Santiago Apóstol
“Se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. El le preguntó: “¿Qué deseas?” “Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. “No sabéis lo que pedís”. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?” “Mi cáliz lo beberéis, pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre”. (M t 20,20-28)
La fiesta de Santiago se mueve entre la leyenda y la historia.
La leyenda puede servirnos como lectura edificante.
La historia nos sirve para aprender a seguir a Jesús.
Una historia que comienza por una llamada y una respuesta total, en la que se deja todo por seguir a Jesús.
Una historia en la que nunca faltan las mamás que interfieren en la vida de los hijos.
Una mamá que, más que en el seguimiento, piensa en la grandeza de sus hijos.
Una mamá que:
No entiende lo que es decir sí a Jesús.
No entiende lo que es abandonarlo todo por Jesús.
No entiende lo que ser fiel a Jesús hasta el final.
Y un Jesús que:
No recrimina a la madre.
No se enfada con la madre.
Entiende el corazón de las madres.
Sino que se enfrenta a los a discípulos.
Son ellos los que han decidido seguirle.
Son ellos los que tienen que definirse a sí mismos, entre la búsqueda de los primeros puestos y la experiencia de la Cruz.
“Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?”
No es la madre la que tiene que marcar el camino de sus hijos.
Son ellos los que tienen que definirse frente a Jesús y seguir su camino.
Jesús no promete ni los primeros ni los segundos puestos a nadie.
Jesús lo que ofrece es el desafío de correr su propia suerte.
Y, distanciándose de las peticiones de la madre, ellos aceptan al “cáliz de Jesús”.
Los demás discípulos “se indignan contra las pretensiones” de una madre y el inicial consentimiento de los hijos.
Ninguno de ellos se “indigna” por decidir “beber el cáliz de Jesús”.
Ninguno de ellos se “indigna” por decidir “dar la vida por la causa de Jesús”.
Y resulta curioso, que es precisamente uno de esos hijos, Santiago, el primero que correrá la suerte de Jesús.
Porque es, precisamente Santiago, el primero en sufrir el martirio por la causa de Jesús.
Es ahí donde se define la verdad del seguimiento.
Es participando en la Cruz de Jesús, mediante el martirio, donde el seguimiento se hace verdad.
El verdadero valor de Santiago no está en la leyenda o historia de su predicación en España.
Sino en marcar el camino de los demás discípulos de cómo llegar a la auténtica identificación con Jesús.
Está bien que recordemos la “leyenda histórica o no”.
Será siempre una señal por donde tienen que caminar los que se entregan a la causa del Evangelio.
Pero, la leyenda, no puede hacernos olvidar la verdadera historia: “ser el primero en dar su vida por el Evangelio” que es la mejor manera de anunciarlo y testimoniarlo.
Aquí ya no figura el cariño maternal.
Aquí ya no cuentan los primeros puestos.
Aquí lo que cuenta es que el mejor título para ser el primero en el reino, es dar la vida por el reino.
Santiago: No sé si estuviste o no en mi tierra.
Santiago: Te agradezco tu valentía en proclamar el Evangelio sea en mi tierra o en cualquier otro lugar.
Santiago: De todos modos, haz actual hoy, tu martirio y testimonio también en mi tierra que tanto lo necesita.
Santiago: Regálanos hoy tu coraje y valentía para que la fe por la que diste tu vida y que no se apague hoy en esas tierras, que se han convertido en centro de peregrinación de cuantos buscan algo en la vida.
Clemente Sobrado C. P.
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