La liturgia diaria meditada - El que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida (Jn 6,44-51) 04/04




Jueves 04 de Mayo de 2017
De la feria
Blanco

Martirologio Romano: En Lorch, en la región del Nórico, en lo que hoy es Alemania, san Florián, mártir, que durante la persecución bajo Diocleciano, y por orden del gobernador Aquilino, fue arrojado desde el puente al río Enns con una piedra atada al cuello. († 304)

Antífona de entrada          cf. Éx 15, 1-2
Cantaré al Señor que se ha cubierto de gloria. El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. Aleluya.

Oración colecta     
Dios todopoderoso y eterno, concédenos en este tiempo pascual recibir con mayor abundancia la gracia que hemos conocido, para que, liberados de las tinieblas del error, nos adhiramos con mayor firmeza a tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Dios nuestro, que por este santo sacrificio nos concedes participar de tu vida divina: te pedimos que así como hemos conocido tu verdad, vivamos de acuerdo con ella. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        2Cor 5, 15
Cristo murió por todos, a fin de que los que viven, no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. Aleluya.

Oración después de la comunión
Padre, ayuda con bondad a tu pueblo, que has alimentado con los sacramentos celestiales; concédele apartarse del pecado y comenzar una vida nueva. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Hech 8, 26-40
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
El Ángel del Señor dijo a Felipe: “Levántate y ve hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza: Es un camino desierto”. Él se levantó y partió. Un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, había ido en peregrinación a Jerusalén y se volvía, sentado en su carruaje, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: “Acércate y camina junto a su carro”. Felipe se acercó y, al oír que leía al profeta Isaías, le preguntó: “¿Comprendes lo que estás leyendo?”. Él respondió: “¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?”. Entonces le pidió a Felipe que subiera y se sentara junto a él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente: “Como oveja fue llevado al matadero; y como cordero que no se queja ante el que lo esquila, así él no abrió la boca. En su humillación, le fue negada la justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia, ya que su vida es arrancada de la tierra?”. El etíope preguntó a Felipe: “Dime, por favor, ¿de quién dice esto el Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?”. Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este texto de la Escritura, le anunció la Buena Noticia de Jesús. Siguiendo su camino, llegaron a un lugar donde había agua, y el etíope dijo: “Aquí hay agua, ¿qué me impide ser bautizado?”. Y ordenó que detuvieran el carro; ambos descendieron hasta el agua, y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y el etíope no lo vio más, pero seguía gozoso su camino. Felipe se encontró en Azoto, y en todas las ciudades por donde pasaba iba anunciando la Buena Noticia, hasta que llegó a Cesarea.
Palabra de Dios.

Comentario
¡Cuánto bien nace de la fidelidad al Espíritu Santo! Felipe simplemente se dejó guiar por él. Ese eunuco se preguntaba por el sentido del texto bíblico y de su propia vida. En el camino por donde lo llevaba el Espíritu, se produjo la iluminación que dio sentido a su existencia. Así el Espíritu Santo nos sigue empujando hoy para salir a iluminar, con la luz de Jesucristo, los caminos y las vidas de nuestros hermanos.

Salmo 65, 8-9. 16-17. 20
R. ¡Aclame al Señor toda la tierra!

Bendigan, pueblos, a nuestro Dios, hagan oír bien alto su alabanza: Él nos concedió la vida y no dejó que vacilaran nuestros pies. R.

Los que temen al Señor, vengan a escuchar, yo les contaré lo que hizo por mí: Apenas mi boca clamó hacia él, mi lengua comenzó a alabarlo. R.

Bendito sea Dios, que no rechazó mi oración ni apartó de mí su misericordia. ¡Bendigan, pueblos, a nuestro Dios! R.

Aleluya        Jn 6, 51
Aleluya. “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Jn 6, 44-51
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús dijo a la gente: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: ‘Todos serán instruidos por Dios’. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: Solo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.
Palabra del Señor.

Comentario
Jesús proclama nuevamente su íntima comunión con el Padre. Darse como pan es hacer presente en este mundo lo que el Padre quiere: Vida, y vida en abundancia. Jesús es testigo de cómo el Padre ama a la humanidad, y con este mismo amor se entrega.

Oración introductoria
Dios mío, Tú te entregas a mí en el don de la Eucaristía. Ayúdame a profundizar en la experiencia de tu amor misericordioso para crecer en la nueva vida que tu Hijo nos trajo.

Petición
Señor, permíteme acercarme a la comunión con gran amor.

Meditación 

Hoy el Resucitado se presenta a su Iglesia con aquel «Yo soy el que soy» que lo identifica como fuente de salvación: «Yo soy el pan de la vida» (Jn 6,48). En acción de gracias, la comunidad reunida en torno al Viviente lo conoce amorosamente y acepta la instrucción de Dios, reconocida ahora como la enseñanza del Padre. Cristo, inmortal y glorioso, vuelve a recordarnos que el Padre es el auténtico protagonista de todo. Los que le escuchan y creen viven en comunión con el que viene de Dios, con el único que le ha visto y, así, la fe es comienzo de la vida eterna.

El pan vivo es Jesús. No es un alimento que asimilemos a nosotros, sino que nos asimila. Él nos hace tener hambre de Dios, sed de escuchar su Palabra que es gozo y alegría del corazón. La Eucaristía es anticipación de la gloria celestial: «Partimos un mismo pan, que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, para vivir por siempre en Jesucristo» (San Ignacio de Antioquía). La comunión con la carne del Cristo resucitado nos ha de acostumbrar a todo aquello que baja del cielo, es decir, a pedir, a recibir y asumir nuestra verdadera condición: estamos hechos para Dios y sólo Él sacia plenamente nuestro espíritu.

Pero este pan vivo no sólo nos hará vivir un día más allá de la muerte física, sino que nos es dado ahora «por la vida del mundo» (Jn 6,51). El designio del Padre, que no nos ha creado para morir, está ligado a la fe y al amor. Quiere una respuesta actual, libre y personal, a su iniciativa. Cada vez que comemos de este pan, ¡adentrémonos en el Amor mismo! Ya no vivimos para nosotros mismos, ya no vivimos en el error. El mundo todavía es precioso porque hay quien continúa amándolo hasta el extremo, porque hay un Sacrificio del cual se benefician hasta los que lo ignoran.

Esta es la explicación fundamental: porque Jesús resucitó, nosotros resucitaremos. Tenemos esperanza en la resurrección porque Él nos ha abierto la puerta, nos ha abierto la puerta a la resurrección. Esta transformación en espera, en camino a la resurrección, esta transfiguración de nuestro cuerpo se prepara en esta vida mediante el encuentro con Cristo Resucitado en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Nosotros que en esta vida nos nutrimos de su Cuerpo y de su Sangre, resucitaremos como Él, con Él y por medio de Él. Como Jesús resucitó con su propio cuerpo, pero no volvió a una vida terrena, así nosotros resucitaremos con nuestros cuerpos que serán transfigurados en cuerpos gloriosos.

Propósito
Buscar unirme al sacrificio de amor de Cristo por medio de algún acto de caridad concreto durante el día.

Diálogo con Cristo


Jesús tú me ofreces en el Pan de la Eucaristía el alimento fundamental para mi vida espiritual. Gracias por este don inmerecido. Quiere madurar en mi fe, crecer en mi esperanza y amor. Sé que esto lo puedo lograr fortaleciendo mi amistad contigo en este sacramento. Te quiero recibir con un amor sincero.

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09:55

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