Ayer me pregunté: “¿Qué haré mañana domingo?”. Algo que sea agradable, algo que me apetezca. La idea de un pequeño viaje fue la primera que me vino a la mente. Pero el calor del verano es arrollador como para desplazarse a Pastrana o algún lugar cercano. Además, hay que avisar a los acompañantes y quedaba poco tiempo.
Así que decidí hacer un viaje, sí, pero un viaje al mundo de la relación entre los obispos medievales y sus capítulos catedralicios. Tenía un cierto número de lecturas densas que había dejado para más adelante.
Comencé por la obra St. Oswald of Worcester, editado por Nicholas Brooks.Los libros que son recopilación de artículos suelen tener un nivel de detalle y precisión admirables.
Seguí con la obra Cathedrals, Communities and Conflict in the Anglo-Norman World, editado por Paul Dalton. Otra recopilación de artículos. El problema de estas recopilaciones es que son verdaderos laberintos. Es decir, el nivel de detalle es tan increíble que es fácil perderse. Pasé el resto de la mañana y parte de la tarde en este viaje en el tiempo.
Leer muchos buenos libros, aleja del lector la idea de que no puede equivocarse. Al revés, uno se vuelve más consciente de los límites del propio conocimiento, de la complejidad que tuvieron los mundos pasados. Lo que vale para Historia, vale para la Teología.
Sólo los tertulianos de la tele o los jóvenes guionistas de un documental pueden permitirse hablar con la audacia a la que nos tienen acostumbrados. Misericordia para aquellos que se alimentan sólo de los pésimos documentales del History Channel y otros canales del documental-espectáculo.
Todavía recuerdo cuando en TV2, en un programa se dijo que un Papa había prohibido comer trufas a los laicos. El entrevistado explicó muy serio que la razón era que esos frutos podían avivar la lujuria de los laicos y que por eso era mejor que sólo los clérigos las comieran. Al presentador y al director del programa semejante sandez les pareció lo más normal del mundo. ¿Para qué dejar hablar en un documental a un experto cuando puedes escoger a un superbobo?
El mundo medieval (y por supuesto todos los demás) eran complejísimo y en continuo cambio. Esto también vale para la Teología, lo repito. Ciencia (de Dios) llena de sutilidades y de matices. Sólo las mentes más agudas y perspicaces son capaces de ofrecer una visión de conjunto equilibrada de esa ciencia divina. Los demás debemos ser humildes.
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