Monseñor Álvaro del Portillo llega a los altares


SACERDOTE QUE SUPO QUERER Y SE HIZO QUERER


Con ocasión de la aprobación del milagro que conducirá al sucesor de San Josemaría a los altares, volvemos a publicar un artículo publicado en este blog hace unos años, homenaje modesto a este gran sacerdote madrileño


Tuve ocasión de saludar a Don Álvaro del Portillo cuando yo era joven sacerdote estudiante en Roma. La cosa ocurrió así: Un jueves santo, como el Papa celebra en la Basílica de San Juan de Letrán, estábamos otro sacerdote y yo en el atrio del templo esperando la hora de la Misa y haciéndonos los remolones por si podíamos saludar al Santo Padre. En esto llegó Don Álvaro acompañado por el que hoy es Prelado del Opus Dei, Don Javier Echevarría. Al ser nosotros españoles nos saludó Don Álvaro y que quedó hablando un rato. Me llamó la atención su bondad, que se notaba en todo: Cómo se interesaba por nuestros estudios, nuestra diócesis, incluso por nuestra familia. En un momento determinado el movimiento de los guardias hizo entender que llegaba el Papa y Don Javier dijo a Don Álvaro: “Deberíamos ir a sentarnos a nuestros sitios”, por lo que ambos saludaron cariñosamente y se fueron. Nosotros dos seguimos haciéndonos los remolones y conseguimos saludar al Papa cuando éste llegó a la Basílica.


Años después, trabajando ya en la Congregación de las Causas de los Santos, me pude dar cuenta que todos recordaban con mucho afecto a Don Álvaro, ya fallecido hacía años, y que había sido consultor de dicho dicasterio. Uno que hoy es personaje importante de la Congregación, religioso Franciscano, me contó que él tuvo como guía espiritual a Don Álvaro durante años, desde que ambos eran consultores, y que al principio, siempre que Don Álvaro venía al Dicasterio le traía al religioso unas intenciones de Misa para que las aplicase y con los estipendios pudiese comprarse libros para sus investigaciones de historia de la Iglesia. Me llamó mucho la atención que, en un ambiente como el del Vaticano, todos me hablaron de Don Álvaro como de un santo.




En este apartado de “Sacerdotes que han dejado huella” he querido incluir a Don Álvaro pues de verdad dejó huella entre los que le conocieron y, además, en toda la Iglesia a través de su servicio abnegado a ella en el Concilio Vaticano II y como Consultor de diversos dicasterios Vaticanos. Su servicio abnegado al Opus Dei, del que fue primer Obispo Prelado, fue otro modo maravilloso de dejar huella en la Iglesia. Los datos biográficos los he tomado de aquí y de allá, están todos en la Web, aunque sin duda hay que recomendar la biografía de Salvador Bernal, que también fue el primer biógrafo de Escrivá de Balaguer, si no me equivoco. El cariño con el que escribo el artículo sale del corazón.



Nacido en Madrid en 1914 y fallecido en Roma en 1994, Don Álvaro del Portillo y Díez de Sollano, fue el primer sucesor de Josemaría Escrivá de Balaguer al frente del Opus Dei, del que fue presidente general y Prelado personal hasta su fallecimiento. De familia acommodada madrileña, cursó el bachillerato en el Colegio El Pilar de Madrid, e ingresó en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, en la que terminó sus estudios en 1941 y en la que fue profesor. Obtuvo también el título de ingeniero de Obras Públicas, y comenzó a ejercer la profesión tanto en las confederaciones hidrográficas del Júcar, Duero y Ebro, como en la Jefatura de Puentes y Cimentaciones. Sus compromisos laborales no impidieron que estudiara la carrera de Filosofía y Letras, en la rama de Historia, en la que se doctoró en 1944 con la tesis “Descubrimientos y Exploraciones en las Costas de California", y a la que se otorgó el Premio Extraordinario.


Su vinculación con el Opus Dei comenzó en 1935. San Josemaría apreció desde el primer momento la valía humana y espiritual de joven Ávaro, por lo que no es de extrañar que comenzara muy pronto a colaborar con éste en el gobierno de la institución y en la labor apostólica, primero como laico y después como sacerdote, al ser ordenado tal el 25 de junio de 1944. En dicha ceremonia fueron también ordenados sacerdotes José María Hernández de Garnica y José Luis Múzquiz, formando éstos tres la primera promoción de profesionales que Escrivá llevó al sacerdocio. Los tres caminan hoy hacia los altares.


Joven sacerdote, fue elegido por Escrivá de Balaguer para que viajara a Roma en calidad de representante de la Obra y expusiera al papa Pío XII el entramado jurídico de ésta. En 1946 se trasladó definitivamente a Roma, pocos meses antes de que lo hiciera el fundador de la Obra. Un año más tarde fue nombrado consiliario del Opus Dei en Italia. En junio de 1948 Escrivá de Balaguer creó en Roma el Collegio Romano della Santa Croce, un centro internacional de formación adscrito a la Obra; Alvaro del Portillo fue nombrado rector, y se encargó asimismo de la enseñanza de Teología Moral, labor que desempeñó hasta 1953. También ese mismo año obtuvo el doctorado en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Santo Tomás.


