Me contaban no hace mucho que, en una diócesis española, de cuyo nombre no quiero acordarme, aunque me acuerdo muy bien, ha sido vetado por la superioridad un sacerdote como predicador de una novena por el hecho de que ese sacerdote “no respeta al papa, habla en contra del papa”. Al sacerdote, por cierto, no se le puede reprochar nada en ortodoxia o liturgia. Todo lo contrario. Si acaso, demasiado ortodoxo. Pero… parece ser que no es entusiasta “francisquista”, y eso hoy se lleva mal.
El hecho es preocupante y, desde luego, muy curioso. Porque casos hay, algunos sangrantes, de auto proclamados teólogos católicos, algunos con condenas expresas de obispos y doctrina de la fe, que predican sin problemas, celebran mesas redondas, y dan conferencias en parroquias con aplauso bastante general, y todo gracias a que se han apuntado al carro del francisquismo con firme y expresa contundencia. Son los nuevos signos de los tiempos.
Hoy la ortodoxia doctrinal ha dado paso a un consentido cacao de padre y muy señor mío. Basta ver las reacciones que Amoris Laetitia sigue produciendo. El ecumenismo se anda trocando en un ligerito consenso que muchos evangélicos rechazan. La liturgia vuelve a la creatividad. Los signos de los tiempos consisten en volver la cabeza a Roma, aplaudir a Francisco en todo, colocar como imprescindible muletilla la palabra misericordia y clamar por la ayuda a los refugiados. El resto, pasa a un segundo plano.
Es curioso cómo cambia de chaqueta el personal. Ya me decía un anciano sacerdote hace tiempo que el oficio más rentable y mejor pagado en la Iglesia Católica es el de camaleón. Los mismos que nos han estado explicando durante años algo así como la relatividad del ministerio petrino, que se han reído de nosotros porque citábamos a san Juan Pablo II o a Benedicto XVI, los mismos que han puesto en solfa abiertamente de la infalibilidad papal, están convirtiendo en doctrina segura la última llamada que dicen ha realizado Francisco para decir no sé qué.
Y al revés. Los más exigentes teólogos dogmáticos y moralistas, defensores sin resquicio de Dominus Iesus, Familiaris Consortio y Veritatis Splendor, hoy se muestran abducidos por la misericordia que está por encima de leyes y papeles. ¿Aggiornamento? ¿Camaleonismo? Vaya usted a saber. Es lo que dice el papa.
Pero vamos a ver. Tranquilos. Pensemos que es el papa, qué es la infalibilidad, qué el magisterio ordinario y extraordinario. Y vamos a aplicarlo POR IGUAL a Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, Benedicto y Francisco. Porque lo que no puede ser es que el magisterio papal sea relativo o absoluto, según me caiga el papa, al punto de clasificar a curas y obispo no por más o menos trabajadores, ortodoxos o piadosos, sino por más o menos francisquistas.
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