No seas dejado ni perezoso, sino trabaja con tus manos para tener de dónde poder darle al indigente.
Dentro de tus posibilidades ofrece con moderación: que sólo se te exige lo que se te ha entregado; nadie te exige lo que no tienes. La limosna que se aporta inicuamente es una abominación a los ojos de Cristo: a Él le agrada lo honradamente aportado.
Hijo mío, la virtud de la misericordia no tiene estas mañas: que hay algunos que arrebatan lo ajeno y luego fingen dar limosna; y a unos los oprimen, mientras delante de otros fingen tener compasión. Pero Dios no se complace con sus actos, y esa falsedad de su corazón la maldice y la rechaza.
Y tú, hijo mío, aunque sea poco lo que ofrezcas fruto de tu trabajo, eso es grato y bien recibido a los ojos del Señor. No te jactes al ofrecer limosna al indigente y no te creas mejor que aquel a quien le haces un préstamo a usura, sino muéstrate humilde en todos tus actos a los ojos del Señor, porque a Dios no le agradará lo que se hace con soberbia; pero lo hecho con humildad sí es bien recibido por Él"
(S. Basilio Magno, Exh. a un hijo espiritual, n. 9).
Publicar un comentario