Dentro del Opus Dei, Alvaro del Portillo desempeñó varios cargos de importancia, tales como secretario general desde 1940 a 1947 y desde 1956 hasta 1975, y procurador general desde 1947 hasta 1956. Durante el pontificado de Pío XII colaboró en varios dicasterios pontificios, y fue nombrado consultor de la entonces Sagrada Congregación de Religiosos (1954-66). Juan XXIII le nombró consultor de la que entonces se llamaba Sagrada Congregación del Concilio (1959-66), y calificador y juez (1964) de la Suprema Congregación del Santo Oficio.


En las etapas previas al Concilio Vaticano II, en el que trabajó con gran empeño, fue presidente de la Comisión Antepreparatoria para el Laicado, y formó parte de otras comisiones preparatorias. Asimismo, durante los años de desarrollo del Concilio (1962-65), fue secretario de la Comisión sobre Disciplina del Clero y del Pueblo Cristiano, y consultor de otras comisiones conciliares. San Josemaría bromeaba años después diciendo que todos aquellos con los que Don Álvaro trabajó durante el Concilio habían sido hechos Cardenales, cosa que no ocurrió con Don Álvaro, si bien lo había merecido. Estopado deberse al recelo inicial que encontró el Opus Dei entre muchos miembros de la Curia Romana, pues traía un camino nuevo de santidad en la Iglesia, que algunos no entendieron al principio.


La Santa Sede contó siempre con él. En 1963 fue nombrado, también por Juan XXIII, consultor de la comisión pontificia para la revisión del Código de Derecho Canónico, y como tal intervino en la elaboración del actual Código, promulgado por Juan Pablo II en 1983. Pablo VI, por su parte, le nombró consultor de la Comisión Postconciliar sobre los Obispos y el Régimen de la Diócesis (1966), y de la Sagrada Congregación para el Clero.


Tras el fallecimiento de San Josemaría, ocurrida como es bien sabido el 26 de junio del 1975, el Congreso General de la Obra, reunido el 15 de septiembre del mismo año, con la intención de elegir al sucesor del difunto Fundador, eligió por unanimidad y en la primera votación a Do Álvaro, refrendando la voluntad del propio Escrivá, quien había manifestado esa misma intención poco antes de fallecer.


El 28 de noviembre de 1982 Juan Pablo II le nombró prelado de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y Opus Dei, erigida en esa misma fecha, uno de los momentos más importantes de la Obra, ya que significaba la consolidación jurídica del carisma recibido por San Josemaría y que llevaba años fructificando en la Iglesia. Poco después fue también nombrado consultor de la Congregación para las Causas de los Santos (1982) y miembro de la Secretaría del Sínodo de los Obispos (1983); así como miembro “ad honorem” de la Pontificia Academia Teológica Romana. Fue consagrado como obispo en la basílica de San Pedro por Juan Pablo II el 6 de enero de 1991, junto al también miembro del Opus Dei Julián Herraz Casado, que fue Presidente del Pontificio Consejo para la interpretación de los textos legislativos y Cardenal.


El 17 de mayo de 1992 Juan Pablo II beatificó a Escrivá de Balaguer ante 300.000 fieles, uno de los momentos más importantes para la Obra desde sus comienzos, la cual había pasado de los 60.000 miembros de la década de los setenta a 77.000 en todo el mundo en la década de los noventa, y había extendido su apostolado a 20 nuevos países, entre ellos Costa de Marfil, India, Polonia y Singapur. En 1985 fundó en Roma el Centro Académico Romano de la Santa Cruz, germen de lo que en 1994 llegó a ser la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, donde tuve yo el honor de estudiar Derecho Canónico.


Falleció repentinamente en la madrugada del 23 marzo de 1994 en la sede central de la Prelatura en Roma, horas después de haber regresado de Tierra Santa y de haber celebrado una misa en el Cenáculo de Jerusalén, lugar de la Ultima Cena. El Papa Juan Pablo II visitó su capilla ardiente monstrando así a las claras el cariño que siempre había profesado a Don Álvaro. El madrileño Don Javier Echevarría Rodríguez, como vicario general de la Prelatura, se hizo cargo de la Prelatura provisionalmente hasta que fue refrendado poco después, y nombrado nuevo prelado de la Obra por el papa el 21 de abril de 1994.


Mons. Echevarría resumiría el 23 de marzo de 1994 el trabajo de Don Álvaro al frente del Opus Dei: “Ha sido un período estupendo, una maravillosa aventura, por muchos motivos. Se trataba de recoger el testigo de un santo, y asumió ese reto, si puedo expresarme así, llevándolo adelante con el garbo, el ritmo y la fuerza con que había actuado siempre nuestro Fundador“.


En cierta ocasión, la periodista Covadonga O’Shea preguntó a Mons. Echevarría cuál había sido la mayor enseñanza que había recibido de Mons. del Portillo: “La docilidad y la sencillez, sin ninguna duda. Yo no he visto una persona que haya estado más a la disposición de los demás que estuvo don Alvaro. Si ha existido alguien que se ha hecho querer y que ha sabido querer, siguiendo las enseñanzas de nuestro fundador, ha sido don Alvaro del Portillo“.



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