¿Es el Papa un traidor y un relativista por enseñar cosas como éstas?
Punto 308
Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, «no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino».
Nota 364
Quizás por escrúpulo, oculto detrás de un gran deseo de fidelidad a la verdad, algunos sacerdotes exigen a los penitentes un propósito de enmienda sin sombra alguna, con lo cual la misericordia se esfuma debajo de la búsqueda de una justicia supuestamente pura. Por ello, vale la pena recordar la enseñanza de san Juan Pablo II, quien afirmaba que la previsibilidad de una nueva caída «no prejuzga la autenticidad del propósito».
Evidentemente no. Y esos párrafos se cuentan entre los más polémicos de la exhortación.
Hay toda una enseñanza en la Biblia respecto al sábado y al hombre, respecto a la santidad de la Ley y los silencios de Dios respecto a ciertas transgresiones. En los autores morales más reconocidos de antes del Vaticano II, resuenan las palabras del Papa de forma anticipada.
Hay actos que son en sí mismos desordenados. Pero Dios está pidiendo, a través del Papa, un enfoque que no sea rígidamente inflexible respecto a casos que se acercan al sacerdote en busca de consejo.
Creo que debemos combatir el relativismo, pero no tanto que neguemos la enseñanza de Dios respecto al sábado y al hombre. Creo que la ley divina respecto al matrimonio es santa, pero considero que debe aplicarse bajo el espíritu de Amoris laetitia.
En el antiguo esquema universalista regido por moldes en exclusiva, moldes que se aplican de un modo automático y ciego, el hombre casado que se va con prostitutas cada semana (y así durante años), se confiesa y puede comulgar. El hombre que vive en amor y fidelidad a la misma mujer desde hace treinta años sin estar casado no puede comulgar.
El Papa nos pide una reflexión. No está diciendo que la pareja del segundo caso esté dentro de la ley. Pero pide a los confesores con la autoridad de Pedro que examinen el caso con toda la delicadeza que merece, no que apliquen un rodillo sin más.
La petición del Papa de ningún modo se reduce al tema de la comunión. Lo que se nos pide es un entendimiento más profundo de esta realidad multiforme descrita en la exhortación. Entendimiento que no se reduce al caso de los divorciados, sino que va más allá, que se aplica a muchas otras realidades.
¿Es eso una traición al Evangelio? A mí me parece que está en la línea de las enseñanzas de Jesús.
Los movimientos de “corrección” al Papa (personales y colectivos) se han convertido en muchos casos en acciones que tenían mucho menos interés en dialogar con buen espíritu con el Romano Pontífice cuanto en hacer presión para que “reconociera un error”. Lejos de constituir en un diálogo fecundo, no pocos de esos movimientos públicos han nacido como meras acciones propagandísticas. Los dubia de los cuatro cardenales son la mejor configuración de los puntos de fricción entre los dos enfoques de un mismo magisterio. Pero la buena síntesis que ofrecieron esos cardenales quedó empañada por su carácter público, las amenazas de correcciones formales y otras cosas.
Se podían haber presentado los dubia de otra manera, con otro espíritu. También los redactores podían darse cuenta de que no era tan difícil buscar la compatibilidad de los enfoques de un mismo magisterio. Buscar citas de colisión no era tan difícil.
¿De verdad que un asunto con ramificaciones personales tan trágicas puede buscar resolverse con un ramillete de citas? Prima ante todo buscar el espíritu del Evangelio, el espíritu de las enseñanzas de Jesús. Los moldes son santos, las leyes divinas son inalterables. De acuerdo. Pero ahora hagamos todo lo posible para hacer la vida lo más agradable posible a nuestros hermanos. Y sobre todo a hermanos situados en casilleros en los que no hay ninguna salida.
Puede parecer muy rudimentario lo que digo, pero todo este asunto se ha convertido en una lucha por el “molde” y por el “casillero”. Unos afirman que el molde santo es irrompible, no admite agujeros. Y otros afirman que no pueden salir de su casillero vital de amor y fidelidad.
Yo jamás diré al que está fuera del molde que está dentro de la ley. Si se está dentro, se está dentro. Si se está fuera, se está fuera. Yo, confesor, no puedo cambiar la ley de Dios. Pero en ocasiones concretas sí que puedo dejar a alguien en la buena fe. En determinados casos sí que puedo dejar que alguien afronte el juicio de su caso directamente con Dios.
Pongo un último ejemplo: Supongamos que una persona de oración, ortodoxa, realmente buena, me dice en el confesonario que el Vaticano II es una traición, que es obra de la masonería, etc, etc. Y por más que intento convencerla de que está equivocada, no lo logro. Puedo en su caso llegar a la conclusión de que más vale dejarle que viva sus últimos cuatro o cinco años de vida en paz y que ese asunto en concreto lo juzgue Dios en el más allá.
¿Vale esta decisión para todos los que nieguen la validez del Vaticano II? No. Pero en algún caso en concreto se le puede dejar en un error abrazado con todas las fuerzas de buena fe sin crear una turbación que sería para peor. ¿Es esto relativismo? No. ¿Exigiría yo a la SSPPX que aceptara el Vaticano II? Sin ninguna duda. ¿Y esa persona en concreto? No. ¿No hay contradicción entre ambas decisiones? No.
Conclusiones
¿Pueden comulgar los que están en pecado mortal? No.
¿Pueden comulgar los adúlteros? No.
¿Hay casos concretos que pueden asimilarse sin más a la fornicación y el adulterio? Con toda sinceridad, pienso que no.
¿Voy a decir que no hay ninguna transgresión en los casos que están fuera de la ley santa? No.
¿Puedo dejar en la buena fe a algunos casos determinados examinadas todas las circunstancias? Después de Amoris laetitia, la autoridad de Pedro me tranquiliza diciéndome que sí, que a veces eso es lo mejor.

Publicar un comentario