Tú y yo, estrellas en el camino


Flickr: Ken_Lord



El Evangelio de hoy es como una llamada a despertarnos.

A despertarnos porque nosotros no estamos llamados a ser noche ni a vivir en la noche.

Nosotros estamos llamados a vivir en el día y a ser día.

“Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte”.

El cristiano no se puede ocultar detrás de falsas humildades.

El cristiano no se puede ocultar en su caminar de cada día.

El cristiano no puede esconderse por el miedo al qué dirán.

Un cristiano no puede ser una luz apagada.

Un cristiano no puede ser una vela apagada.

El cristiano es luz un foco fundido.

El cristiano está llamado a ser “luz”.

“Ustedes son la luz del mundo”.


Por tanto es alguien que tiene que estar en lo alto para alumbrar a los demás.

Siento pena cuando leo a Tierno Galván cuando dice:

”En estos momento, el agnosticismo para el único camino para devolver al hombre la seguridad y el entusiasmo, frente a millones de cristianos decepcionados, para los que Dios es tan solo un juguete roto”.


Prefiero la afirmación de J. Martín Velasco que escribe que “los cristianos existimos desde un origen amoroso”.

El cristiano no es un amargado de la vida que todo lo ve negro.

El cristiano no es un ciego que todo lo ve noche.

El cristiano no es un ciego que sabe que todas las luces se han apagado.

Por el contrario, el cristiano es, según Jesús: “luz del mundo”.

Es lámpara que alumbra.

Es bombilla encendida.

Es luz que alumbra al mundo.


Me duele cuando alguien me dice que no me acerque a fulano que es un peligro.

Que no me acerque al otro que me mostrará un camino lleno de oscuridades.

Porque él es apagador de estrellas.

Yo veo la realidad de otra manera. Me gusta verla como Jesús la ve. Por eso, algún día meditando este Evangelio experimenté que todos éramos luces, estrellas escribí:


Yo soy tu estrella, no tu camino.

Tú eres mi estrella, no mi camino.

Pero tú y yo, mostramos el camino.


Tú eres el dedo de Dios que me muestra mi camino.

Yo soy el dedo de Dios que te muestro tu camino.


Por eso tú eres tan importante en mi vida.

Y por eso, yo soy tan importante en la tuya.


Es posible que tú nunca te des cuenta.

Es posible que yo nunca me dé cuenta.

Y a pesar de todo, somos el uno para el otro, la estrella que alumbre el camino.


Tu vida no me pude ser indiferente.

Tampoco la mía es indiferente para ti.

De cómo vivamos tú y yo dependerá que ambos logremos nuestra meta.


Nadie sabe cuán importante es la vida de los demás.

Y nadie sabe cuánto bien puede hacer a los demás.

Y nadie sabe cuánto daño puede hacer al otro.

Todos vivimos una interdependencia.


Nuestras vidas se cruzan en el camino, como luz o como oscuridad.

Y también se encuentran en el mismo camino, alumbrando o ensombreciendo.

Distintos caminantes, y uno solo es el camino.

Pero también una sola luz puede que alumbrar nuestros caminos.


Si mi estrella se apaga, enciéndela con la luz de la tuya.

Si tu estrella se apaga, cuenta con la pequeña luz de la mía.

Y así juntos llegaremos a final del camino.

Si tú te apagas, que yo alumbre.

Si yo me apago, que seas tú el que alumbra.

“Somos luz del mundo”.

Y no podemos renunciar a la luz.

Y no podemos convertirnos en tinieblas.

Si el mundo sufre de oscuridad, no culpemos al sol.

Si el mundo sufre de falta de luz, veamos cómo alumbran nuestras vidas.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo A
20:40

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