La liturgia diaria meditada - Les aseguro que uno de ustedes me entregará (Jn 13, 21-33. 36-38) 27/03

Martes 27 de Marzo de 2018
Martes Santo
Morado.


Martirologio Romano: En Salzburgo, en Baviera, san Ruperto, obispo, que siendo originario de la región de Worms, a petición del duque Teodon se dirigió a Baviera y en la antigua ciudad de Juvavum edificó una iglesia y un monasterio, donde estuvo al frente como obispo y como abad, y desde allí difundió la fe cristiana (c. 718).
Antífona de entrada          Sal 26, 12
No me entregues, Señor, a la furia de mis adversarios, porque se levantan contra mí testigos falsos, hombres que respiran violencia.
Oración colecta     
Dios todopoderoso y eterno, concédenos celebrar de tal manera los misterios de la Pasión del Señor que merezcamos alcanzar tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas        
Señor nuestro, mira con bondad la ofrenda de tu familia y a quienes invitas a participar de tus sagrados dones concédeles llegar a su plenitud en la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión        Rom 8, 32
Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros.
Oración después de la comunión
Saciados con el don de la salvación, imploramos, Padre, tu misericordia, para que, por este mismo sacramento con el que sostienes nuestra vida temporal, nos hagas partícipes de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre el pueblo       (Facultativa)
Tu misericordia, Dios nuestro, libre a tu pueblo de la antigua malicia del pecado y le haga abrazar la novedad de la vida santa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura        Is 49, 1-6
Lectura del libro de Isaías.
¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. Él hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me escondió en su aljaba. Él me dijo: “Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré”. Pero yo dije: “En vano me fatigué, para nada, inútilmente he gastado mi fuerza”. Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: “Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra”.
Palabra de Dios.
Comentario
El siervo de Dios aquí se identifica con el pueblo de Israel. Un pueblo que ha sido llamado por Dios desde sus inicios, desde cuando era aún un grupo de familias que deambulaban entre Egipto y Palestina. Pero ahora, en su madurez, será luz de todas las naciones.
Salmo 70, 1-4a. 5-6ab. 15. 17
R. Mi boca anunciará tu salvación, Señor.
Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme! Por tu justicia, líbrame y rescátame, inclina tu oído hacia mí, y sálvame. R.
Sé para mí una roca protectora, tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque tú eres mi Roca y mi fortaleza. ¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío! R.
Porque tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre; desde el vientre materno fuiste mi protector. R.
Mi boca anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación, aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos. Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he narrado tus maravillas. R.
Aclamación  
Salve, Rey nuestro, obediente al Padre, fuiste llevado a la crucifixión, como un manso cordero a la matanza.
Evangelio     Jn 13, 21-33. 36-38
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: “Les aseguro que uno de ustedes me entregará”. Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería. Uno de ellos –el discípulo al que Jesús amaba– estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: “Pregúntale a quién se refiere”. Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó: “Señor, ¿quién es?”. Jesús le respondió: “Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato”. Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: “Realiza pronto lo que tienes que hacer”. Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: “Compra lo que hace falta para la fiesta”, o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. Después que Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden venir’”. Simón Pedro le dijo: “Señor, ¿a dónde vas?”. Jesús le respondió: “Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás”. Pedro le preguntó: “¿Señor, por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”. Jesús le respondió: “¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces”.
Palabra del Señor.
Comentario
