¿Somos animales? Sí, claro, pero no solo animales; y aquí vienen en nuestra ayuda la experiencia y lo que podríamos llamar la “sabiduría popular”, y también la genética, las neurociencias y la psicología evolutiva. Scruton señala que creemos que tenemos derechos, que tenemos un derecho soberano sobre nuestras vidas y que nos parece que los que abusan de los derechos de otros se hacen, ante todo, un daño a ellos mismos. Me dirá el lector que por qué me fío de la “sabiduría popular”, y eso tiene que ver con los viejos filósofos que nos enseñaron a pensar no desde el vacío, sino desde donde cada uno está.
Scruton dice que ese “algo más” que somos puede explicarse a partir de la concepción del hombre como creado a imagen de Dios, pero que esto nos lleva a preguntarnos dónde descubrimos esa imagen. Y dice que en la pregunta “por qué” que somos capaces de hacernos. “Los seres humanos vivimos en un mutuo reconocimiento de responsabilidad, cada uno debe dar cuenta a los otros de sus propios juicios (…) Sobre este hecho edificamos el edificio de los derechos y deberes. Y aquí es donde, en definitiva, reside la libertad: la responsabilidad de dar cuenta de lo que hacemos”. Me gusta el argumento.
Scruton señala también que los psicólogos evolutivos dan otra explicación: somos animales que han aprendido que una estrategia de cooperación es mejor para sobrevivir en la lucha por la vida en un entorno que no siempre es favorable. De modo que las reglas morales son una estrategia aprendida para no hacer daño a otros, para ayudar a los débiles, para dar credibilidad a nuestras acciones… porque es lo que nos da una ventaja en esa guerra. Pero también hace notar que “nosotros, los seres humanos, no nos vemos unos a otros como los animales se ven, como miembros de una misma especie. No nos relacionamos como objetos, sino como sujetos, como criaturas que nos dirigimos unos a otros como un ‘yo’ y un ‘tú’“. Hablamos en primer persona.
Y “hablando en primera persona podemos hacer afirmaciones sobre nosotros mismos, responder a preguntas e implicarnos en razonamientos y consejos de maneras que van más allá del métodos normales de descubrimiento. En consecuencia, podemos participar en diálogos fundados en la confianza en que, cuando tú y yo hablamos sinceramente, lo que decimos merece confianza. Hablamos con nuestras mentes (…) Por tanto, como personas vivimos en el mundo de la vida que no se puede reducir al mundo de la naturaleza”.
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