Oficio de lecturas - Viernes de la semana XV - Tiempo Ordinario



OFICIO DE LECTURA - VIERNES DE LA SEMANA XV - TIEMPO ORDINARIO
De la Feria.

PRIMERA LECTURA

Año I:

Del segundo libro de Samuel     11, 1-17. 26-27

PECADO DE DAVID

    Cuando corría la época del año en que los reyes suelen salir a campaña, envió David a Joab con sus veteranos y todo Israel. Derrotaron a los ammonitas y pusieron sitio a Rabbá, mientras David se quedó en Jerusalén.
    Una tarde, se levantó David de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey, cuando vio desde lo alto del terrado a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer muy hermosa. Mandó David a preguntar por la mujer y le dijeron:
    «Es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías, el hitita.»
    David envió gente que la trajese; llegó ella donde David y él se acostó con ella; ella acababa de purificarse de sus reglas. Y ella se volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y envió a decir a David:
    «Estoy encinta.»
    David mandó a decir a Joab:
    «Envíame a Urías, el hitita.»
    Joab envió a Urías a David. Cuando llegó Urías, David le preguntó por Joab, y por el ejército y por la marcha de la guerra. Y dijo David a Urías:
    «Baja a tu casa y lava tus pies.»
    Salió Urías de la casa del rey, seguido de un obsequio de la mesa real, y se acostó a la entrada de la casa del rey, con la guardia de su señor, y no bajó a su casa. Avisaron a David:
    «Urías no ha bajado a su casa.»
    Preguntó David a Urías:
    «¿No vienes de un viaje? ¿Por qué no has bajado a tu casa?»
    Urías respondió a David:
    «El arca, Israel y Judá habitan en tiendas; Joab mi señor y los siervos de mi señor acampan en el suelo ¿y voy a entrar yo en mi casa para comer y beber y acostarme con mi mujer? ¡Por tu vida y la vida de tu alma, no haré tal!»
    Entonces David dijo a Urías:
    «Quédate hoy también y mañana te despediré.»
    Se quedó Urías aquel día en Jerusalén y al día siguiente lo invitó David a comer con él y le hizo beber hasta embriagarlo. Por la tarde salió para acostarse en el lecho, con la guardia de su señor, pero no bajó a su casa. A la mañana siguiente escribió David una carta a Joab y se la envió por medio de Urías. En la carta había escrito:
    «Poned a Urías frente a lo más reñido de la batalla, y retiraos luego y dejadlo solo, para que sea herido y muera.»
    Estaba Joab asediando la ciudad y colocó a Urías en el sitio en que sabía que estaban los hombres más valientes. Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab; cayeron algunos del ejército de entre los veteranos de David; y murió también Urías, el hitita.
    Supo la mujer de Urías que había muerto Urías, su marido, e hizo duelo por su señor. Pasado el luto, David envió por ella y la recibió en su casa, haciéndola su mujer; ella le dio a luz un hijo; pero aquella acción que David había hecho desagradó al Señor.

Responsorio     Cf. 2S 12, 9; Ex 20, 2. 13. 14

R. Has matado a espada a Urías, el hitita, y has tomado a su mujer por mujer tuya. * ¿Por qué has menospreciado al Señor haciendo lo malo a sus ojos?
V. Yo soy el Señor tu Dios que te saqué de Egipto. No matarás, no cometerás adulterio.
R. ¿Por qué has menospreciado al Señor haciendo lo malo a sus ojos?


Año II:

Del libro de Job     6, 1-30

RESPUESTA DE JOB, AFLIGIDO Y ABANDONADO POR DIOS

    Respondió Job a Elifaz y le dijo:
    «Si pudiera pesarse mi aflicción, y juntarse en la balanza mis desgracias, serían más pesadas que la arena; por eso desvarían mis palabras. Llevo clavadas las flechas del Todopoderoso y siento cómo bebo su veneno, los terrores de Dios se han desplegado contra mí.
    ¿Rebuzna el asno salvaje ante la hierba?, ¿muge el buey ante el forraje?, ¿va uno a comer sin sal lo desabrido, o a encontrarle gusto al suero de la leche? Lo que me daba asco es ahora mi alimento repugnante.
    Ojalá se cumpla lo que pido, y Dios me conceda lo que espero: que Dios se digne triturarme y cortar de un tirón la trama de mi vida. Sería un consuelo para mí: torturado sin piedad saltaría de gozo, por no haber renegado de las palabras del Santo.
    ¿Qué fuerzas me quedan para resistir?, ¿qué destino espero para tener paciencia?, ¿es mi fuerza la fuerza de la roca o es de bronce mi carne? Ya no encuentro apoyo en mí, y la suerte me abandona.
    Para el enfermo es la lealtad de los amigos, aunque olvide el temor del Todopoderoso: mis hermanos me traicionan como un torrente, como una torrentera cuando ha pasado el caudal: baja turbio por el deshielo, arrastrando revuelta la nieve; con el primer calor, se seca y, en la canícula, desaparece de su cauce. Por él las caravanas cambian de ruta, se adentran en la inmensidad y se extravían; las caravanas de Temá lo buscan, y los beduinos de Saba cuentan con él; pero queda burlada su esperanza y, al llegar, se ven decepcionados.
    Igual vosotros, os habéis vuelto nada, veis mi terror y tenéis miedo. ¿Os he pedido que soltéis por mí algún soborno de vuestro bolsillo, que me libréis de mi adversario y me, rescatéis de un poder tiránico?
    Instruidme, y guardaré silencio, hacedme ver en qué me he equivocado. ¡Qué persuasivas son las palabras justas!; pero ¿qué prueban vuestras pruebas? ¿Pretendéis cogerme en mis palabras, cuando lo que dice un desesperado es viento?
    Os sortearíais a un huérfano y trataríais el precio de un amigo. Ahora, miradme atentamente: juro no mentir en vuestra cara. Otra vez, por favor: que no se haga injusticia; otra vez, que está en juego mi inocencia. ¿Hay injusticia en mis labios?, ¿no distingue mi boca las palabras?»

