Pero ya entonces Blade Runner nos recordaba que esa tierra feliz algún podría convertirse en una nación de masas pobres dominada por las grandes corporaciones, una especie de jungla humana que nos recordase el liberalismo más extremo.
Las predicciones de esa distopía no se han cumplido, en algunos aspectos tecnológicos hemos ido más lejos, seguimos sin coches voladores. Parece mentira darnos cuenta de golpe que han pasado treinta y tres años desde el estreno de esa película. Y que nos acercamos al 2019, año en que estaba ambientada.
Pero lo cierto es que Estados Unidos se ha vuelto un país menos sencillo que en mi juventud. Cuestiones como la jubilación o la atención sanitaria se han convertido en un verdadero quebradero de cabeza. La sociedad se ha judicializado de un modo increíble. Todo parece menos sencillo. Las pequeñas y agradables poblaciones han dado lugar a ciudades extensas, donde cada uno vive encerrado en su casa y se desplaza a todas partes en automóvil. Se trata de una sociedad cada vez más recluida en sus casas. La misma distancia obliga a ello. La vida en la calle de otros tiempos parece un sueño lejano. Es un hecho, que el nivel de felicidad ha descendido mucho. Lo mismo que el idealismo optimista de aquellos años en que parecía que todo se podía cambiar para lograr un mundo mejor.
Hoy, en este cuatro de julio, y a pesar de todos los problemas, vuelvo a felicitar con entusiasmo a una nación bella como pocas en la tierra, una nación que ha tenido una misión en la Historia, que se ha mostrado noble y que se lo debe todo a Dios. Y así deseo que retorne a Dios, fuente de todas las bendiciones.
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