Tomás Bavierapronunció el pasado 6 de junio en el Ateneo Mercantil de Valencia la conferencia La belleza nos salvará de la crisis: la propuesta educativa de Dostoievski. El texto es, en igual medida, sugerente y ambicioso. Busca rastrear los presupuestos tanto de la concepción clásica como de la concepción moderna de libertad y hallar manifestaciones de estas en Los demonios o en Los hermanos Karamazov. Esta empresa, que daría tema para varios cursos universitarios, lo intenta hacer en un poco más de sesenta minutos sin salir mal librado. Siguiendo al filósofo norteamericanoMichael Gillespie, Baviera afirma, en la parte central de su conferencia, que “las profundas raíces de la modernidad son de carácter teológico”. Es decir, la concepción de libertad como autonomía o indiferencia no nace con avances científicos ni con el desarrollo de la ciencia política, sino con un cambio en la manera de entender a Dios. Un cambio que, paradójicamente, surge con la intención de salvaguardar la omnipotencia de la divinidad.
Al fraile franciscano Guillermo de Ockham no le parecía correcto –señala Baviera– que Dios estuviera “limitado” por un cierto orden intrínseco de la realidad. Las cosas no deberían ser buenas o bellas porque llevan en sí mismas esas características, sino porque un Dios todopoderoso lo ha querido así. Las cosas podrían perfectamente ser de otro modo. De esta manera el sentido del bien pasó a ser algo arbitrario, pasó a ser depender del consenso de una voluntad. “Toda la confusión proviene de tener que decidir qué es más bello: Shakespeare o un par de zapatos”, dice un personaje del escritor ruso. Y, de esta manera, esta decisión recayó bajo el ámbito de la ley, cuya misión, más que guiar hacia cierta excelencia, pasó a ser la de conformar al ciudadano a esa voluntad que decide cuál es el orden de la realidad. “Para Dostoievski –continúa– el eclipse del Dios creador se encuentra en la raíz del problema moderno de la libertad”.(...) Finalmente se habla de una diferencia radical entre la concepción clásica de la libertad y su par moderna: que no da igual dirigirla hacia cualquier cosa. En una concepción clásica no da igual amar cualquier cosa. “¿Cómo cuidar esta libertad?”, se pregunta Baviera, para concluir con una cita del final de los Karamazov. Después de tan compleja lectura a la historia de las ideas, podría parecer, engañosamente, una sugerencia demasiado modesta: “Sepan, pues, que nada hay más alto, ni más fuerte, ni más sano, ni más útil en nuestra vida, que un buen recuerdo, sobre todo si lo tenemos de la infancia, del hogar paterno. (...). El que ha acumulado recuerdos de esta naturaleza es hombre salvado para toda la vida. E incluso si no quedara más que un solo recuerdo bueno en nuestro corazón, puede que algún día ese recuerdo nos salve”.
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