“Le presentaron un paralítico, acostado en su camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: “¡Animo, hijo! Tus pecados están perdonados”. “¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados están perdonados” o decir: “Levántate y anda?” “Coge tu camilla y vete a tu casa”. (Mt 9,1-8)
Nuestras vidas no son islas sino un continente.
Nuestras vidas no se entienden solitarias y aisladas.
Nuestras vidas repercuten en la vida de los demás.
Otro tanto sucede con nuestra fe:
Toda fe ha de ser personal.
Toda fe ha de ser vivida personalmente.
Nadie puede creer por otro.
Pero todos podemos creer para los demás.
El sol es luz en sí mismo.
Pero alumbra a todos.
Gracias a la luz del sol el mundo se ilumina.
Gracias a la luz del sol crecen las plantas.
Gracias a nuestra fe, otros pueden ver el camino.
Gracias a nuestra fe, otros pueden llegar hasta Jesús.
Gracias a nuestra fe, otros pueden ser curados.
Aquí no se dice nada del paralítico.
Aquí no se dice que el paralítico haya pedido ser llevado a Jesús.
Aquí no es el paralítico el pide ser curado.
Aquí todo se hace “viendo la fe que tenían” los que lo llevaban en su camilla.
Es importante asumir conciencia:
De que cada uno tiene que vivir su fe.
Pero también de que los demás pueden participar de los efectos de nuestra fe.
También los demás pueden ser curados en función de nuestra fe.
También los demás pueden ser escuchados gracias a nuestra fe.
También los demás pueden ponerse en pie y caminar a su casa gracias a nuestra fe.
El que yo crea o no crea no puede ser indiferente para los demás.
El que yo crea o no crea no puede ser lo mismo para los demás.
No es indiferente que luzca el sol o no.
Tampoco el que yo crea o no.
Los niños no son bautizados en su propia fe que aún no son capaces.
Los niños son bautizados en la fe de la Iglesia.
Los niños son bautizados en la fe de sus padres y padrinos.
Los niños son bautizados en la fe de la comunidad que los acoge.
Un clima familiar de fe, ayuda a madurar la fe de los hijos.
Un clima social de fe, ayuda a vivir mejor la fe.
Un clima social de fe, hace más fácil expresar nuestra fe.
El que yo sea santo o pecador no resulta indiferente para la Iglesia.
Mi santidad la hace más bella.
Mi condición de pecador ensucia más su rostro.
Mi santidad hace más brillante a la Iglesia.
Mi condición de pecador opaca y oscurece su rostro.
Mi santidad hace más creíble a la Iglesia.
Mi condición de pecado puede ser un estorbo para creer en ella.
Jesús se fija en el paralítico “viendo la fe de los que lo traían”.
Jesús perdona los pecados del paralítico “viendo la fe de los que lo traían”.
Jesús sana al paralítico “viendo la fe de los que lo traían”.
Alguien tuvo fe en Jesús y cargó con el paralítico.
Alguien tuvo fe en Jesús y pensó en la salud del paralítico.
Alguien tuvo fe en Jesús y decidió presentarle paralítico.
¿Tendré yo una fe suficiente para tomar conciencia de los paralíticos de hoy?
¿Tendré yo una fe suficiente para que Jesús fije sus ojos en mis hermanos necesitados?
¿Tendré yo un fe suficiente para alguien pueda levantarse hoy y regresar a su casa?
Fijémonos en lo que dice el Evangelio: “viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: “¡Animo, hijo! Tus pecados están perdonados”.
Viendo mi fe sentirás también tú hoy: “¡Animo, Hijo!”
Clemente Sobrado C. P.
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