“Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María. Y Marte se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo:”¿Señor, no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”. “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán”. (Lc 10, 38-42)
¿Líos entre hermanas?
No sino pequeños problemas que, en otro contexto, pueden darse en cada hogar.
Mientras una está oliendo a pucheros sartenes, es posible que otra esté viendo su telenovela.
Y hasta me pregunto: ¿qué sucedería si invitan a Jesús lo dejan solo en la sala de estar, mientras las dos hermanas se encierran en la cocina?
¡Y entonces no había televisión para entretenerse ni revistas que curiosear!
Como también se me ocurre pensar: ¿qué sucedería si las dos se sientan a los pies de Jesús y cuando llega la hora del almuerzo no hay nada preparado?
Aunque me sospecho que pudiera darse otra situación.
Que Marta se quejase de que hablaban demasiado bajito y ella no escuchaba nada. ¿Por qué no habláis más alto para que también yo oiga algo?
Bueno, todas estas son curiosidades mías.
Creo que la lección es otra.
Ni Jesús rechaza el servicio de Marta ni le pide a María que se levante y haga algo.
Sencillamente “servicio y escucha” son fundamentales en la vida del cristiano.
Jesús, en su predicación insistió en que “vino a servir y no ser servido”.
Pero también insistió en que “el que escucha mi palabra”.
Ambas cosas son necesarias:
Servicio sin escuchar a Jesús puede llevar a la situación de Marta: “nerviosa e inquieta”
Escuchar, pero luego no servir a los demás, es quedarse con Jesús para ella sola sin compartirlo con los demás.
En la vida cristiana:
Todo comienza por “escuchar a Dios”.
Todo comienza por “sentarnos tranquilamente a escuchar su palabra”.
Todo comienza por la “palabra” sembrada en el corazón.
Luego la palabra se hará servicio.
La palabra se hará disponibilidad para con los demás.
La palabra nos ofrece la serenidad.
No podemos hablar de Dios si antes no le hemos escuchado.
No podemos ser los profetas de Dios si antes no escuchamos lo que quiere de nosotros.
No nos anunciamos a nosotros, sino que anunciamos el plan de Dios.
Anunciamos lo que hemos escuchado.
No podemos dejarnos absorber por el hacer, hasta el punto de que:
No tenemos tiempo para escuchar a Dios.
No tenemos tiempo para escucharnos a nosotros mismos.
No tenemos tiempo para escuchar al marido o a la esposa.
No tenemos tiempo para escuchar a los hijos.
No tenemos tiempo para escuchar a nadie.
Y ese es el gran problema de hoy.
No tener tiempo para Dios.
No tener tiempo para los demás.
Y cuando no escuchamos a Dios, entonces nos quedamos con lo nuestro.
Cuando no nos escuchamos a nosotros, nos quedamos vacíos por dentro.
Cuando no escuchamos a los demás, vivimos juntos pero sin comunión.
Escuchar y servir.
Aquí es importante la “y”, porque normalmente, nosotros jugamos más con la “o”.
Escuchar o servir.
Jesús escucha al hombre y la misma escucha ya es un servicio que hacemos al hombre.
Aquel a quien nadie escucha se muere de soledad.
Pero aquel por quien no hacemos nada, se sentirá extraño.
Clemente Sobrado C. P.
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