Uno que no sabe, otro que recibe la revelación, otro que traiciona, y otros que ni siquiera entienden lo qué está pasando. Diferentes actitudes de cada uno de los amigos de Jesús. Claro, nos quedamos con la actitud de Pedro, que busca conocer sea del modo que fuere, o con la del discípulo amado, que en la oración busca la intimidad y la revelación. Crezcamos, entonces, en estas actitudes no solo en esta Semana Santa, sino durante toda nuestra vida.
Oración introductoria
Señor, me pongo en tu presencia porque eres la fuente del amor. Tú eres mi luz y mi salvación. Creo en ti porque eres fiel a tus promesas. Confío en Ti porque eres el amigo que da la por sus amigos. Te amo porque me has amado Tú primero. Señor, inspírame el deseo de seguirte, de entregarme a Ti sin reservas y perseverar en el amor.
Señor que me dé cuenta de que soy un cristiano necesitado de tu gracia y de tu amor. Que tome conciencia de que sin tu gracia no puedo ser fiel a tu amistad.
Meditación 
Hoy, Martes Santo, la liturgia pone el acento sobre el drama que está a punto de desencadenarse y que concluirá con la crucifixión del Viernes Santo. «En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche» (Jn 13,30). Siempre es de noche cuando uno se aleja del que es «Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero» (Símbolo de Nicea-Constantinopla). 
El pecador es el que vuelve la espalda al Señor para gravitar alrededor de las cosas creadas, sin referirlas a su Creador. San Agustín describe el pecado como «un amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios». Una traición, en suma. Una prevaricación fruto de «la arrogancia con la que queremos emanciparnos de Dios y no ser nada más que nosotros mismos; la arrogancia por la que creemos no tener necesidad del amor eterno, sino que deseamos dominar nuestra vida por nosotros mismos». Se puede entender que Jesús, aquella noche, se haya sentido «turbado en su interior» (Jn 13,21). 
Finalmente, consideramos a Pedro atenta y devotamente. Todo en él es buena voluntad, amor, generosidad, naturalidad, nobleza... Es el contrapunto de Judas. Es cierto que negó a Jesús, pero no lo hizo por mala intención, sino por cobardía y debilidad humana. «Lo negó por tercera vez, y mirándolo Jesucristo, inmediatamente lloró, y lloró amargamente» (San Ambrosio). Pedro se arrepintió sinceramente y manifestó su dolor lleno de amor. Por eso, Jesús lo reafirmó en la vocación y en la misión que le había preparado.
Afortunadamente, el pecado no es la última palabra. Ésta es la misericordia de Dios. Pero ella supone un “cambio” por nuestra parte. Una inversión de la situación que consiste en despegarse de las criaturas para vincularse a Dios y reencontrar así la auténtica libertad. Sin embargo, no esperemos a estar asqueados de las falsas libertades que hemos tomado, para cambiar a Dios. Seamos más listos. Decidámonos ahora. La Semana Santa es la ocasión propicia. En la Cruz, Cristo tiende sus brazos a todos. Nadie está excluido. Todo ladrón arrepentido tiene su lugar en el paraíso. Eso sí, a condición de cambiar de vida y de reparar, como el del Evangelio: «Nosotros, en verdad, recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno» (Lc 23,41).
También en nuestra vida existe la posibilidad de traicionar o de ofender al Maestro. Por esta razón, es necesario vivir en una continua comunión con Dios. Todos los días hemos de pedirle al Señor que nos conceda la gracia de la perseverancia final en nuestra fe. La experiencia del fracaso, de las limitaciones, de la debilidad y del pecado nos debe llevar a reflexionar en el hecho de que por nuestro solo esfuerzo nada podemos, pero ayudados de la gracia de Dios seremos fieles a la amistad de Cristo. Sin Jesús no podemos hacer nada. De San Juan hemos de aprender ese gran amor y esa gran confianza en Jesucristo. Como el discípulo amado, estamos llamados a buscar nuestro consuelo y alegría junto al sagrario.
Propósito
Rezaré en algún momento un padrenuestro o haré una comunión espiritual para pedir a Dios la gracia de no abandonarle.
Diálogo con Cristo
Jesús, Tú me conoces bien. Sabes quién soy, sabes que sin Ti soy pobre y débil, pero contigo lo puedo todo. Te pido que nunca te alejes de mí y no permitas que yo me aparte de Ti. Te necesito, Dios mío, porque sin tu amor mi vida carece de todo sentido.

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