“Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: “Acláranos la parábola de la cizaña en el campo”. El les contestó: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre, el campo es el mundo… el enemigo que siembra la cizaña la cizaña es el diablo”. (Mt 13, 36-43)
La parábola del trigo y la cizaña dejó preocupados a los discípulos.
Sobre todo debió de sorprenderles el que les prohibiese “arrancarla y dejarla crecer con el trigo”.
Ellos estaban acostumbrados a la religión de la Ley que con suma facilidad “excluía” y “arrancaba” a los “presuntos malos”, y no concebía el contacto entre buenos y malos.
Y por eso, ya a solas con El le piden les explique esta novedad, este cambio.
Y resulta curioso que otras cosas no le pregunten nada.
Pero se ve que este mandato de la ley estaba bien arraigado en la mentalidad de la gente.
Para Jesús, la religión del amor no excluye a nadie.
La religión del amor es comprensiva también con los malos.
La religión del amor está abierta a todos, buenos y malos.
La religión del amor sabe esperar hasta el tiempo de la cosecha, hasta el final.
En la religión del amor nadie es quien para juzgar a quiénes merecen quedarse y quienes tienen que salirse.
En la religión del amor nadie es quién para juzgar el corazón de los demás.
En la religión del amor sólo Dios es el único que puede definir la verdad del corazón de todos.
Aunque él ya está escondido a los ojos del mundo, sus enseñanzas siguen vivas en la Iglesia. Me dolió la renuncia de Benedicto XVI. Pero me encantó el espíritu con que renunció.
Quiso descubrir:
Que en la Iglesia había trigo y cizaña.
Que en la Iglesia había muchas divisiones en el clero, el alto y el bajo.
Que en la Iglesia había demasiadas intrigas.
Que en la Iglesia había demasiadas ansias de poder y de figurar.
Lo dijo con todo el dolor de su corazón y casi haciendo una confesión de que él no pudo lograr esa unidad y espíritu Evangélico.
Pero no condenó a nadie, aun teniendo conciencia de la realidad.
No excluyó a nadie de la Iglesia.
Lo único que pidió fue la conversión de todos al Evangelio.
Y que él, aun escondido a los ojos del mundo, seguiría orando por la Iglesia.
El rigorismo no suele ser el camino de la gracia.
El camino de la gracia se llama comprensión y tolerancia.
Y esto, en modo alguno, es una actitud de permisividad y relajación que lo acepta todo y da igual ser bueno que malo.
El amor siempre es exigente, pero también comprensivo.
El amor siempre es incluyente, pero nunca excluyente.
El dueño del campo donde sembró buena semilla:
Tomó conciencia de que también crecía la cizaña.
Sabía que todo estaba mezclado, cizaña y trigo.
Pero no aceptó que se arrancase la cizaña.
“Dejadla crecer”
“Dejad que llegado el tiempo de la siega podamos hacer la selección”.
Mientras tanto, que nadie se escandalice.
Mientras tanto, el enemigo seguirá haciendo de las suyas.
Mientras tanto, los buenos tomarán conciencia de lo malo y los malos tomarán conciencia de los bueno.
No nos toca a nosotros hacer la selección.
La mejor selección es dar la oportunidad para que el trigo madure.
La mejor selección es dar la oportunidad para que los malos puedan cambiar.
Es cuestión de saber esperar.
Y de eso algo se sabe el amor que ama de verdad.
Clemente Sobrado C. P.
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