“Una vez que esta Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos”. Cuando oréis decid: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación”. (Lc 11,1-13)
Se pueden mandar muchas cosas.
Se pueden obligar muchas cosas.
Pero no se puede mandar orar.
No se puede obligar a orar.
No se puede imponer la oración.
Una oración obligada no sería oración.
Una oración impuesta no sería oración.
Porque la oración:
Tiene que nacer del corazón.
Tiene que brotar del corazón.
Tiene que nacer del deseo de orar.
Resulta extraño que Jesús que les habló de tantas cosas, no les hubiese enseñado algo que es fundamental en la relación con El y con el Padre: a orar.
Es que Jesús no quería que la oración de los suyos fuese una obligación de la Ley.
Porque se puede cumplir con la Ley diciendo cosas, pero sin orar.
Jesús espera a que sean ellos mismos los que sienten necesidad de hablar con el Padre.
Jesús espera a que sean ellos los que piden hablar con el Padre.
Jesús espera a que sean ellos los que descubran la importancia de la oración.
Lucas, tiene un detalle que no debiéramos olvidar.
Comienza diciendo que “Una vez que Jesús estaba orando en cierto lugar”.
Jesús no era de los que comenzaba por dar lecciones sobre la oración.
Jesús era de los que “el mismo oraba” delante de ellos, sin obligarlos a ellos.
Jesús era de los que “con su ejemplo” quería que naciese en ellos el deseo de orar.
Y es ahí, donde ellos se debieron sentir sorprendidos.
Y es ahí, donde ellos, al verlo, se sintieron tocados y con deseos de también ellos orar.
“Enséñanos a orar”.
Ponen el ejemplo de Juan, pero el deseo brotó de verlo orar a El.
Es que la oración tiene que nacernos de dentro.
La oración debe nacer del deseo interior.
La oración debe nacer del deseo del corazón.
Es inútil que enseñemos qué es la oración, si no nos ven orar.
Es inútil que enseñemos una serie de oraciones, si ven que nosotros no oramos.
Comencemos nosotros por orar.
Y veremos que otros comienzan a orar.
No oración que se impone desde fuera.
Sino una oración que nace del deseo.
¿Recuerdan la oración sacerdotal: “Padre, este es mi deseo, que aquellos que me diste..”
Tu oración debe ser la medida de tu oración y la oración la medida de tus deseos.
O como escribiría A. Nervo:
“Pues busco, debo encontrar.
Pues llamo, débeme abrir.
Pues pido, me deben dar.
Pues amo débeme amar
Aquel que me hizo vivir”
“¿Calla? Un día me hablará.
¿Me pone a prueba? Soy fiel.
¿Pasa? No lejos irá:
pues tiene alas mi alma, y va
volando detrás de él”.
Clemente Sobrado C. P.
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