“Jesús les propuso otra parábola a la gente:
“El Reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que un siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en su ramas.
El Reino de los cielos se parece a una levadura…”
(Mt 13,31-33)
Hoy recordamos a Santa Marta, los Calendarios litúrgicos le asignan distintos evangelios. Dado que hace poco comentamos el relato de Marta y María, hoy nos quedamos con el de Mateo 13.31-33)
A Dios le encanta lo pequeño.
A Dios le encanta hacer cosas grandes con cosas pequeñas.
¿No estará Dios recordando lo que dio a conocer al profeta Isaías?
“Y ¿en quien me voy a fijar? En el humilde y contrito que tiembla a mi palabra”. (66,2b)
Por eso le encantan las semillas, que, de ordinario, siempre suelen ser pequeñas.
Pero hoy Jesús nos habla de las más pequeña de las semillas: la mostaza.
El Reino de Dios no comienza por algo grande.
El Reino de Dios comienza por lo más pequeño.
Comienza no haciendo grandes ruidos.
Comienza no poniendo grandes pancartas anunciándolo.
Comienza por algo casi insignificante.
Comienza por ser una semilla sembrada en medio del mundo.
Comienza siendo una semilla de mostaza que a penas si se ve.
A Dios no le va lo grande.
A Dios la va comenzar siempre por lo sencillo, lo simple.
A Dios le va comenzar siempre por lo pequeño.
Yo, hasta ahora, no conozco semilla más pequeña que la mostaza.
Pero, también debo confesar que me da miedo su fecundidad.
Si la tienen, les aconsejo no sembrarla.
Se las ven negras para desentenderse de ella.
Porque cuando comienza a dar fruto sus semillas vuelan y tiene usted un arbusto en el tejado.
Tiene usted un arbusto creciendo en su ventana.
Tiene usted un arbusto creciendo en su donde menos lo piensa.
Es la fuerza de las semillas.
Es la fuerza de lo pequeño.
Es en lo pequeño donde se pone de manifiesto el poder de Dios.
Es en lo pequeño donde se pone de manifiesto la fuerza del Reino.
Es en lo pequeño donde se pone de manifiesto la fuerza del Evangelio.
Es en lo pequeño donde se pone de manifiesto la fuerza de la vida.
Es lo pequeño, una medida de levadura:
La que puede fecundar toda la masa.
La que puede fecundar la humanidad entera.
La que puede fecundar el mundo todo.
Me viene a la mente aquello que decía Pablo:
“Me glorío en mis debilidades, pues es ahí donde se pone de manifiesto el poder de la gracia de mi Señor Jesús”.
¿Por dónde comenzó Dios su historia con los hombres?
Por un poco de barro ensuciando los manos de Dios.
¿Por dónde comenzó Dios su historia con los hombres?
Librando un pueblo de esclavos que no era pueblo.
¿Por dónde comenzó Dios su historia con los hombres?
Por el sí, el “hágase tu voluntad”, de una virgen.
¿Por donde comenzó la historia de Dios con los hombres?
Por un niño recién nacido en un pesebre.
¿Por dónde comenzó a germinar el reino de Dios entre los hombres?
Por un crucificado en una cruz.
Dios se enamora de lo pequeño.
Para que aparezca más claro la verdad de su amor.
Para que aparezca más evidente la fuerza y el poder de su gracia.
¿Por dónde comenzamos todos?
Por ser un embrión fecundado.
Por ser un niño débil y necesitado.
No. No es lo que nosotros hacemos.
Es la fuerza Dios que hace crecer la vida en nosotros.
Señor, hazme semilla de mostaza, capaz de extender tu reino por todo el mundo.
Señor, hazme semilla de mostaza, capaz de demostrar la fuerza de tu Evangelio.
Señor, haz fermento, capaz de cambiar lo que me rodea.
Señor, no quiero ser grande. Quiero que tú me hagas grande.
Clemente Sobrado C. P.
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