La prensa británica ha prestado amplia atención a una experiencia realizada en Stroud High School, una escuela femenina en el condado de Gloucestershire (al oeste de Inglaterra, fronterizo con Gales).
Las alumnas se desconcertaron cuando la dirección del establecimiento anunció nuevas reglas restrictivas sobre el uso de dispositivos electrónicos: teléfonos móviles y monitores de actividad (relojes, brazaletes, aplicaciones). El objetivo: “desintoxicar” de una creciente adicción. A pesar del enfado inicial, las estudiantes reconocen resultados positivos.
Además de la adicción a las redes, las autoridades académicas del centro se inquietaban al ver cómo las niñas se comparaban continuamente entre sí: el color del cabello, los peinados, las marcas de ropa, las fiestas y vacaciones. Naturalmente, cada una coloca en las redes lo más positivo de su vida. Y la constante comparación resulta perjudicial en su formación. Como la obsesión por el peso, que exacerba la preocupación de las niñas por la imagen de su cuerpo.
Adicciones y obsesiones
La dirección decidió establecer nuevas normas, al comprobar que las chicas se obsesionaban con el recuento continuo de pasos que daban y calorías que consumían. Llegaban a saltarse algunas comidas, para asegurar su peso ideal. Y eso que, a juicio de la dirección, “nuestras alumnas están en forma y tienen buena salud, hacen ejercicio y practican deportes, no hay razón alguna para que se obsesionen por el número de pasos y calorías”.
A comienzos de 2017, se hizo una encuesta entre las alumnas, y se comprobó que tres de cada cuatro consultan y participan en las redes sociales “constantemente”. Más de la mitad se llevan sus móviles a la cama y los emplean hasta que se duermen. El dato más alarmante fue que a la mayoría de las estudiantes entre once y catorce años les gustaría sentir un mayor control del uso de las redes sociales. Pero no saben cómo hacerlo. El equipo directivo del centro escolar vio la necesidad de ayudar a sus alumnas: “La escuela es un lugar donde aprender, pasarlo bien y cultivar amistades auténticas, no de estar hablando unas con otras, desde la habitación, a través de Snapchat”.
Una semana sin pantallas
A partir de esos datos, profesores y alumnas de Stroud participaron en una semana de “desintoxicación digital”: dejaron de utilizar sus dispositivos, también en casa. Las alumnas manifestaron, como efectos positivos, que habían tenido más tiempo libre y se habían sentido menos estresadas.
Una de ellas cuenta cómo fue evolucionando, a partir de su disgusto cuando estaba hablando con alguien, y éste se ponía a deslizar sus dedos sobre la pantalla o el teclado del smartphone. O cuando advirtió que charlaba poco con sus amigos, aunque participaba en muchas conversaciones en las diversas redes sociales.
Otro estudiante –de último curso, en que las clases son mixtas– explica cómo mejoró su rendimiento intelectual. Mientras realizaba sus deberes, consultaba a la vez continuamente las redes. Al dejar de hacerlo, comprobó que hacía en media hora lo que antes le costaba hora y media. Además, se encontró más descansado, también porque no estaba atado al móvil antes de irse a la cama. Duerme ahora mejor, y se despierta más en forma.
Nuevas reglas para el curso próximo
A raíz de la encuesta y de la semana de “desintoxicación”, la escuela ha decidido que, cuando comience el curso académico, tras las vacaciones de verano, las niñas de once a catorce años no podrán usar sus dispositivos electrónicos durante la jornada escolar. A las de catorce a dieciséis se les permitirá utilizarlos durante el almuerzo, y en el último curso el uso será libre, excepto en el aula.
Además, la escuela ha comenzado a trabajar con otras de su entorno y con los servicios de salud mental y los ayuntamientos, para elaborar programas y estrategias dirigidas a abordar los problemas causados por las redes sociales.
En realidad, el problema no está en las nuevas tecnologías en sí, sino en cómo se usan: se publican cada vez más estudios también sobre los efectos nocivos del exceso en la gente más joven desde edades tempranas. Muchos profesores fomentan la utilización educativa de recursos informáticos, pero luchan a la vez contra los móviles en clase: advierten que los usan mucho más los estudiantes con dificultades académicas.
Se trata de un debate abierto en los países desarrollados. Así, en Francia, durante la campaña presidencial, Emmanuel Macron lanzó la idea de prohibir los celulares en escuelas y colegios. Pero no ha vuelto a hablar de esa medida una vez elegido. Y no parece que vaya a replantearlo ahora, ante la incipiente pero seria caída de su popularidad.
Salvador Bernal
aceprensa.com
Publicar un comentario