Durante años, los que conocimos a José Galat (director ahora de Telenemiga) cubrimos con un manto de gran caridad sus carencias intelectuales y sus deficiencias de virtud. Así como su universidad es la Gran Colombia, la nuestra fue una Gran Caridad. Pero ahora ha llegado el momento de decir bien alto que el emperador iba desnudo.
La postura de los obispos colombianos respecto a él ha sido la más prudente. (Yo siempre con los obispos. Sí, ya oigo el run-rún.) Es decir, todos (obispos, curas y monaguillos, y hasta los canónigos) pensamos que le quedaban un par de meses antes de que la edad le forzara a dedicarse a echar migas de pan a las palomas del parque.
Para qué enfrentarse con toda la artillería canónica contra un ego del tamaño de Godzilla si, de un momento a otro, iba a decir sorpresivamente una noche: “Queridos amigos, ha sido un placer estar con ustedes todos estos años… etc, etc, la edad… etc, etc, mis achaques y bla, bla, bla”.
Pero no, señor. Da la sensación de que ha decidido convertirse en el primer presentador en seguir al pie del cañón, aunque tenga que ir al programa conectado a un gotero, aunque tenga que sustituir el sillón por una cama. (En eso le alabo el gusto. No descarto hacer yo lo mismo, cuando me llegue el momento.) Ya me lo imagino dirigiendo el programa balbuciendo, con el uso del habla perdida y comunicándose con el público a través de signos vehementes de las manos y gestos furibundos de la cara. Si eso sucediera, tampoco notaríamos que ha bajado mucho el nivel teológico de sus intervenciones.
Galat dice que al Papa lo eligió una mafia de cardenales. No voy a llegar al extremo de decir, dada mi Gran Caridad, que lo único claro de todo este asunto es que en el cerebro del presentador de ese programa ya sólo funciona una reducida mafia de neuronas. No, no diré eso. Pero sí que repito que esas americanas rojas que usa son un desastre para la vista.
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