Santo de hoy - Francisco Solano, Santo sacerdote franciscano - 24/07






Nació en Montilla, España, en 1549. Todavía adolescente, ingresó en la Orden de los frailes Menores. Ordenado presbítero, se destacó por su predicación, con la que ganó muchas almas para Cristo, especialmente en tiempos de la peste que asolaba Andalucía, en España. Movido por el celo apostólico pidió ser enviado a la misión de África, pero fue enviado a la misión de América, en las regiones del Tucumán. Instruido en la lengua de los indígenas y brillando por su caridad, convirtió a muchos a la fe cristiana. Después de catorce años fue destinado a Lima, donde falleció en 1610. Fue beatificado por Clemente X y canonizado por Benedicto XIII.




Francisco Sánchez Solano Jiménez (Montilla, España 10 de marzo de 1549 - Lima, Perú 14 de julio de 1610 fue un fraile y sacerdote franciscano, enviado por su orden a América del Sur, donde residió por 20 años hasta su muerte, predicando el cristianismo a los aborígenes.



Fue canonizado en 1726 por Benedicto XIII y es llamado "el Taumaturgo del Nuevo Mundo", por la cantidad de prodigios y milagros que se le atribuyen.




Nació en Montilla (Diócesis de Córdoba) en marzo de 1549. Francisco fue el hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez. Tuvo dos hermanos Diego e Inés. Creció en un hogar cristiano y comenzó su educación con los padres de la Compañía de Jesús, los jesuitas de su ciudad, entrando luego en la Orden de San Francisco a los 20 años. Cursó Filosofía y Teología en el convento de Loreto de Sevilla, ordenándose sacerdote en 1576. Solicitó sin éxito ser destinado como misionero al norte de África.




En 1589, el rey Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica. Finalmente, y para alegría suya, Francisco fue el elegido para la misión de extender la religión en estas tierras. Después de un accidentado viaje al Perú, con naufragio y peligro de perecer en el trayecto, como su destino era Tucumán (Argentina) emprende este larguísimo viaje en compañía de ocho franciscanos más. Había que atravesar los Andes por el valle de Jauja, Ayacucho y llegar hasta Cusco; cruzar la meseta del Collao, la actual Bolivia por Potosí y entrar en los confines del norte argentino; de nuevo bajar hasta Salta y finalmente hasta las llanuras del Tucumán. Aquí permanece hasta mediados de 1595, como misionero. Recorrió los territorios de Tucumán hasta las pampas y el Chaco Paraguayo y Uruguay. Tenía y se sirvió del don de lenguas y llegó a adquirir las de los nativos a los que fue a predicar.



Fray Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y aunque al principio lo recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la mano, conseguía que todos empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se hicieran bautizar por centenares y miles. El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra. En los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes con sus alegres canciones.



Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie, convirtiendo innumerables indígenas y también muchísimos colonos españoles.




El Virreinato y los superiores de la Orden residían en Lima (Perú) a donde llamaron a Fray Francisco en 1595. Llegado a Lima, fue nombrado Guardián del Convento de la Recolección. Como siempre, se resistió todo lo que pudo antes de aceptar cualquier cargo de responsabilidad, exagerando de manera deliberada su propia incapacidad para gobernar, pero finalmente tuvo que acatar la autoridad de sus superiores.



Su obsesión por la pobreza era tal que en su celda, tan sólo tenía un camastro, una colcha, una cruz, una silla y mesa, un candil y la Biblia junto con algunos otros libros. Era el primero en todo y jamás ordenó una cosa que no hiciera él antes.






En octubre de 1605, Solano pasó a la enfermería del convento. Postrado y gravemente enfermo del estómago, apenas si podía salir a predicar y a visitar a los enfermos. Procuraba asistir a la comida en el refectorio junto con los demás frailes, pero comía muy poco, tan sólo unas hierbas cocidas. Además, seguía excediéndose en sus penitencias y no miraba por su delicada salud. En octubre de 1609, hubo un terremoto en la ciudad de Lima.



Durante su última enfermedad, Solano era poco más que un esqueleto viviente. Finalmente murió el 14 de julio de 1610, día de San Buenaventura. Ese mismo día y a la misma hora se produjo un extraño toque de campanas en el convento de Loreto, en Sevilla, donde estudió Filosofía y Teología. Angelo Luis Alberto Quevedo Olaya


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