Es lo que hay, aunque haya gente que no se lo crea.
En la parroquia donde trabaja este su seguro servidor, hay dos cosas que son privilegio, lujo, gracia de Dios y las grandes joyas de la corona. Son, por este orden, la capilla de adoración perpetua y el economato solidario de Cáritas.
Curiosamente, son las dos obras parroquiales que exigen menos reuniones. La capilla de la adoración perpetua lleva funcionando desde hace cuatro años y medio sin que el Santísimo haya estado solo NI UN INSTANTE. El grueso de su funcionamiento lo llevan cuatro coordinadores de turnos que llevarán sin una reunión formal más de un año. Están en continua comunicación por medio de correo, teléfono y WhatsApp y lo mismo conmigo. Eso sí, hablamos bastante porque nos vemos, nos encontramos. Pero reuniones oficiales, un año sin tenerlas.
Desde hace casi un año la capilla de la adoración perpetua ha quedado a cargo de la naciente hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de los Dolores. La hermandad tiene junta general una vez al año y la junta directiva se reúne cada dos o tres meses. Pues tanto la capilla, como los cultos y la procesión de la Virgen de los Dolores, como la procesión del Corpus, de lujo.
Y qué decir del economato. Con tres años de funcionamiento, y con los mismos ingresos, se pasó de atender a sesenta familias a las ciento veinte actuales. Reunión general de voluntarios tenemos como mucho dos al año ¡SOLAMENTE DOS! Están distribuidas las tareas, cada voluntario y cada equipo sabe lo que le toca y la coordinación para los temas diarios se hace vía WhatsApp a través de grupos de mensajes. Lo que sí hay es mucho diálogo natural, pero si me dicen de reuniones de horas, mesa, orden del día y más horas, prácticamente nada de nada.
Nos pierden las reuniones. Reunión para conocerse, reunión para ver qué se hace, reunión para marcar las reuniones, reunión para reunirse con otros ya reunidos, reunión de coordinación de parroquia, de arciprestazgo, de vicaría, diocesana.
Tenemos un equipo económico de lujo. La gestión no es que sea correcta, es que acaban de hacernos una auditoría externa que así lo confirma. ¿Se reúnen mucho? Tres veces al año.
El problema no está en reunirse, sino en saber lo que hay que hacer y cómo levarlo a cabo, y después repartir responsabilidades y que cada cual asuma lo suyo. Las cosas del día a día hoy, con el correo electrónico y ese magnífico invento del WhatsApp, se solucionan.
Eso sí, un detalle muy importante. Todo esto es posible si el párroco está. No en cada cosa, pero sí por ahí. Por ejemplo, el economato no lo lleva un servidor directamente, pero no hay día de apertura que no me pase por la secretaría y la tienda incluso en varios momentos. Igual por la capilla, no solo para rezar, sino para estar enterado de turnos, vacantes, incidencias.
¿Reuniones semanales, quincenales…? ¿Para?
Hoy la gente no tiene tiempo para esas cosas. Me lo dicen: mire usted, yo puedo venir a la secretaría del economato o a la tienda dos o tres horas por semana. Pero si me dice que para esto tengo que hacer un curso, reunirme quincenalmente, acudir a las mesas de coordinación, participar de encuentros de arciprestazgo y vicaría, pues va a ser que no.
Por cierto, todos los voluntarios del economato son adoradores. A lo mejor ese es el truco.
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