermedad. Parece raro… pero terminé los seis días cada vez con más fuerzas: llegué cansado y me fui más descansado (aunque molido por lo intenso de esos días).
En el equipo éramos siete. Uno recién conocido, otro re-conocido y al resto ya los había cruzado alguna vez… aunque no los conocía en profundidad. Esto ya es un avance, porque casi todas las Convivencias que asesoro son con equipos de desconocidos. Pero, más allá de los previos conocimientos personales, se vive un clima de comunión fraterna muy bueno. Y esta no fue la excepción. A las horas teníamos una camaradería y una empatía que nace solamente de la unión en Dios. Y ese ya es un gran fruto para mí y para todos.
Los Conviventes vinieron de todo el país. La mayoría era de la provincia de Santa Fe. Pero participó gente de Formosa, Córdoba, Neuquén, Chubut. Y fue internacional porque teníamos una rosarina que hace muchos años reside en Boston, E.U. Así que la riqueza de vida y las distintas experiencias eclesiales fueron también muy fecundas por el compartir.
La Convivencia de Pedro, tercera de una serie de siete, nos ayuda a vivir en profundidad nuestra pertenencia al catolicismo. Este encuentro con la Iglesia, viva a lo largo de dos mil años, nos cuestiona en nuestra participación actual y nos da fundamentos para ser verdaderas piedras vivas. Esto se dio de manera muy intensa. También pudimos experimentar la presencia liberadora del Santo Espíritu en nuestras historias personales, de manera muy profunda en varios hermanos. Sin duda, Dios toca todo nuestro ser para que alcancemos la estatura de Cristo, la santidad.
En lo personal, me fui muy enriquecido por el ejercicio de mi ministerio sacerdotal, por la oportunidad de ejercer el carisma de la enseñanza y por el ejercicio de una oración profunda que intercede por los hermanos en sus necesidades.
Etiquetas: gracia, libertad, oración
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