Magisterio: sobre la evangelización (VIII)


Bastaría que mirásemos un poco para darnos cuenta de la tremenda secularización en la que vivimos, de la descristianización vigente, como también de la secularización interna de la Iglesia.


Se soñó que plagiando los modos y métodos del mundo, asumiendo el nuevo credo de la postmodernidad, la Iglesia se encarnaría más y mejor y llevaría el Evangelio a todos. Se soñó que los problemas reales eran de organización, de estructura, de lenguaje y sobre todo de contenido, donde la Iglesia sería la que tendría que aprender del mundo y de la cultura actual y modernizarse. Los contenidos de la fe se sustituían por aquello que el mundo esperaba a oír.



¿Éxito? Sólo se podía esperar un gran fracaso. La Iglesia -entiéndase que se generaliza, claro- por ese camino se convertía en sal sin sabor, en una luz apagada.


La realidad se impone. Muchísimos bautizos de párvulos se realizan por "tradición", sin garantías reales de educación en la fe del bautizado, porque sus padres no viven la fe; las primeras comuniones de los niños, convertidas por los pastoralistas en un inmenso y pueril festival sin unción religiosa alguna, es un trámite, un rito social de paso; los matrimonios que aún se realizan sacramentalmente suelen ser por motivos más bien espúreos a la fe: la belleza del templo, la escalinata, etc., sin la verdad sacramental de hacer lo que hace la Iglesia y aceptar todas y cada una de las dimensiones del Matrimonio cristiano en el fuero interno. No seamos ilusos, por favor. Ésta es la realidad y se nota en tantísimos detalles: no saben ni el Padrenuestro, no han participado en la Misa del domingo.


Miremos, por ejemplo, la asiduidad o el recurso a la práctica del sacramento de la Penitencia: escasísimo para la inmensa mayoría de cristianos; miremos la participación dominical e inserción eclesial de muchos miembros -hijos de esta generación, sin mala voluntad probablemente- de asociaciones con sede en la parroquia.


A veces somos ilusos: vemos ocasionalmente llena la iglesia (unas primeras comuniones, por ejemplo) y pensamos que ya está la evangelización, que no estamos tal mal porque al menos estos niños "han recibido al Señor". ¿Nada más?


Con un balance parecido del Papa Juan Pablo II en un discurso, concluía lanzando el reto de la nueva evangelización, igualmente válido hoy a más de 30 años de ser pronunciado:




"El pueblo umbro siente fuertemente los valores humanos fundamentales, como el respeto a los demás, la ayuda mutua, el sentido de la justicia, la cordialidad, la hospitalidad. Vosotros mismos sois conscientes, queridos hermanos, de que es necesario sin embargo desarrollar y profundizar en una fe siepre más consciente en Jesucristo y en una más exigente coherencia con el mensaje evangélico; porque, una religiosidad fundada exclusiva o principalmente sobre bases simplemente "culturales" se halla expuesta a varios peligros que provienen de los modelos de vida infectados de consumismo y materialismo, que son anunciados y difundidos por agencias culturales y políticas, y en particular por los instrumentos de comunicación social. Existe por tanto el peligro -no sólo abstracto- de que muchos fieles se queden enredados en la indiferencia religiosa o se adapten a la incoherencia en el campo moral.






En este contexto, vosotros habéis subrayado, con cierta preocupación, el aumento de las separaciones legales, de los divorcios, de los abortos, de la delincuencia juvenil, del triste fenómeno de la toxicodependencia especialmente entre los j´voenes. A la vez se desatienden los deberes sociales, como testimonian la marginación de los anciones y el paro juvenil... De este rápido cuadro, resulta la exigencia y la urgencia de una reevangelización del pueblo de Dios a través de una continua, permanente, capilar catequesis, capaz de implicar no sólo a los niños, sino también a los adolescentes, a los jóvenes, a los adultos. De vuestras conversaciones y relaciones he notado con viva satisfacción la difusión de experiencias alentadoras: la preparación de los padres y de los hijos a los sacramentos de la iniciación cristiana, la preparación de los novios al matrimonio; los itinerarios de fe para grupos de familias; períodos de catequesis intensivas; misiones populares.





Deseo expresar mi aprecio y aliento por estas iniciativas, que pretenden sensibilizar y responsabilizar a los fieles, tanto personal como comunitariamente. No olvidemos a los movimientos, asociaciones, grupos que tienden a una seria y sólida formación cristiana, especialmente a través del contacto asiduo, la religiosa escucha, el estudio metódico de la palabra de Dios. Son elogiables las escuelas diocesanas de formación teológica" (Juan Pablo II, Discurso a los obispos de Umbría, 19-abril-1986).



Subrayemos únicamente las ofertas, tal vez nada "novedosas", pero que no siempre se dan en todos y por todas partes:


-Catequesis continua, permanente, capilar también para adultos


-itinerarios de fe completos para familias (grupos de familias, movimientos familiares)


-Catequesis intensivas


-Misiones populares


-Movimientos y asociaciones con solidez formativa


-Escuelas diocesanas de formación (o sus redes capilares: escuelas arciprestales o parroquiales, bien preparadas).



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