Algo estudié de pedagogía y algo de programación por objetivos. Tengo entendido que lo interesante es tener un gran objetivo general, y luego objetivos parciales, medios, estrategias, evaluación y corrección de errores. No sé si técnicamente es muy perfecto, pero yo creo que se me entiende.
Momento de pensar en la programación de diócesis y parroquias, porque no hay forma de plantearse nada serio si para empezar no tenemos clara la meta final. A ver, antes de nada, ¿dónde queremos llegar al final del proceso? Es que me leo programaciones, objetivos, y todo es un dar vueltas a la noria sin rematar la faena. Ya saben: formar agentes de pastoral, crear una comunidad parroquial unida, solidaridad con el débil, acompañamiento a las familias, grupos de oración, grupos de formación, grupos… Convertir la eucaristía en el centro… Está bien, pero me falta algo.
Hace ahora unos días vinieron dos personas a la parroquia con el generoso propósito de ofrecerse para colaborar en la pastoral parroquial todo lo que sea menester. Las dos personas y posiblemente más. Fantástico. Gloria a Dios. Me preguntaron: usted en la parroquia, ¿tiene marcado algún objetivo, alguna prioridad? Sí, contesté sin dudarlo: el objetivo de la parroquia es que un día podamos encontrarnos todos, feligreses y párroco, en el cielo. Se quedaron en silencio.
¿O es que acaso podemos tener otro? Mi único objetivo, como sacerdote, es llevarlos al cielo, ir juntos al cielo. Lo otro, todo lo demás, por muy preparado y bien realizado que esté, son medios para ello. Por eso, si se nos olvida el objetivo fundamental, lo mismo nos pasamos toda la vida tocando el violón, el saxofón, el trombón y el bandoneón.
Ayer se lo dije en la homilía: al cielo, juntos, todos. Porque si nos encontramos en el cielo, habremos salvado la vida. Y si no es así, habremos fracasado estrepitosamente. Humanamente podemos ser la parroquia más chachi guay: jóvenes, niños, adultos, misas llenas, grupos de teatro, macramé, Cáritas a tope, teatro, cine fórum, escuela de padres, grupo de liturgia, coros. Perfecto. Pero todo eso, para llegar al cielo juntos. Para abandonar el pecado, renunciar a nosotros mismos, volvernos del todo a Cristo, vivir la vida de la gracia y llegar un día a la gloria eterna. El gran éxito del párroco es poder acudir a la cabecera de un enfermo, confortarle con los santos sacramentos, dale la bendición y enviarlo para arriba.
Supongo que estoy hablando de cosas de otra época. Quién sabe. Ayer lo exponía en la homilía. Por cierto, estos días estoy solo en la parroquia por las vacaciones de mi compañero, así que imposible confesar durante las misas. No pasa nada. Al acabar la misa de las 19:30 dije: ya ven que durante la misa no podemos confesar porque estoy solo. Ahora bien, si alguien quiere confesar después de misa, a su disposición me tienen. Me dieron casi las diez de la noche. Buena tarde la de ayer domingo.
Demasiadas veces oigo y leo eso de que lo que la iglesia tiene que hacer es estar con los pobres, acoger a los refugiados, poner el bálsamo de la misericordia en la vida, defender a los pueblos indígenas, acompañar a los débiles. Me parece una memez lo diga quien lo diga. Lo que la iglesia tiene que hacer es anunciar el evangelio, llamar a la conversión y enseñar el camino del cielo.
Jorge: hay que estar con los pobres. No. Hay que estar con todos para salvar a todos, y llevar al cielo a todos.
Definitivamente, mi futuro eclesial es escaso.
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