Responsorio     Jb 6, 2. 3

R. Si pudiera pesarse mi aflicción, * y juntarse en la balanza mis desgracias.
V. Serían más pesadas que la arena; por eso desvarían mis palabras.
R. Y juntarse en la balanza mis desgracias.


SEGUNDA LECTURA

De los libros de las Morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job.
(Libro 10, 47-48: PL 75, 946-947)

EL TESTIGO INTERIOR

    El que es el hazmerreír de su vecino, como lo soy yo, llamará a Dios y éste lo escuchará. Muchas veces nuestra débil alma, cuando recibe por sus buenas acciones el halago de los aplausos humanos, se desvía hacia los goces exteriores, posponiendo las apetencias espirituales, y se complace, con un abandono total, en las alabanzas que le llegan de fuera, encontrando así mayor placer en ser llamada dichosa que en serlo realmente. Y así, embelesada por las alabanzas que escucha, abandona lo que había comenzado. Y aquello que había de serle un motivo de alabanza en Dios se le convierte en causa de separación de él. Otras veces, por el contrario, la voluntad se mantiene firme en el bien obrar, y, sin embargo, sufre el ataque de las burlas de los hombres; hace cosas admirables, y recibe a cambio desprecios; de este modo, pudiendo salir fuera de sí misma por las alabanzas, al ser rechazada por la afrenta, vuelve a su interior, y allí se afinca más sólidamente en Dios, al no encontrar descanso fuera. Entonces pone toda su esperanza en el Creador y, frente al ataque de las burlas, implora solamente la ayuda del testigo interior; así, el alma afligida, rechazada por el favor de los hombres, se acerca más a Dios; se refugia totalmente en la oración, y las dificultades que halla en lo exterior hacen que se dedique con más pureza a penetrar las cosas del espíritu.
    Con razón, pues, se afirma aquí: El que es el hazmerreír de su vecino, como lo soy yo, llamará a Dios y éste lo escuchará, porque los malvados, al reprobar a los buenos, demuestran con ello cuál es el testigo que buscan de sus actos. En cambio, el alma del hombre recto, al buscar en la oración el remedio a sus heridas, se hace tanto más acreedora a ser escuchada por Dios cuanto más rechazada se ve de la aprobación de los hombres.
    Hay que notar, empero, cuán acertadamente se añaden aquellas palabras: Como lo soy yo; porque hay algunos que son oprimidos por las burlas de los hombres y, sin embargo, no por eso Dios los escucha. Pues, cuando la burla tiene por objeto alguna acción culpable, entonces no es ciertamente ninguna fuente de mérito.
    El hombre honrado y cabal es el hazmerreír. Lo propio de la sabiduría de este mundo es ocultar con artificios lo que siente el corazón, velar con las palabras lo que uno piensa, presentar lo falso como verdadero y lo verdadero como falso.
    La sabiduría de los hombres honrados, por el contrario, consiste en evitar la ostentación y el fingimiento, en manifestar con las palabras su interior, en amar lo verdadero tal cual es, en evitar lo falso, en hacer el bien gratuitamente, en tolerar el mal de buena gana, antes que hacerlo; en no quererse vengar de las injurias, en tener como ganancia los ultrajes sufridos por causa de la justicia. Pero esta honradez es el hazmerreír, porque los sabios de este mundo consideran una tontería la virtud de la integridad. Ellos tienen por una necedad el obrar con rectitud, y la sabiduría según la carne juzga una insensatez toda obra conforme a la verdad.

Responsorio     Sal 118, 104-105; Jn 6, 69

R. Odio el camino de la mentira; * lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.
V. Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna.
R. Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.

Oración

Señor Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver al camino recto, concede a todos los cristianos que se aparten de todo lo que sea indigno de ese nombre que llevan, y que cumplan lo que ese nombre significa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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