La limosna (Exht. a un hijo espiritual - IX)


"Hazte siempre ajeno, hijo mío a este vicio [la avaricia] y acepta de buen grado la pobreza voluntaria.

No seas dejado ni perezoso, sino trabaja con tus manos para tener de dónde poder darle al indigente.


Dentro de tus posibilidades ofrece con moderación: que sólo se te exige lo que se te ha entregado; nadie te exige lo que no tienes. La limosna que se aporta inicuamente es una abominación a los ojos de Cristo: a Él le agrada lo honradamente aportado.


Hijo mío, la virtud de la misericordia no tiene estas mañas: que hay algunos que arrebatan lo ajeno y luego fingen dar limosna; y a unos los oprimen, mientras delante de otros fingen tener compasión. Pero Dios no se complace con sus actos, y esa falsedad de su corazón la maldice y la rechaza.


Y tú, hijo mío, aunque sea poco lo que ofrezcas fruto de tu trabajo, eso es grato y bien recibido a los ojos del Señor. No te jactes al ofrecer limosna al indigente y no te creas mejor que aquel a quien le haces un préstamo a usura, sino muéstrate humilde en todos tus actos a los ojos del Señor, porque a Dios no le agradará lo que se hace con soberbia; pero lo hecho con humildad sí es bien recibido por Él"


(S. Basilio Magno, Exh. a un hijo espiritual, n. 9).



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